El Capitalismo de Estado

De nuevo el Presidente de Venezuela lanzó los dardos de su ya conocido criterio para vincular al capitalismo con la degradación social, económica y política de la sociedad. Pregonando sus teorías políticas y económicas, Chávez aseveró la necesidad de arraigar el socialismo entre los venezolanos, pero, ¿por qué decirlo?, ¿no es entonces ya la Revolución bolivariana una realidad en la cotidianidad de los venezolanos?, la respuesta es contundente y escueta: No. Y dificilmente el socialismo llegará a formar parte de la cultura de una sociedad contemporánea. Iniciando por la inconveniencia económica que anula la generación de propiedad privada y liquida los efectos jurídicos de ésta para transferir el control de los activos de una economía, convendría evaluar si los pasivos también, a la burocracia estatal. El esquema de Chávez no puede ser comparado con el espiritu que llevó a Marx a concebir la propiedad común, la igualdad y el control de los factores dinámicos en manos de una gran estructura de poder respaldada por el pueblo, soberano, internacional y capaz de aunar las fuerzas de la economía, la ideología y la política en beneficio de la base popular, legítima y unánime. El Estado es un gran portador de incertidumbre, y si bien en un contexto económico como el actual es esa gran organización la capaz de dilucidar las correcciones necesarias a las perturbaciones del mercado, no es posible asimilar que además de su actividad regulatoria, de prestar defensa y seguridad, de administrar e impartir justicia, de recaudo y administración fiscal y tributaria, de mantener relaciones con otros estados, desempeñe funciones de empresario, productor y distribuidor de riqueza, sencillamente porque el tamaño del aparato estatal sería tal que posiblemente tendería a tener rendimientos decrecientes de administración, llegar a un punto donde su tamaño lo hace difuso, ineficiente y tales rendimientos mandarían por la borda lo poco que en el corto plazo se obtenga. El Socialismo, más aún el Comunismo, son modelos exitosos en el muy corto plazo pero tienden a revertir sus efectos positivos al cabo de un plazo medianamente más amplio. En Venezuela se pretende un capitalismo de Estado, lejos de un modelo socialista, en la medida en que pretende sustraer riqueza de la propiedad privada, nacionalizarla y ponerla al servicio de los intereses del Estado orientado por la figura de un caudillo popular elegido presidente de la República. Transferir riqueza de un sector al Estado, y más un aparato estatal en función de una institución ideológica tan fuerte como la existente en Venezuela, no es lo mismo a transferir riqueza de un sector privilegiado a uno pobre. En el modelo propuesto por Chávez se pretende implantar una suerte de capitalismo de Estado, más salvaje que el mismo capitalismo tradicional, aunque diferenciados esencialmente en el poder que tiene un Estado de armar un esquema institucional, jurídico y legal para favorecer sus intereses, lejos de lo que puede hacer un capitalista particular que no goza de poderes legales ni constitucionales. Habría que considerar como externalidad la influencia que un poderoso empresario tenga entre los políticos locales: no es defecto del estratega de los negocios, es de los dirigentes por su falta de criterio y débil carácter, pero en el caso que nos ocupa el poder del Estado para manipular el esquema institucional y acoplarlo a sus intereses es parte endógena de un modelo económico que hace carrera.
Pero los venezolanos no aceptarán como parte de sus vidas el modelo socialista sugerido. En primera instancia porque maltrata a quienes ostentan unos amplios derechos de propiedad privada ex ante reconocidos por el Estado y favorece a quienes históricamente han padecido pobreza. Luego, el efecto de la acumulación de poder del Estado, especialmente de un gobernante, hará que la idea de la Revolución social alimente el interés político del dirigente, incluso el económico, pero transmitirá una idea no muy errada de autoritarismo y censura de libertades políticas, civiles y más adelante económicas. Es posible que la pobreza impuesta por un sistema capitalista excesivo sea repudiable, pero resulta más espantosa la idea de un pueblo reducido a unas condiciones de bienestar definidas en un palacio de Gobierno, sin considerar que todo hombre racional tiene una propensión natural a consumir, adquirir, cambiar y mejorar en el tiempo sus condiciones de vida. El venezolano verá que el régimen se convierte en su lastre, le impide vivir como posiblemente lo desea y aprovechar la riqueza de los suelos: añorará los derechos de propiedad privada como quien después de conocer la luz se niega a vivir en la oscuridad. Nada ni nadie podrá hacer que un ciudadano olvide que en un tiempo hubo riqueza en manos de propietarios particulares como quien vió la luz jamás olvidará lo cómodo que se siente vivir con ella, o más aún, lo frustrante que es vivir sin ella cuando se sabe que existe.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El transporte como bien público

Siloé y el mensaje que le queda a Cali

Pobreza, desigualdad y responsabilidad social