Brasil, Brasil


"Brasil, meu Brasil brasileiro, meu mulato inzoneiro, vou cantar-te nos meus versos (...)", así como la Aquarela do Brasil, la canción de Ary Barroso hecha famosa por la voz de los Tres Tenores, allá en 1994 en el memorable concierto de Los Angeles, hoy resulta totalmente inaceptable no referenciar al gigante sudamericano en el plano cultural, político y económico. En el contexto geopolítico actual, ya Brasil no es sólo una genial selección de fútbol sino una potencia mundial cuyo peso cada vez es mayor. Desde 1990 a hoy la transformación que ha sufrido Brasil es realmente equiparable al de pocos países en el mundo en desarrollo, quizás un poco los países asiáticos del este podrían yuxtaponerse en el mejor de los casos. En 1990 países latinoamericanos como Chile y Argentina habían iniciado un proceso de apertura económica de un modo mucho más prudente que Colombia pero sin duda contrastaban con el carácter cerrado de la economía brasileña, no obstante su gran tamaño, su peso global era aún insignificante. A partir de la presidencia de Collor de Melo, vapuleado posteriormente por la opinión pública, el proceso de la apertura económica de la mayor nación de América del Sur impulsó severas transformaciones en los procesos productivos. Orientados por una loable iniciativa gubernamental, los empresarios brasileños entraron a evaluar su capacidad instalada, su capacidad de entrar en una competencia con una gran variedad de productos extranjeros producidos a menores costos y quizás con una mayor calidad, fruto de las mejoras tecnológicas existentes, para luego iniciar un proceso de modernización que aún hoy es motivo de análisis de cientos de economistas. Un estudio de la Comisión Nacional de Industriales del Brasil, la CNI, arrojó unos resultados que a todas luces otorgan el éxito actual de la economía brasileña a las medidas emprendidas por Collor de Melo, seguidas por Cardoso y ahora lideradas por Lula Da Silva. Según el informe sólo después de Corea del Sur la productividad del país, es decir, la cantidad de bienes producidos como relación del total de horas trabajadas, creció en un promedio de 8,4%, todo resultado de una crisis interna que se postergó por una década pero que encontró solución en las medidas de acción política que permitieron la tecnificación de los procesos productivos, la mejora en el nivel educativo de la mano de obra y la cualificación de la dirigencia gremial para afrontar un mundo de globalización donde prima la competitividad de las empresas. Siguiendo a Krugman, no es la competitividad la que mejora las condiciones laborales de los trabajadores, sus rentas e impulsa al país por la senda del crecimiento; la causa de la riqueza de unos y la pobreza de otros radica en la productividad. América Latina y en general el bloque de países emergentes tienen como característica común que, producto de su precaria capacidad instalada en empresas, la baja cualificación de la mano de obra y las aún muy primarias políticas de planificación económica, son economías de productividad muy baja que se traduce en bajas rentas y un PIB per cápita insuficiente. Es así como Brasil, una vez asumió el reto de la apertura, inició un impresionante proceso que hoy arroja resultados sorprendentes en su capacidad productiva, incrementada muy por encima del promedio mundial, y uno de ellos es realmente contundente: mientras en Colombia el doctorado lo reciben menos del centenar de profesionales por año, cifra incrementada en los últimos años producto de fuertes inversiones en becas y créditos blandos condonables, Brasil cuenta con un ejército de casi 60 mil doctores investigadores, distribuidos en varias organizaciones lideradas desde el Estado, con acompañamiento del sector privado y con presencia en casi todos los estados de la unión. En el campo económico, si bien Brasil aún maneja elevadas cifras de pobreza y coberturas sociales que no son óptimas, su panorama es mucho más halagador: el último en entrar en el ciclo negativo de la economía mundial y, al menos en América, el primero en salir. En los últimos diez años su PIB está ubicado entre los más importantes del mundo con perspectivas de crecimiento aún positivas. Hoy la política del Gobierno, lejos de ser similar a las de países como Venezuela, ha aceptado la inefable tarea de reestructurar la distribución de la renta sin quitarle el puesto privilegiado que ostenta el aumento de la producción y la defensa de la propiedad privada, eso sí un poco más responsable que en el resto de naciones del continente. El carácter social de Lula Da Silva no le impidió reconocer que el modelo de mercado libre posibilita aún más la capacidad de una sociedad de generar riqueza porque a pesar de que en los últimos 10 años más de 17 millones de brasileños superaron favorablemente la línea divisoria de la pobreza, una fracción equivalente a la población de Colombia y Bolivia juntas aún padece las vicisitudes de la pobreza y la miseria y dificilmente las superarán si se sumen en modelos ineficientes de transferencia, muy apegados al populismo pululante en América Latina. Como las tendencias históricas parecen demostrarlo, la sociedad brasileña ha experimentado una transformación en sus procesos productivos que ha imprimido un carácter a sus otrora insostenibles e inquietantes modelos de acción política donde era común la presencia de déspotas y dictadores de dudosa reputación que llevaron al gigante a sus más deprimentes estadios. Hoy el Estado brasileño es una organización moderna, reconocido globalmente por sus instituciones sólidas y bien definidas que han fortalecido el clima de negocios que hoy es favorable en las grandes ciudades, especialmente Sao Paulo, Río de Janeiro y Brasilia, no obstante los grandes retos adicionales a la pobreza están definidos por unas poderosas mafias narcotraficantes que se han adueñado de fahvelas enteras (cosa que no debería impresionar a los colombianos) y los escándalos de corrupción de ciertas autoridades regionales que aún nos recuerdan que la tarea del gran vecino del sur no está concluida. Sin embargo parece ser el único que a la luz de los inmensos desafíos regionales podrá levantar su mirada y decir que cumplió su deber antes que todos nosotros. Bien por los brasileños....y ánimo para el resto de latinoamericanos.

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