Un problema de bases

Que Chávez viera con temor el acuerdo que negocian los gobiernos de Colombia y de los Estados Unidos de América no es sorprendente. Bueno, en realidad ninguna de las impertinentes salidas del mandatario venezolano son sorprendentes, su método es ya una marca registrada y hablar de ella es insulzo a estas alturas. Lo cuestionable es sin duda que el Presidente bolivariano ponga en juego las rentables relaciones entre Colombia y Venezuela producto de una paranoia inexplicable y vuelva a traer el fantasma de la inestabilidad diplomática, acompañada con tambores militares, a una región que se vuelve un adefesio ideológico entre una izquierda anacrónica y nostalgica de las revoluciones sociales y las insurrecciones obreras de mediados del siglo XX y una derecha conservadora y viciada que parece no tener intenciones de mostrar un rostro amable. Evidentemente la reacción del presidente Chávez está justificada en algo que es sencillo de explicar: Colombia es ese tesoro que la revolución bolivariana - seguramente Robespierre, Marat, Desmoulins y el mismísimo Simón Bolívar tendrían serias reservas sobre la categoría revolucionaria del movimiento chavista y caudillisto- no ha podido tomar. No es necesario hacer un análisis comparativo para ver que la ideología del denominado socialismo del siglo XXI ha permeado países con características comunes, entre las cuales es su pequeño tamaño, su poca relevancia geopolítica y económica y una incipiente industria. Que el Gobierno venezolano montara un presunto gobierno simpatizante de sus tesis progresistas en Colombia sería comparable, aún conservando prudentemente las proporciones, con que Napoleón hubiera montado un gobierno simpatizante y fiel al imperio Francés en Rusia o Gran Bretaña. Como es poco probable que la izquierda colombiana llegue al poder, al menos por los próximos cuatro años, como menos, Colombia conservará la línea de pensamiento implantada en el gobierno de Álvaro Uribe, para Chávez es realmente dificil permear un escenario político mayoritariamente opuesto a sus tesis socialistas, curiosamente por el odio popular a las FARC, a quienes los colombianos asocian con el Gobierno de Venezuela y sus aliados, no propiamente por ingenuidad.
El argumento de Hugo Chávez para someter a revisión las relaciones con Colombia es que la instalación de bases militares estadounidenses en territorio colombiano, como reemplazo de la clausurada Manta en Ecuador, representan un peligro para la seguridad de Venezuela y una amenaza para los gobiernos de izquierda del continente. Sin embargo, aunque el convenio no está firmado, los Estados Unidos realmente no tendrán un cambio sustancial en lo que respecta a sus operaciones en Colombia, limitada a poco más de mil quinientos hombres: lo que diferenciará a la presencia militar estadounidense en Colombia en el marco del convenio actualmente en negociación a la del Plan Colombia es la posibilidad que aeronaves de las fuerzas americanas puedan operar desde nuestro territorio, como lo harían desde una base como Andrews o Edwards en los Estados Unidos, y que actualmente para lograrse requeriría un intrincado trámite ante el Senado de la República y obviamente resta capacidad operacional a las fuerzas extranjeras que pretenden usar como base de operaciones un territorio de un país tercero. La presencia de Estados Unidos no es significativa, en lo absoluto, en el acuerdo en negociación: 1800 hombres, entre contratistas y militares, unos aviones de seguimiento y reconocimiento y una inversión muy conveniente para Colombia de casi 50 millones de dólares, que una vez finalizado el acuerdo en diez años, pasarán las inversiones hechas a control del Gobierno colombiano. Realmente la amenaza para la región es inocua y sólo la puede ver quien cree que los medios de comunicación no pueden ser canales de opinión y divergencia, que la oposición debe ser proscrita y perseguida: a los Estados Unidos no le importó declararle la guerra a un país ubicado a más de 9000 kilómetros de su territorio, Irak, y movilizar en tiempo que sólo una super potencia militar puede lograr casi 200 mil soldados y un impresionante aparato bélico que aniquiló al nutrido ejército iraquí en cuestión de semanas. Si quisiera sacarse la 'espinita' que le representa Venezuela, atravesar el Caribe, así las cosas, no le sería muy dificil. Bastará recordar el caso Granada en los 80 y Panamá en los 90 para mostrarlo. Si el gobierno de Obama, incluso de Bush, no lo consideraron, es porque existen fuertes razones para creer en la inconveniencia de una operación militar contra Venezuela. Pero sin duda parece que Chávez, en medio de su profunda paranoia, ignora todas esas variables, incluso que la prudencia atenúa la ignorancia. Pero está claro, ni Chávez, ni Correa ni ninguno de estos pintorescos caudillos son prudentes.

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