El primer aniversario
Hace un año el mundo se despertó con una noticia en principio inofensiva pero que sería el inicio de una pesadilla para millones: la quiebra del Lehman Brothers, el mayor banco de inversiones de los Estados Unidos, y la caída del sector financiero más influyente del mundo. Ese episodio que aconteció en el vistoso edificio de la Sexta avenida de Nueva York fue el reflejo de una burbuja que estalló en el sur de la Florida, más como una explosión atómica que financiera, que pronto se diseminó de forma impresionante por el resto del mundo. La decisión de unos agentes de endeudarse para adquirir vivienda en un contexto donde los precios de los activos no reflejan correctamente la información disponible en el mercado llevaron a la quiebra y la desestabilización política a un país tan lejano, y para un observador desprevenido ajeno, como Islandia y diseminaron un ciclo negativo que llevó a una poderosa influencia depresiva sobre la inversión privada y el consumo, cuyas caídas hicieron colapsar las expectativas de crecimiento y bienestar en buena parte del globo. Sin duda es un año desde que descubrimos la ineficiencia de un mercado en el que muchos creyeron y dudaron que pudiera fallar, olvidando de forma crasa un detalle: la eficiencia de un mercado está determinada por la rapidez en que la información nueva es asimilada por los precios de los activos. Era evidente, conforme a muchos analistas, que los precios de los activos y derivados financieros no reflejaban una realidad campante pero ajena para quienes ignoran las complejidades del sistema financiero y del mercado de activos; ignoraban que los bancos y entidades financieras de los Estados Unidos presentaban balances negativos y su inviabilidad se hacía inevitable. Esos activos tóxicos se volvieron en el dolor de cabeza de las autoridades económicas del globo, como lo evidenció la cumbre del G 20 en Londres poco tiempo después del ascenso de Barack Obama.
La crisis estalló en las manos de un gobierno neo conservador que increíblemente creía aún en las tesis libertarias promovidas por Greenspan desde hacía cerca de dos décadas y que fueron exitosas durante la administración Reagan. Sin embargo el desgaste de un modelo de excesos fue irremediable y contundente en sus efectos; la desregulación del mercado financiero, sostén natural del sector real, llevó a que el ingenio de los banqueros y su insaciable apetito hicieran una mezcla singular de flexibilidad en el prestamo de grandes sumas de dinero a familias sin capacidad de pago, afrontar la acumulación de deudas hipotecarias más costosas que las viviendas que sirvieron de respaldo y la posterior tercerización de dichos títulos de deudas impagables que fueron ese canal de transmisión de una crisis que no se veía desde 1930. Contra todos los pronósticos, como diría Ruddy Hommes, Keynes resucitó luego de haber sido sepultado de forma ingrata en la década de los años 1960. Más de un billón de dólares (millón de millones) le ha costado al Gobierno federal recuperar a la economía estadounidense mientras en Europa los planes de salvamento están a la orden del día, especialmente en los motores de la Unión como lo son Alemania, Francia y Reino Unido. El gasto público se volvió en la única medida de choque inmediata para evitar una caída que ya cobra 20 millones de empleos según la OIT y amenaza con aumentar las tasas de paro en el mundo entero. Pero no es la única alternativa. Como lo sugería el presidente francés ante el Parlamento europeo poco antes de culminar su turno en la presidencia de la Unión , la necesidad de implementar un gobierno económico que sugiere unas reformas institucionales profundas es imperativa y, un año después, requiere ser consolidado para evitar una crisis tan profunda y excesivamente costosa nuevamente. Entre dichas reformas, además de las propias legislaciones de regulación financiera es necesario ser conscientes que el comportamiento racional de los agentes económicos es opuesto a como los economistas ortodoxos, aún mayoría, lo concibe; el conocimiento económico básico y el alfabetismo de los ahorradores y usuarios del mercado de activos es un objetivo que todo gobierno económico debe plantearse. El funcionamiento adecuado y armonioso de la economía y los mercados estará determinado por el grado de conocimiento que de su entorno económico tengan los agentes consumidores y de su grado de alfabetización, lo que implica tener los conceptos básicos del mercado claros y definidos en el imaginario del consumidor financiero y, lo que respecta al gobierno, garantizar que las instituciones crediticias suministren información completa y de alta calidad.
A un año del estallido formal de la mayor crisis económica de las últimas ocho décadas no basta el discurso del presidente Obama en el Federal Hall de Nueva York recordando las lecciones del ciclo negativo. Es necesario que se consoliden los procesos de depuración del mercado financiero, no se puede seguir permitiendo excesos que compromete a la reputación de unos banqueros avaros y, lo más importante, los ahorros de millones. Un año para la reflexión, sin duda.
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