Premio a la Nueva Economía
Resultó sorprendente que Williamson y Olstrom hayan recibido el Premio del Banco de Suecia de Ciencias Económicas, mejor conocido como Nobel. Muchos esperaban que fuese premiado un macroeconomista, en vista de las actuales situaciones donde convergen diversas teorías en algo que algunos autores de opinión especializada denominan la batalla de los macro. Publica Paul Krugman en el NY Times una columna dedicada a este momento histórico para las ciencias económicas que conviene resaltar, tanto por la entrega a la primera mujer (Elionor Olstrom) como el hecho que sean de un área aún vista con recelo por los economistas más ortodoxos, como lo es la Nueva Economía Institucional (NEI). Sugiere Krugman que la Economía institucional, no la de la tradición de Veblen y Commons sino el microanálisis organizacional de la economía emprendida por Coase y varios autores notables que introdujeron en ella, entonces rígida y disciplinar basada en el modelo clásico que toma como dados los entornos institucionales y organizacionales que sirven de contexto al intercambio de bienes y servicios y la asignación de recursos, terminos cuasi judiciales, análisis más propios de la psicología humana(Herbert Simon, psicólogo receptor del premio Nobel de Economía hace algunas décadas, estableció el concepto de racionalidad limitada, teniendo como sustento que la organización interna (empresa) se favorece en la medida en que ésta se sirve para hacer más económica una escasa capacidad de computo, así un concepto aparentemente ajeno a la economía vuelve sustento de la teoría económica prácticas menospreciadas por los economistas tradicionales de la vertiente neoclásica); así el comité de entrega de este galardón establece que la economía ha cambiado, especialmente desde la Segunda Guerra Mundial, como lo menciona Krugman, donde el keynesianismo gobernó la escena con sus abstractos modelos (muy útiles a mi juicio para entender y corregir desequilibrios macroeconómicos severos como el actual), pero que fueron perdiendo vigencia en la medida en que seguían siendo insuficientes para entender el complejo contexto de las relaciones humanas de intercambio, propiedad y producción. Hoy en día pensar que el intercambio y la producción está intimamente ligada a las fluctuaciones de la oferta y la demanda es decir una verdad a medias, si se menosprecia el ambiente institucional y las nuevas determinantes de la actividad económica.
La evolución de las ciencias, podría decirse, tienen una relación directa y lineal con el proceso evolutivo de las sociedades; quizás en la época de Marshall pudo ser un notable avance entender los procesos de oferta y demanda, máxime cuando se habla de un poderoso arsenal matemático que dotó a la economía de gran fuerza analíticia y demostrativa. Para las sociedades de finales del siglo XIX y principios del XX un paradigma neoclásico permitía extender en todo su furor el laissez faire, laissez passer del que tanto se han jactado los economistas ortodoxos, sin embargo la existencia de las crisis y de los ciclos depresivos que inciden negativamente en el consumo que traen serios problemas distributivos permitieron concebir a la economía como una ciencia inexacta que quiso construir un modelo de desarrollo basado en las libertades de los mercados. Recuerda Arrow que en un mercado los arboles de decisiones son tan grandes que las facultades mentales humanas quedan cortas para computar tales magnitudes de información, de allí que cuando caen los mercados, especialmente los de capitales o relacionados con estos, surge una conclusión interesante: los precios a menudo no reflejan el valor de los activos, (información imperfecta, incompleta y asimétrica) como sugiere el modelo neoclásico y se rebate el primer gran postulado de la racionalidad completa de los agentes económicos, sin contar que los neoclásicos jamás lograron contestar a una pregunta simple desde la teoría de los precios vigente, ¿por qué los agentes económicos conforman empresas?. Así, con problemas evidentes o preguntas sin respuesta hemos ido construyendo a las ciencias, unas con más facilidades que otras, pero todo apunta a pensar que la economía dejó de ser solamente la disciplina que explica el intercambio en el mercado de las sillas, por citar un ejemplo; ahora la economía, esa nueva que representan Williamson y Olstrom, se pregunta y responde a cuestiones antes ignoradas como "por qué se construyó la silla", "cómo se construyó la silla" y, eventualmente, "cómo se repara una silla", es decir, más que la ejecución efectiva de la actividad productiva cobra relevancia el estudio de las decisiones económicas de los agentes (¿cómo hacerlo?, ¿cuándo hacerlo?). En buenahora se entregó el Nobel a estos personajes, representantes de un economía compleja pero, sin duda, mucho más rica.
La evolución de las ciencias, podría decirse, tienen una relación directa y lineal con el proceso evolutivo de las sociedades; quizás en la época de Marshall pudo ser un notable avance entender los procesos de oferta y demanda, máxime cuando se habla de un poderoso arsenal matemático que dotó a la economía de gran fuerza analíticia y demostrativa. Para las sociedades de finales del siglo XIX y principios del XX un paradigma neoclásico permitía extender en todo su furor el laissez faire, laissez passer del que tanto se han jactado los economistas ortodoxos, sin embargo la existencia de las crisis y de los ciclos depresivos que inciden negativamente en el consumo que traen serios problemas distributivos permitieron concebir a la economía como una ciencia inexacta que quiso construir un modelo de desarrollo basado en las libertades de los mercados. Recuerda Arrow que en un mercado los arboles de decisiones son tan grandes que las facultades mentales humanas quedan cortas para computar tales magnitudes de información, de allí que cuando caen los mercados, especialmente los de capitales o relacionados con estos, surge una conclusión interesante: los precios a menudo no reflejan el valor de los activos, (información imperfecta, incompleta y asimétrica) como sugiere el modelo neoclásico y se rebate el primer gran postulado de la racionalidad completa de los agentes económicos, sin contar que los neoclásicos jamás lograron contestar a una pregunta simple desde la teoría de los precios vigente, ¿por qué los agentes económicos conforman empresas?. Así, con problemas evidentes o preguntas sin respuesta hemos ido construyendo a las ciencias, unas con más facilidades que otras, pero todo apunta a pensar que la economía dejó de ser solamente la disciplina que explica el intercambio en el mercado de las sillas, por citar un ejemplo; ahora la economía, esa nueva que representan Williamson y Olstrom, se pregunta y responde a cuestiones antes ignoradas como "por qué se construyó la silla", "cómo se construyó la silla" y, eventualmente, "cómo se repara una silla", es decir, más que la ejecución efectiva de la actividad productiva cobra relevancia el estudio de las decisiones económicas de los agentes (¿cómo hacerlo?, ¿cuándo hacerlo?). En buenahora se entregó el Nobel a estos personajes, representantes de un economía compleja pero, sin duda, mucho más rica.
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