La integración americana: Lecciones de la cumbre de Unasur
La cumbre del pasado viernes en Bariloche dejó varias impresiones, unas positivas y otras no tanto que permiten diagnosticar el estado de la integración de los países de la América del Sur en una coyuntura de cambios políticos y económicos. Dentro de las impresiones positivas que dejó la cumbre es la victoria de Colombia en un escenario que parecía hostil previamente y que nos hizo creer que saldríamos bastante más aislados del resto del bloque sudamericano. Colombia no sólo usó una diplomacia efectiva que causó sensación entre los colombianos por la forma pausada y concreta como se manejó una discusión que prometía generar toda clase de polémicas y mandar al traste el frágil equilibrio geopolítico de la región, con altísimos costos económicos. Colombia logró una declaración muy cercana a sus expectativas y se impuso facilmente sobre las posiciones adversas de Ecuador y mandar al suelo el estante de las posiciones anacrónicas de Bolivia y Venezuela. Resulta favorable que la comunidad de países haya adquirido el compromiso de combatir el terrorismo y el narcotráfico internacionales sin distinción, dejando en el ambiente que ningún grupo armado es bienvenido y que la combinación de las formas de lucha debe proscribirse de los países de la región. Éxito para el Gobierno de Colombia y un sabor agridulce, por no decir amargo, para el eje Quito- Caracas- La Paz.
Pero la cumbre de Unasur permite contrastar el éxito de Colombia con el lento paso de la concreción de la integración de los países de América. El primer balance es que la Unasur es una alianza en pañales, dificilmente sustituye la tradición y experiencia de la OEA y evidentemente aún tiene un gran camino por recorrer como para igualar en algún momento experimentos exitosos de integración como la Unión europea. Primer pecado capital de la Unión de Países sudamericanos: se casó con ideologías y se orientó en un lado del espectro político. Cuando Robert Schumann, el erudito ministro francés de Asuntos Exteriores de la década de 1950 concibió a la Unión minera de Europa, predecesor de la actual UE, lo hizo con el ánimo de construir una gran patria europea capaz de adquirir hegemonía y elevar el bienestar de los ciudadanos del viejo continente, aún postrados por los efectos devastadores de la Segunda Guerra Mundial. Crear una alianza de países movidos por un común pensamiento ideológico pero que no es capaz de acoger las diferentes vertientes del espectro político es un error que está pagando la Unasur después de dos años de fundación. Pudo ser error de buena fe, pensaría Lula Da Silva, su impulsor, pero finalmente un craso error. Se volvió en el mejor argumento de acentuar el discurso anti estadounidense, que huele a rancio, pero perdió otros objetivos mucho más trascendentales que el profundo odio por los Estados Unidos. Descuidó el verdadero sentido de la integración (construir un bloque que promueva la paz, la seguridad, la construcción de modelos de mercado común que incentiven el crecimiento económico y la mejora de la competitividad de las naciones, la cooperación y la transferencia de conocimiento, factores, bienes y servicios entre los países, simplificando procesos y maximizando beneficios, como lo hizo la Unión de Europa); la Unasur se volvió en el refugio de los países cuyos gobiernos desconfían de la OEA por tener su sede en Washington y contar con la participación del gobierno americano. Producto de la paranoia de líderes como Evo Morales y Hugo Chávez la Unasur es un sistema incompleto, retrogrado e incapaz de dirigir las políticas de integración, volviéndose más en un mecanismo de desintegración que en un bloque que acentúe la cooperación y amistad entre los países de la región. El camino de la Unasur dista de estar concluido y pensar que su único objetivo común es ser enemigos de los Estados Unidos y de los países extrarregionales, aberrante expresión discriminadora de las relaciones diplomáticas, garantiza que durante muchos años no será más que la cumbre de países movidos por coyunturas y no por metas y objetivos que lleven a la mejora de las condiciones de vida de los sudamericanos.
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