Haití: el antes y el después de la catástrofe
Desde hace más de un siglo, quizás dos, los teóricos de las ciencias económicas han procurado explicar estos extraños fenómenos de las diferencias sociales. Desde Smith hasta los más recientes aportes de la corriente neoinstitucional, que sugieren que los problemas distributivos son más consecuencia que una razón en sí misma y hallan respuesta a las perturbaciones sociales en escenarios más abstractos como las estructuras de gobernación, se ha pretendido explicar la razón por la cual hay diferencias tan profundas entre un país pobre y uno rico, ¿en qué consisten esas diferencias?¿dónde se originan?. En el caso concreto de Haití y República Dominicana aparece en el escenario el contraste entre las instituciones de uno y otro país en un periodo determinado de tiempo; por una parte aparece este segundo país con una solidez en sus instituciones políticas, con excepciones críticas como la dictadura de Trujillo, pero que en los últimos años en gran medida ha conservado una estructura de gobernación sólida que parte del hecho de tener claramente definido el orden del Estado, la división de los poderes públicos, un sistema legal organizado y una estructura productiva definida, basada en el turismo que ha permitido que enclaves como Santo Domingo y Punta Cana sean destinos apetecidos por turistas internacionales. Cuando North habla de lo que diferencia a un país rico de uno pobre es la calidad de sus instituciones el fenómeno que ocurre en La Española parece ajustarse llamativamente a su aforismo. En la otra cara de la moneda, Haití, la situación era ya caótica y merecía ser estudiada, antes del sismo.
Desde su misma época colonial este país no ha tenido una identidad definida, por un lado conquistada por los españoles que cedieron a Francia a este bastión objetivo permanente de los filibustiers y corsarios del Caribe que luego durante su vida republicana la inestabilidad política, como las prolongadas dictaduras donde primó la corrupción y el deterioro de los sistemas legales en torno a la figura de un líder fuerte supresor de las libertades individuales, tal como el caso de la tristemente célebre dinastía Duvalier, supuso el empobrecimiento progresivo de su débil economía, principalmente por la ausencia de la iniciativa privada y de su practicamente nula capacidad de transar y participar en los mercados internacionales. A pesar de su posición privilegiada en medio del mar Caribe, la pésima calidad institucional impidió que los incentivos para producir, intercambiar y acumular y así generar riquezas fuesen lo suficientemente fuertes para garantizar prosperidad y bienestar. Es así como muchos economistas han definido que gracias a estas debilidades la capacidad instalada de las empresas haitianas es mínima, no son competitivas, su presencia en el comercio internacional es despreciable y el papel del Estado es absolutamente incierto. La debilidad de las instituciones del país caribeño es simbolizada con la caída del Palacio Nacional, sede de su gobierno, producto del sismo que provocó la emergencia humanitaria más grande de la historia reciente.
Comentarios