Un buen síntoma
Que Francia y Alemania simultáneamente declararan el fin de la más profunda recesión de los últimos años y que Japón se haya unido a este proceso es sin duda el mejor síntoma que puede percibirse de la recuperación económica mundial. Esa influencia depresiva del ciclo negativo sobre la inversión privada y el consumo, motores de toda economía, parece estarse desvaneciendo en la medida en que las estructuras productivas de estos países reciben el mensaje de confianza que transmiten los gobiernos al emplear una agresiva política fiscal y de estabilización con miras a incentivar la dinámica productiva de los agentes. Tanto Francia, Japón como Alemania emplearon desde sus gobiernos un plan de salvamento consistente en destinar importantes recursos a los flancos más importantes de la industria y, como era natural, al orígen del problema: el mercado de activos y sector financiero. Evidentemente antes el incentivo que encontraban los agentes era totalmente devastador para la economía global. Además de la caída de los bancos el pánico de los inversionistas llevó las tasas de gasto privado a sus más mínimos en casi ocho décadas. Así las cosas no había mucho que hacer más que recurrir a las arcas del gobierno y al endeudamiento público para ponerle aceite a los engranajes secos de la economía. Un buen síntoma de la recuperación esperada aunque no significa el final de este capítulo. Evidentemente una política fiscal eficiente, más destinada a reactivar la producción en primera instancia y luego el consumo, es una respuesta muy acertada ante un contexto de contracción económica donde se resiente el consumo y el efecto esperado es la baja en la producción, una baja consecuente de la inversión y un aumento de las tasas de desempleo. La acción del gobierno de inyectar liquidez repercute favorablemente en las expectativas de los agentes, especialmente los inversionistas privados, logrando una recuperación progresiva. Los efectos de las políticas fiscales suelen tomarse su tiempo, incluso más que los de la política monetaria, por lo que los resultados mostrados por las tres potencias del G- 7 es apenas la punta del iceberg y es previsible una mejoría notoria del estado de salud de la economía europea. Falta la reacción de los Estados Unidos, foco de la infección que afectó al sistema, para considerar fuera de peligro al paciente.
Sin embargo esperar que se resuelva el problema de liquidez no es la solución que se pensaría es la indicada para la coyuntura. Histórica oportunidad se perdería donde los gobiernos no acuerden las reformas que el sistema demanda, basicamente relacionadas con la construcción de arreglos institucionales tendientes a permitir que la información refleje acertadamente las dinámicas de los mercados, especialmente de los más sofisticados como el de activos. Es ese equilibrio regulación- libre mercado que debe ocupar a los gobiernos. El sistema capitalista encuentra en esta crisis ese punto de quiebre, pero visto como la oportunidad histórica de reformarse para garantizar su supervivencia y no su destrucción, como erróneamente se cree. Lejos de cualquier sectarismo ideológico, el bienestar del hombre contemporáneo lo construye sus libertades políticas, civiles, sexuales así como las económicas, casi que determinante de las primeras; un nuevo marco que favorezca la acumulación de capital, el intercambio y el consumo de modo responsable, aunque no es un reto fácil, sería el mejor factor resolutivo de esta crisis, la Gran Depresión del siglo XXI.
Sin embargo esperar que se resuelva el problema de liquidez no es la solución que se pensaría es la indicada para la coyuntura. Histórica oportunidad se perdería donde los gobiernos no acuerden las reformas que el sistema demanda, basicamente relacionadas con la construcción de arreglos institucionales tendientes a permitir que la información refleje acertadamente las dinámicas de los mercados, especialmente de los más sofisticados como el de activos. Es ese equilibrio regulación- libre mercado que debe ocupar a los gobiernos. El sistema capitalista encuentra en esta crisis ese punto de quiebre, pero visto como la oportunidad histórica de reformarse para garantizar su supervivencia y no su destrucción, como erróneamente se cree. Lejos de cualquier sectarismo ideológico, el bienestar del hombre contemporáneo lo construye sus libertades políticas, civiles, sexuales así como las económicas, casi que determinante de las primeras; un nuevo marco que favorezca la acumulación de capital, el intercambio y el consumo de modo responsable, aunque no es un reto fácil, sería el mejor factor resolutivo de esta crisis, la Gran Depresión del siglo XXI.
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