La Epidemia del Periodismo

Posiblemente sin información las relaciones humanas modernas serían improbables. Muchos de los fenómenos sociales son resultado de flujos de información multidireccionales. La crisis financiera tiene muchas explicaciones en los incentivos que recibieron los agentes económicos para retirar sus dineros de los bancos, posiblemente al enterarse que la entidad financiera donde durante tiempo pusieron sus ahorros con el fin de obtener alguna clase de rendimiento invirtió en títulos tóxicos que añadieron voluminosas pérdidas, y así conllevar a la caída general de liquidez con los desastrosos resultados en el desempeño económico y el impacto proyectado en el sector real. Así como la información, fundamental en el mercado de capitales por ejemplo, jugó su papel en la crisis económica también juega un rol importante, muy cuestionable también, en el fenómeno de la expansión de la aún inquietante (no tanto por lo peligrosa como por lo desconocida) gripa A1H1. Aún la ciencia se pregunta por el orígen y características del misterioso virus y ya las cadenas informativas habían expandido un pánico generalizado que amenaza con llevar al colapso la tensa calma y terminar de postrar a las economías en una depresión sin precedentes. En un mundo globalizado es normal que el transporte de personas no sólo conlleve la importación y exportación de bienes, servicios, costumbres, tradiciones, conocimientos o información: es natural que un individuo pueda ser el agente conductor de enfermedades y todo lo inherente a la naturaleza humana de un punto geográfico a otro.

Desde mediados de abril, con el anuncio del Gobierno mexicano del primer caso de la influenza no estacional del tipo AH1N1, la porcicultura ha llegado a un punto en el cual de seguir bajando el consumo de carne de cerdo podríamos tener la quiebra de ese sector de la industria de alimentos, que se estima en una fuerza laboral de 90 mil empleados, a la vuelta de unos cuantos meses. Evidentemente las autoridades de México y la OMS tienen gran responsabilidad en no haber establecido con criterios prudentes el nombre de la nueva enfermedad, pero carecen de argumentos para no haber incurrido en ese error al ignorar el impacto que la cobertura mediática tendría en el seguimiento al desempeño del virus. Después de ver en los titulares de prensa escrita o televisada varios días seguidos y de forma consecutiva varias veces al día la expresión "gripa porcina", era factible que existiese un incentivo para que los consumidores vieran con desconfianza todo lo relacionado con la porcicultura. Y ahí el detalle, dirían coloquialmente. En tres días este pequeño sector, no por eso menos importante, contabilizó pérdidas de aproximadamente 1,5 millones de dólares y en América Latina el asunto, especialmente en México, no deja de inquietar. Cuando la OMS sugirió el cambio de nombre de esta nueva especie de virus, de "gripa porcina" a Gripa AH1N1, los medios de comunicación siguieron la recomendación, basicamente con el fin de evitar retaliaciones implícitas contra los porcicultores de parte de los consumidores, pero con una mención muy curiosa, como la vista en un noticiero de reconocida acogida en Colombia, que consistió en denominar a la gripa como se recomendó pero indicando en parentesis que se trata de la !Gripa Porcina¡, lo cual demuestra ampliamente el papel de los medios en cualquier fenómeno social.

Posiblemente menospreciar la trascendencia de una situación como la expansión del virus AH1N1 sea un error, pues nadie está más expuesto quien cree no estarlo. Pero sin duda que los efectos coláterales que traiga esta crisis van ligados a la gestión que se haga al procesamiento de la información, de allí que los traumas que traiga esta situación podrán hacerse más o menos digeribles en la medida en que la información proporcionada a los agentes sea responsable y prudente.

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