Siloé y el mensaje que le queda a Cali
El mes pasado, unas cifras compartidas por Juan
Gossaín suscitaron toda una controversia, al presentar un panorama de
crisis en Cali. Si bien a tiempo se pudo controvertir que la realidad económica
es distinta a la planteada por el reconocido periodista, sí dejó un
planteamiento que tras la emergencia de ayer por las lluvias no debería
seguirse tomando a la ligera: en Cali hay una ruptura entre el núcleo próspero
y la periferia empobrecida. Y esto no solo incluye al Distrito de Aguablanca,
sino a los asentamientos irregulares que se fueron desarrollando a lo largo de
los cerros y que hoy conforman la comuna 1, la comuna 20 y la comuna 18. En las
periferias de la capital del Valle coexisten el desempleo, el subempleo, la
violencia, la falta de infraestructura, la baja calidad y cobertura de los
servicios y, ahora, queda en evidencia que también sufren con mayor intensidad
los rigores del clima cambiante.
Ayer murieron seis personas en una humilde vivienda
de Siloé como consecuencia de una lluvia que en sesenta minutos precipitó más
agua que 24 horas de lluvias normales. No esperamos que esas muertes ocurrieran
en ningún sector de la ciudad y menos como consecuencia de las lluvias, pero
adquieren una connotación particular si se considera su condición humilde. Ni
siquiera la furia del río Cali o el colapso de la red de alcantarillado en San
Fernando alcanzaron a tener los efectos trágicos que logró la acumulación de
agua en las bases de la precaria vivienda. Y sí, son los confinados a la ladera
quienes tienen los mayores riesgos ante los golpes del clima: ayer allá
murieron seis personas por cuenta de un temporal de lluvias inédito, pero en
verano son esos sectores los que padecen la ausencia de agua potable. En
cualquiera de sus expresiones, el cambio climático se siente con mayor fuerza
en las laderas de Cali, allá donde viven los más excluidos. Lo preocupante es
que ayer esa factura la pagamos con pérdidas humanas y no parece claro que
hayamos entendido que eran muertes evitables.
En Cali no solo los más pobres padecen los mayores
rigores de la violencia, también parece que sufren los rigores del cambio
climático. Aunque muchos sectores de la ciudad padecieron los efectos de la
emergencia, ninguna pérdida excedió lo material, excepto en el populoso sector
de Siloé. Los asentamientos de desarrollo incompleto que rodean a la capital
del Valle al oriente y al occidente no solo son verdaderas trampas de pobreza
para sus habitantes, sino que constituyen una amenaza para la vida y la
integridad de quienes allá viven.
Quizás convenga reflexionar que en caso de una ruptura
del jarillón del río Cauca, por ejemplo, los mayormente afectados serán los
barrios del oriente de Cali, empobrecido y excluido. Estamos a tiempo de
prevenir más muertes y peores desastres en nuestra ciudad, pero parece que es
hora de plantearnos seriamente una solución al problema ambiental y social de
los asentamientos irregulares. Ojalá la muerte absurda de estos cinco
ciudadanos sirva para recordar que la exclusión dista de ser un problema
económico simplemente: es un asunto que trasciende a la dignidad humana. El derecho a la ciudad es la posibilidad de construir una ciudad
en la que se pueda vivir dignamente y reconocerse como parte de ella. En
memoria de las víctimas de la tragedia de ayer en Siloé, hagamos de Cali un
espacio para la vida.
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