¿Nueva Polarización del orden mundial?
Recuerdo que algún profesor de filosofía me decía en mis tiempos de colegio que la Historia es cíclica, y pensar que un capítulo ha sido superado y jamás revivido es un riesgo innecesario correrlo. Hoy, a propósito del séptimo aniversario del 11 de septiembre de 2001, vimos estupefactos a Hugo Chávez arengando, algo que no es extraño, contra los Estados Unidos. Si no es extraño no sería necesario volver a gastar palabras en el presidente de Venezuela de quien sabemos bien tiene su mayor arsenal en lo incendiario de su discurso, pero es evidente que Chávez, moderado en los últimos meses, se fue contra los EE.UU. como pocas veces antes, no siendo entonces, en principio, coincidencia la estrecha relación que la nación latinoamericana ha entablado con el Gobierno de Rusia, cuyo presidente delira por los tiempos de la antigua Unión Soviética y su imperio de poder militar y de influencia política. Mevdevev junto a Putin se han convertido en elementos polarizantes, rememorando tiempos de los poderosos secretarios generales del Partido Comunista que amenazaban con mareas de fuego nuclear sin mayores limitaciones que las de sus ambiciones y egos personales. Parece que el dúo de la nueva Federación rusa, cuyo vecindario ha optado por mantener distancias y acercarse a la Unión Europea pero ante todo ante los Estados Unidos, encontró en Chávez el pilar de su plan expansionista que parece, es una hipótesis que me gustaría estuviese errada, no menosprecia en lo absoluto a América del Sur. Algo lógico y consecuente, si Washington atrajo al eje de la antigua Cortina de Hierro, ¿por qué Moscú no querría hacerse con su vecindario?. En materia militar el juego no parece sencillo, pero es posible presumir que cobijarse de la bendición de Washington en principio garantiza estar junto a las fuerzas armadas mejor dotadas del planeta. Probablemente Rusia tenga una máquina militar majestuosa, pero el rezago económico del gigante euroasiático evidentemente afecta su capacidad, así Moscú tenga el mayor número de millonarios por kilómetro cuadrado, aún superando a Nueva York y Londres. El orden mundial usualmente pretende ser cambiado por la vía de las pasiones y no de las razones. Muchos, sin medir el impacto del deseo más motivado por odios personales, añorarían ver a Rusia ejerciendo con todo el poderío necesario la hegemonía frente a una diezmada América, sumida en la paranoia y recordando con nostalgia los tiempos del imperialismo yankee. Las dinámicas actuales apelan a que las naciones se integren sin dejar de ver a su interior, finalmente donde se hayan las respuestas que erroneamente se busca fuera de las fronteras. El desarrollo económico llegará atado a las relaciones internacionales basadas en el principio de la integración, pero no puede supeditarse simplemente a ellas. Basta decir que un apego a los Estados Unidos es tan nocivo como un apego y una subordinación a cualquier otra potencia. Chávez, evidentemente, juega a rechazar el imperialismo, pero el emanado por Washington, porque no le disgusta ser apendice y embajador de la lejana Moscú en el calido Caribe.
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