"Quien hace su trabajo, gana su comida, paga sus impuestos y mantiene su familia es un buen ciudadano; pero si no hace nada para que cambie algo su sociedad, es un ladrón. Todos debemos hacer lo que nos corresponde y un poquito más. Ahí recién estamos contribuyendo al bienestar general" W. Churchill
El término responsabilidad social es bastante generoso y a veces se somete a cierto grado de malinterpretación, especialmente en un país propenso a la indiferencia como Colombia. Unos optan por el enfoque descriptivo y otros por el normativo, uno habla de lo que se hace y otros, en una mayoría, de lo que deberían hacer. El segundo problema que enfrenta el asunto de la Responsabilidad Social es que siempre suele dejarse claro qué hacer, pero pocas veces se establece una política y una estrategia que describa con algo de precisión el cómo hacerlo. Pero el consenso, al menos en la academia, es que la acción social del sector privado es el complemento adecuado del quehacer estatal. Creo firmemente que debe ser el aspecto que inevitablemente los empresarios y quienes aspiramos a movernos en estas huestes deberíamos ser capaces de entender; en un sentido general, la responsabilidad social es esa decisión que una empresa fuera de su razón social, es decir, lo que produce o para lo que está constituida, adopta con el fin de impactar en la sociedad. Más recientemente se incorpora, como reconocen algunos expertos, el concepto de la RS en el contexto del desarrollo humano sustentable, particularmente con el ambiente. La globalización y el deseo de la competitividad de las empresas en un mercado abierto y continuamente fluctuante a impuesto nuevos parámetros en la toma de las decisiones de las firmas, mucho más allá de sus fronteras productivas y contractuales, y es el hecho tácito que en un contexto donde se ha generado tanta riqueza para las sociedades económicas en 50 años como nunca antes se hizo es absolutamente indispensable permitir, y quizás exigir, una retribución de los beneficios a otros sectores de la sociedad que no accedieron de forma directa a ellos, ésto es, formación de capital humano, promoción de los derechos civiles, políticos y económicos o la protección del hábitat.
La evolución de la Responsabilidad social a lo largo de la historia sugiere el cambio en el paradigma dominante. Durante el siglo XX, la RS se concibió desde la percepción económica clásica de la conmiseración, donde quien tenía la bonanza material sustraía una pequeñísima parte para entregarla a los desposeídos, en ocasiones sin verificar en lo absoluto el impacto que esta contribución, puramente asistencial, tendría en el bienestar general. Un sentimiento filantrópico espontáneo, loable de cualquier modo, no cumplía con el carácter que impone el compromiso social. Durante las últimas décadas del siglo y principios del nuevo, el concepto de la responsabilidad social evolucionó: luego el Estado, consciente que toda actividad económica incide de alguna forma en el bienestar de la población, establece criterios jurídicos que se constituyen en las primeras bases de la Responsabilidad Social. Pero es la etapa actual la que establecerá los criterios más avanzados en este sentido; algunos sugieren que la evolución se constata cuando se pasó del precepto de dar a quien pedía, para hoy tener en la escena de la discusión una serie de organizaciones e instituciones dedicadas exclusivamente a fomentar y ejecutar la RS con un trasfondo mucho más consciente con el concepto de la pobreza multidimensional, que aborda no sólo perturbaciones distributivas sino que encierra también conceptos antes menospreciados como la cultura, los valores, el medio ambiente y el capital social, que instiga a pensar que las soluciones de este problema social radican en la generación de interacciones pertinentes que generen valor agregado y un impacto en todas las dimensiones del problema. Ya el fundamento económico prevaleciente hace pensar que el asunto no es asistir al desposeído, quizás más movidos por exenciones tributarias o simple snobismo, sino dotar a la población vulnerable de las herramientas necesarias para que ella sea la que por sus propios esfuerzos supere sus limitaciones y vulnerabilidades.
Pero no puede adoptarse radicalmente el enfoque corporativo de la RS como el único válido en nuestras sociedades. Es indispensable que desde el individuo como agente social y económico se logre adquirir la suficiente consciencia que le permita reconocerse como parte de un gran contexto denominado sociedad, un gran contrato social que se acepta desde el nacimiento, cuando recibimos los primeros servicios de este gran pacto implícito, que nos obliga a asumir una funcionalidad con el entorno, dejando de lado un poco la propensión natural al individualismo que, si bien es respetable y debe permitirse, no puede obstruir el hecho que la única manera de mantener el orden que beneficie a todos es cuando reconocemos que tan importantes como nuestras obligaciones personales son nuestras obligaciones sociales. Pero, al margen del discurso social rancio de otrora, no puede asumirse que la Responsabilidad social reemplazará y sustituirá el ejercicio de la acción pública del Estado. No obstante es perentorio reconocer que la Responsabilidad Social realmente valiosa, especialmente en economías emergentes, es aquella que fomenta la productividad, la acumulación de conocimiento y la transferencia de tecnologías sociales y de producción que promueven el desarrollo económico y, aún más allá, el equilibrio que desde Sen se bautiza como Desarrollo Humano Integral y Sustentable.
Cuando en Colombia se habla de un nuevo contrato social, se hace referencia tácita a la RS y al quehacer estatal. Este juego no es de suma cero y el Estado no puede negarse a cumplir cabalmente su compromiso, entre ellos el de mantener los mercados en el punto más cercano a su eficiencia, y las empresas e individuos a responder positivamente con su entorno. Es la cláusula simple en la cual toda sociedad respetable sustenta el espíritu de su progreso y su avenir claramente visualizado. Cuando esto no sucede, podría citar a Alicia, en el País de la Maravillas, cuando frente al Minino de Cheschire, ésta le pregunta: "Minino de Cheschire, ¿podrías decirme cuál es el camino para salir de aquí, por favor?, el minino, todo menos estúpido, replica: ¿a dónde te diriges acaso?, "No me importa", repuso ella, a lo que el sabio gato sentenció: "si no sabes a dónde vas, no importa mucho el camino que tomes"; sólo cuando sepamos a dónde queremos ir como sociedad entenderemos que sólo un camino nos sirve para llegar a felíz destino, de lo contrario, sólo el caos, el fracaso y la miseria nos recordará que bastaba un poco de responsabilidad y consciencia para evitar pagar el alto costo de nuestra confortable negligencia.
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