El Ciclo de la Miseria

Aparentemente en Colombia la lucha contra la miseria y la pobreza es mediocre y poco consecuente con las necesidades de quienes la padecen. No obstante pocos reconocen que el tamaño de la miseria en nuestro país es muchas veces superior que el tamaño de nuestras percepciones, e incluso, que el tamaño de nuestras facultades humanas. En cierta medida la pobreza se ha constituido en el mayor resultado de un amplio periodo donde ha prevalecido la violencia, la corrupción y la ineficiencia de las organizaciones estatales y la mediocridad de las instituciones que las regulan. La polarización, lejos de ser un asunto novedoso en nuestra frágil sociedad, ha sido una constante en la Historia. Palpable en los tiempos de la independencia hasta la lucha bipartidista que desoló los campos y arrasó con la débil estabilidad institucional que caracterizó a Colombia durante la gran parte de su era republicana. Dicha polarización caracterizó el inicio de la pobreza, aún inexplicable técnicamente por la heterogeneidad de la sociedad colombiana que imprime tal cantidad de variables de dificil explicación y conciliación. Tan dificil que aún hoy se discute si primero surgió la subversión y su respuesta fue el movimiento de autodefensa, o si primero fue la defensa paramilitar orquestada por las clases privilegiadas para anular cualquier insurrección popular. Lejos de cuál haya sido o no la realidad, demuestra la dificultad de entender los diferentes fenómenos sociales que llevaron a Colombia a tener altos índices de pobreza, bajos niveles de industrialización y una difusa organización social y económica que asombra por las zanjas que separan a ricos de pobres, además de una alta propensión al crimen y el délito.El rostro de la pobreza es mucho más desolador de lo que muchos creen. No basta con ver esa suerte de 'Muro de Berlín' que separa y parte con aterradora precisión a la Bogotá próspera de aquella donde la miseria, la muerte y la desesperanza aniquila futuros. No obstante que entender ese fenómeno particular implica una serie de estudios extensos aún inconclusos, es probable asociar el comportamiento excluyente de la sociedad colombiana con la ineficiencia de las instituciones que regulan a las organizaciones políticas y económicas de la nación. Su ausencia es apenas perceptible. La gran mayoría de quienes viven sumidos en la miseria consideran que No tienen derecho a salud, educación, vivienda ni a saneamiento básico. ¿Por qué creen que están excluidos del sistema legal colombiano que les consagra los derechos fundamentales de todo ciudadano?, evidentemente la ineficacia de la organización social colombiana les ha privado incluso de la más elemental información que les garantice su subsistencia. Probablemente cuando John Keynes indicó las razones que lo llevaron a formular su Teoría General, abría un debate que en América Latina, y especialmente en Colombia, los gobernantes y académicos ignoraron. Una de ellas consistía en criticar los postulados clásicos -entiéndase por clásicos lo que hoy asociamos con Neoliberalismo, aunque no significan lo mismo parten de una percepción del británico Keynes- por ser inapropiados al aplicarlos en la realidad. Ciertamente pretender imponer postulados del conservadurismo fiscal, exitoso posiblemente en naciones desarrolladas, en zonas de alta volatilidad social es jugar con un exceso de prudencia en el gasto que raya en la negligencia. Muchos de los más connotados economistas colombianos han indicado que la subvención estatal es peligrosa, genera desequilibrios fiscales y puede aumentar el déficit. En tiempos de crisis el déficit es un mal menor, diría el nobel Stiglitz. Probablemente por ello programas de asistencia social son blanco de ácidas críticas. No obstante un recato fiscal del Gobierno garantiza que un pueblo pobre permanezca sumido en ella. Teoricamente preferiríamos un Estado mesurado en el Gasto público. Pero en términos prácticas, ¿cuánto está dispuesto a esperar un pobre para que la mesura del Estado redunde en proyectos estratégicos de pleno empleo y gran desempeño económico?, como ciertamente los más ortodoxos esperarían. Dudo que esperen mucho. Y no porque no quieran. Simplemente dejar de comer, dejar de beber agua potable, dejar de mandar sus hijos a estudiar, replegarse en sus paupérrimas casas es algo que no da mucho tiempo. Y el hambre seguro que llega más rápido que el pleno empleo. La sed se expande más rápido que la industrialización de la economía nacional. De allí que el Estado, en especial el Gobierno, está llamado a convocar a toda la sociedad a la reestructuración de la organización social, política y económica de Colombia, donde las instituciones logren acoplarse a las necesidades del país y no al contrario; donde la Responsabilidad social sea parte del desempeño económico. Donde la solidaridad no riña con la ambición. Evitar la continuidad del ciclo de la miseria debería ser una labor común a todos los ciudadanos. Evitemos llegar al escenario donde "la virtud se vuelve vicio, la prudencia es riesgosa y la precaución locura", a grandes males, grandes remedios

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