El Gran Colombiano
En México eligieron a Benito Juarez, quien restauró a la República y encausó a esta nación por las vías de la modernidad y la democracia. Sir Winston Churchill, el legendario primer ministro conservador inglés que llevó a la Gran Bretaña sobre sus hombros en tiempos de la Guerra Mundial y que mantuvo al país en el bloque vencedor, a pesar de los duros golpes que vivió en la batalla, fue elegido por los ingleses como su personaje máximo histórico. En general, la opinión los ha premiado por sucesos trascendentales para su historia, los mexicanos más de un siglo después y los británicos casi cinco décadas después de la desaparición de su primer ministro que fue militar, escritor e historiador. Elegir a Uribe, visto este antecedente, como El Gran Colombiano fue sin duda un asunto que causó revuelo. No es para menos, su aporte a la historia colombiana tiene pocos precedentes y su capacidad de emerger en un momento tan delicado como el inicio del presente siglo marcó a una generación. Pero también buena parte de la opinión considera que no debió ser así.
Uribe encausó a Colombia. El tema es, entre otros, saber si el país iba derecho al abismo como el México revuelto del fugaz emperador Maximiliano o la Inglaterra envuelta en un conflicto que dejó 45 millones de víctimas. En aquel entonces, la sociedad colombiana asistía a una embestida de los grupos armados ilegales, especialmente las FARC, que había trasladado la guerra a las ciudades y amenazaba la débil institucionalidad colombiana. Con una certera política de seguridad, Uribe destruyó las estructuras armadas ilegales y cambió la fisonomía del conflicto armado. La economía se revitalizó, la inversión extranjera empezó a fluir como nunca antes, el producto interno creció y la percepción de cambio y mejoría en las cosas impregnaron de optimismo a buena parte de los colombianos. No cabe duda que Uribe, el carismático dirigente, el hombre cercano al pueblo, el maestro ante los medios, entró a la Historia por lo que logró en sus ocho años de Gobierno. No es para menos. Haciendo una revisión de los sucesos de su Gobierno, uno encuentra que Álvaro Uribe obtuvo concretos resultados que incluso el mismo Presidente Santos, ambicioso y mediático, no ha logrado eclipsar: debilitó a las guerrillas, estratégicamente tanto las FARC como el ELN perdieron la guerra y aunque conservaron capacidad de hacer daño, no podrán ya conseguir lo que su visión les planteaba; desmontó las estructuras de guerra de las AUC, producto de lo cual también se destapó un entramado repugnante de corrupción en política; reorganizó el sistema político, que fortaleció la noción de bancadas en el Congreso, es ahora más estricto, más basado en los partidos y menos en los intereses del cacique político del momento; cambio de percepción entre los empresarios, que luego de muchos años hoy confían más que nunca en el Gobierno y consideran a Colombia puerto seguro para sus inversiones. Durante su administración se crearon 150 mil empresas; se impulsó el turismo, duplicando el número de visitantes extranjeros y multiplicando los ingresos para esta industria; multiplicó por tres el recaudo tributario; modernizó al Ministerio de Defensa, las Fuerzas Militares y las dotó de herramientas de gestión que hizo aumentar sus resultados y presencia en el país; mejoró la interlocución con el ciudadano, reformuló la política energética y redujo la tasa de homicidios, entre otros. A grandes rasgos, muy buenos resultados consiguió su Gobierno y marcó un derrotero para las nuevas generaciones.
Pero, ¿por qué Uribe no debió ser El Gran Colombiano, entonces?, detengámonos un momento en Juarez y Churchill: por un lado, la Historia decantó sus posturas y ya ambos personajes tuvieron ese periodo necesario para conciliar posiciones y determinar cuál es su relevancia como personajes históricos. No dudo que tanto Benito Juarez como Winston Churchill han debido enfrentar dificultades, haber cometido errores y haberse ganado enemigos. Pero partamos del hecho que ya murieron. Pero Uribe sigue siendo un personaje vigente, que con sus aciertos frescos en la memoria de los colombianos, también tiene algunos aspectos que sin duda enturbian su gestión y su legado, por lo cual conviene que los colombianos hagan el ejercicio de tomarse el tiempo para decantar sus posturas y determinar si el aporte de Uribe podemos considerarlo o no como el más grande que ha arrojado la Historia colombiana. Sus malas relaciones con los vecinos, con las ONG y la sectarización de sus posturas, que incrementaron los niveles de intolerancia hacia quienes pensaran diferente al Gobierno, llevó a que desde los foros de los diarios en sus ediciones electrónicas o en cuanto escenario fuese posible, se tachara de terrorista o apátrida a quien discrepara de Uribe. El bochornoso suceso de San José de Apartadó nos recuerda este tipo de situaciones de su Administración. Pero podríamos enumerar casos como el cohecho de Yidis Medina, con lo cual todo indica se logró aprobar la reelección en el Congreso; el Agro-Ingreso Seguro, que aún no logra identificar culpables; la entrega de gabelas procedentes de la Dirección de Estupefacientes a los congresistas aliados del Gobierno; las interceptaciones telefónicas ilegales desde el DAS, adscrito directamente a la Presidencia de la República, que causó la huida de la exdirectora de este organismo de inteligencia; las falsas desmovilizaciones de supuestas cuadrillas enteras de hombres en armas, que causó la huida del excomisionado para la paz; los enfrentamientos con las Altas Cortes, que obligaron a que recién posesionado, Juan Manuel Santos tuviera que reunirse con ellas y limar asperezas, entre otros cuestionamientos, hacen necesario que la opinión pública permita que el tiempo determine el nivel de responsabilidad del entonces presidente. Esto si no se olvida que aunque Uribe logró avances importantes, en 2009, su último año en el Gobierno, la pobreza en Colombia estaba por el orden del 45,5 % de la población, el desempleo rondaba los dos dígitos y la informalidad laboral se mantuvo en poco más de la mitad del mercado laboral; pero sin duda su mayor error fue no haber canalizado las bonanzas que se vivieron en su Gobierno para que se materializaran en mayores avances de los que realmente hubo. Esto sumado a que buena parte de sus aliados hoy están en la cárcel por nexos con delincuentes de las Autodefensas. Nadie puede probar su papel en esa situación, pero deja una marca ética sombría para un hombre que, como Uribe, quiso representar los mejores sentimientos y valores del pueblo.
¿Fue bueno o no el Gobierno de Uribe?, en mi concepto fue bueno, pero no podemos caer en el adoctrinamiento de quienes no tienen inconveniente en celebrar el Complejo de Adán del expresidente, como si antes de él no hubiese más que tinieblas y caos, ni en el odio profundo de sus más prominentes detractores. Es cierto que su Gobierno cambió al país y quizás permitió apagar los incendios, pero es prematuro inclinarse por sus aciertos y desaciertos cuando muchos de ellos no han sido juzgados ni han determinado responsabilidades. Está claro que el fenómeno mediático de Álvaro Uribe será difícil de superar, pero lo mejor que hubiera ocurrido era dejar que la misma historia, con sus análisis pragmáticos y rigurosos, le hubiera dado al exjefe de Estado su lugar en los libros históricos. Lejos de señalar a Uribe como el Mesías o como el criminal, como parece ser la división de la opinión pública, es mejor dejarlo como el gobernante que espera el veredicto de la Historia.
*Algunos datos fueron tomados de diferentes fuentes, entre ellos La Silla Vacía.
*Algunos datos fueron tomados de diferentes fuentes, entre ellos La Silla Vacía.
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