Cuentos mágicos catalanes
Carlos II era un rey opaco, débil y enfermizo. Llegó a la corona española y murió sin dejar descendencia alguna, lo que exacerbó los intereses de los pretendientes borbónicos a la Corona de España y la Casa de los Habsburgo, que vio desbanecerse sus pretensiones al momento en que el agonizante rey dejaba la corona a Felipe d'Anjou. Las facciones estaban claras: una parte de la sociedad española aceptaba al nuevo monarca y otra se ceñía a las preocupaciones de Holanda, Gran Bretaña, Prusia y Portugal, entre otros, que temían que el rey español nacido en Versalles, a las afueras de París y nieto de Luis XIV, también heredara la corona francesa. España estaba dividida: Castilla y Navarra apoyaban al rey Felipe mientras Cataluña, Valencia y Aragón apoyaban las intenciones del emperador Leopoldo de Austria de imponer su heredero y quedarse con el trono en Madrid. Y aquí entra Cataluña: las familias nobles catalanas eran fieles al nuevo monarca borbón mientras la burguesía de esta r