El Dilema de la Democracia
Mucho se ha escrito sobre la conveniencia de un sistema político basado en la democracia para el desempeño de las naciones, especialmente de aquellas que cumplen características de alta volatilidad social, política y económica. Evidentemente muchos encuentran lógico que en las naciones emergentes sea común el caudillismo y la pésima calidad de las instituciones políticas, algo aún difuso de establecer en Colombia, mientras en los países desarrollados la constante sea la solidez de los esquemas de elección y gobierno, una eficiente asignación de recursos, al menos en mejores características que en el tercer mundo, y una conciencia sobre los asuntos públicos más arraigada en los agentes. De allí que se pueda derivar la preocupación de la posible reelección por segunda ocasión consecutiva del Presidente de la República, pues evidentemente en Colombia la baja conciencia política de la mayoría de los ciudadanos resulta insegura, sumerge en la incertidumbre a quienes observamos con frecuencia los procesos electorales y políticos y pareciera convertirse en un peligro para el equilibrio de poderes, el orden constitucional que sustenta el espíritu de la Constitución y nos pone en un dilema, ¿hasta dónde la aceptación popular de un líder podría transformar negativamente a las instituciones políticas y el equilibrio de poderes?. La respuesta podría ser indeterminada, no podría aseverarse que es o no negativo. Por un lado, si la voluntad de quienes votan (vale aclarar que quien se abstiene de votar en un sistema de libertades y elección voluntaria entrega a quienes sí lo hagan la elección de sus representantes y el derecho de éstos a ser elegidos con bajas cifras) se impone en favor de un líder, llámese en este caso Álvaro Uribe Vélez, resulta desastroso para el espíritu popular (y posiblemente para la confianza en el país de parte de los inversionistas nacionales y extranjeros) negarse a considerar la posibilidad de su reelección y mucho más, hacer campaña por la abstención en un país tradicionalmente abstencionista. Si alguien objeta la elección por tercera vez del Presidente debería enmarcarse en un juego democrático de participación pero promoviendo el Voto negativo. Pero que esa propuesta, la Reelección, trae implicitamente, en el corto plazo, varios problemas que podría pensarse con mayor cuidado y recelo. El primero de ellos es la pérdida del espíritu de liderazgo de los políticos colombianos que encontrarán en torno a un único líder de gran aceptación popular la posibilidad de figurar publicamente y posponer por tiempo indefinido sus aspiraciones presidenciales. Grave problema para una Nación democrática la inexistencia de un número considerable de líderes con perfil presidencial y de estadistas, grave problema la existencia de una única figura que concilie la aparente Unidad de la nación, tan fundamental en la Constitución. Pero el problema fundamentalmente es la excesiva acumulación de poder del Presidente en caso de una reelección consecutiva en un esquema inspirado en un jefe de estado diferente cada cuatro años e incluso cada ocho, con la consecuente pérdida de equilibrio con las demás ramas del poder público. Sin embargo, insisto, negar en nombre de un orden institucional la posibilidad de que el pueblo elija a quien en su criterio sea el más pertinente para gobernar es desastroso, ¿cómo romper esa relación negativa?. Para ello proponga un arreglo institucional profundo que no ponga en peligro los avances mostrados en el país en los últimos años ni la voluntad popular, arreglo consistente en considerar un Estado pensado para un gobernante que incluso pueda ser elegido más de tres veces, por simple previsión, pero que limite abiertamente el poder del Jefe del Estado y su Gobierno y conceda al pueblo la posibilidad de premiar y castigar las malas gestiones. Convendría pensar en un sistema semi presidencialista, - algunos lo llaman parlamentarismo a la francesa-, en la cual la figura del Presidente de la República permanece pero se introduce la figura del jefe de Gobierno, un primer ministro que lidere el gobierno y sea responsable de su gestión ante el Congreso y represente de la misma manera la composición mayoritaria de la corporación, siendo la cabeza visible de las mayorías. En este caso el presidente tiene varias alternativas: en caso de que los partidos afiliados a su gobierno ganen las mayorías en el parlamento, el jefe del Estado nombrará a un primer ministro de su coalición, de ese modo garantizando que el Presidente además de dirigir los asuntos del Estado pueda tener dirección e ingerencia directa en el Gobierno Nacional; en caso contrario, cuando el electorado elija en el Congreso una mayoría opositora, el Presidente de la República deberá formar un gobierno de cohabitación, donde siguiendo la línea ya mencionada, el Primer Ministro deberá ser una cabeza visible que represente las mayorías del Congreso en la dirección del Gobierno, obligando entonces al Presidente a tomar la decisión de nombrar a un ciudadano de partido opositor sugerido por el Congreso. En este episodio, el Presidente deberá verse obligado a negociar, hacer concesiones y buscar la manera de direccionar la aprobación de proyectos en sano consenso con sus detractores. En caso contrario, cuando no se logren acuerdos, la Constitución deberá dotar al Presidente de poderes suficientes para disolver el Congreso y convocar a elecciones legislativas para buscar la conformación de un Gobierno acorde a su ideología y línea partidista.
Del anterior mecanismo, hoy aplicado en Francia y en menor proporción en Italia, pero con rasgos de presidencialismo, común en América y parlamentarismo, muy común en Europa, se puede desprender el mecanismo para evitar que un líder carismático y con una gestión ampliamente aceptada permanezca en el poder sin acumular poderes excesivos y destruir el equilibrio institucional, así como formula alternativas para que los partidos busquen obtener resultados en el Congreso para llegar al Gobierno, o quienes ya están tanto en un lado como en otro, puedan mantener ese contexto. Sin duda, una idea para considerarla.
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