Soberanía y revolución
Ver a Lula y Evo Morales reunidos en Bolivia hablando sobre el acuerdo de cooperación militar de Colombia con los Estados Unidos es tan absurdo y ridículo como pensar que entonces Japón o Alemania, potencias económicas, políticas y militares, son países subyugados por el hecho de permitir al gigante del Norte de América no solamente tener hombres de su ejército sino buques y aviones de su armada y fuerza aérea en sus territorios.
Es apenas natural la preocupación de algunos países de la región respecto a la posibilidad que unas bases colombianas puedan atender con mayor amplitud a unidades militares estadounidenses, para lucha antinarcóticos, dado un juego de estrategia geopolítica, que involucra poderosos intereses económicos, entre los Estados Unidos y el bloque progresista latinoamericano, cuyo líder de facto es Hugo Chávez pero su líder natural es Lula da Silva, presidente del país emergente más grande del continente y con obvios intereses en acrecentar su influencia en su vecindario, un escenario lógico para expander una hegemonía en gestación. Sin embargo cuando se invoca preocupación general de los países del continente, curiosamente todos alineados en torno a una misma línea de pensamiento, es posible identificar una alta dosis de doble moral que preocupa: parece más la rabieta del chico fuerte producto de un orgullo herido. Y es que no hay mucho que ocultar: los Estados Unidos, para bien o para mal, son el chico fuerte de la cuadra y no tiene ningún inconveniente en 'levantar' a quien sea, es claro que no hay con qué enfrentarlo, como simple herramienta de seguridad: ¿no es mejor tenerlo de aliado que de enemigo?.
Es claro que la diplomacia americana sabe bastante de estrategia. Mientras Chávez y su clan invoca un riesgo a la soberanía de las naciones, desconociendo la autodeterminación soberana del Gobierno de Colombia de firmar el acuerdo, el Gobierno de Washington arma un rompecabezas que anula los efectos devastadores de una revolución cuyo único espíritu de homogeneidad es su odio por la hegemonía americana. Pobre Latinoamerica!, mientras Evo clama por la caída del neoliberalismo económico, argumentando que las empresas del continente no pueden entrar en el juego de la competitividad impuesto por el modelo de desarrollo (es decir, la estrategia del avestruz), mientras Hugo Chávez cierra filas contra Colombia, el Gobierno de Álvaro Uribe firma un documento que garantiza que las relaciones entre Bogotá y Washington tienen un sentido común, caminan en una misma vía. No parece ni parecerá tener acogida las relaciones colombo estadounidenses entre quienes más pasional que racionalmente atacan un modelo del cual es muy dificil desligarse y que de hacerlo, significaría unos costos sociales que podrían ser catastróficos.
Pero está claro que ni Evo ni Lula tienen objeción con el acuerdo militar firmado por Uribe por representar un peligro para el continente. Eso seguramente es un miedo que ni ellos mismos entienden. Saber que su revolución está condenada a desaparecer en el mediano plazo, un proyecto al que le invirtieron todo su capital político e incluso económico, como lo hizo Chávez, es un temor a pasar a la historia como los defensores de una causa perdida. El orgullo venció a la razón. Y los Estados Unidos y Colombia ejecutarán el acuerdo y la arenga revolucionaria pasará a engrosar la ya amplia historia de las naciones de América Latina.
Pero está claro que ni Evo ni Lula tienen objeción con el acuerdo militar firmado por Uribe por representar un peligro para el continente. Eso seguramente es un miedo que ni ellos mismos entienden. Saber que su revolución está condenada a desaparecer en el mediano plazo, un proyecto al que le invirtieron todo su capital político e incluso económico, como lo hizo Chávez, es un temor a pasar a la historia como los defensores de una causa perdida. El orgullo venció a la razón. Y los Estados Unidos y Colombia ejecutarán el acuerdo y la arenga revolucionaria pasará a engrosar la ya amplia historia de las naciones de América Latina.
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