El modelo liberal en Colombia

Mucho se ha escrito en torno al modelo económico liberal. Por un lado los defensores del modelo que no han vacilado en otorgarle el mérito completo por los altos estándares de bienestar en el mundo desarrollado, por la creación de riqueza sin precedentes y por privilegiar a las libertades individuales luego de que en la Historia de las sociedades el colectivismo con tintes autoritarios fue el factor común a casi la totalidad de las naciones. De allí que un modelo colectivista como el socialista y sus congéneres representase un peligro para el esquema de libertades que consagra el modelo defendido. Por otro lado están los detractores del sistema, quienes sencillamente lo han responsabilizado de las grandes diferencias sociales, de la pérdida de bienestar en los países emergentes y de dilapidar los recursos naturales en nombre de la generación de riquezas; en pocas palabras, quienes atacan las tesis liberales están convencidos de la necesidad de replantear un modelo inhumano, que privilegia al capital y que escudado en la libre competencia permite toda clase de arbitrariedades. Estas posiciones tienden a acentuarse en época electoral, especialmente en los países emergentes como Colombia, y a concentrar buena parte de la atención de quienes al final terminan convencidos de ser víctimas del sistema. Pero, ¿por qué el modelo liberal ha tenido tantos resultados en los países anglosajones, en Europa occidental y en los países del sureste asiático y ha mostrado tantas falencias en América Latina, África y el resto del mundo?

Para responder a este interrogante bien convendrá hacer una revisión ligera de los postulados de la teoría económica neo-clásica y sus diferentes derivaciones filosóficas. Desde la publicación de la Teoría de los Sentimientos Morales, en el siglo XVIII, seguido con la Riqueza de las Naciones y las obras que determinaron el curso de la teoría liberal, el principal punto de referencia ha sido el deseo individual del ser humano de maximizar su sensación de bienestar, siendo la agregación del beneficio individual el anhelado bienestar colectivo, el beneficio social. Es así como inicialmente se parte de supuesto filosóficos que pretenden entender el funcionamiento de las relaciones de intercambio que parecen fluir espontáneamente entre los individuos y se da las primeras puntadas para la estructuración de un modelo económico basado en las libertades individuales y que reprocha todo intento de constructivismo que pretenda regularlas. Con el paso de los tiempos, la economía adquiere un carácter mucho más científico y mucho menos humanístico y la percepción empieza a fortalecerse aunque no cambia drásticamente: los mercados están estructurados a partir de instituciones tácitas y dadas que logran que el orden espontáneo permita la asignación más eficiente de los recursos. Los modelos económicos de libre mercado irán demostrando que toda intervención resta eficiencia al mercado y la consecuencia natural es una pérdida pronunciada en el bienestar colectivo y que la utilidad, desde una visión muy walrasiana, determinará la toma de decisiones individuales y colectivas.

No obstante la aparición de modelos económicos que privilegian a los cuerpos colectivos, como el socialismo y el cooperativismo, hasta el momento ninguno ha mostrado resultados contundentes que permitan pensar eventualmente en el éxito de la centralización de las actividades económicas en el Estado. De hecho hasta el momento ningún modelo económico ha tenido éxito si está descontextualizado de un escenario político e institucional. El socialismo soviético tuvo éxito en los países que se encontraban al oriente de la Cortina de Hierro en torno a Moscú, durante algunas décadas, pero sus fallas congénitas simplemente hacían pensar que a pesar de estar presente en unas sociedades cuyas tecnologías sociales resultaban apropiadas, es decir, donde el sistema legal formal pero también la cultura y las tradiciones favorecían el espíritu colectivo, difícilmente el sistema económico socialista trascendería, como en efecto se demostró con la caída del Muro de Berlín y la implementación de las reformas liberales de la Perestroika en el gobierno de Gorbachov. El modelo resultó ineficiente para satisfacer las necesidades individuales que al verlas desde el enfoque colectivo resultaban monstruosas para que un líder, por idóneo que fuera, tuviese las facultades para saciarlas. El socialismo fue regresivo, estancó económicamente a las sociedades en las que se implantó y la pérdida progresiva de libertades individuales y los derechos civiles, políticos y económicos de los ciudadanos marcó el desprestigio popular del sistema.

En el otro escenario está el modelo liberal, que tuvo su mayor auge en la década de 1920, cuando los Estados Unidos se erigían vencedores absolutos de la Gran Guerra y lograban posicionarse en el lugar dejado por naciones europeas seriamente afectadas por el conflicto. La producción a tasas elevadas y sostenidas de crecimiento hicieron de la nación del norte el coloso económico más grande del planeta, sustentado en la iniciativa privada y con el respaldo teórico de la escuela neo clásica en donde el bienestar se construía a partir de la maximización de una utilidad que sólo el individuo o el agente económico involucrado podría entender para poder decidir en beneficio suyo. De allí que la aversión a la intervención estatal motivase la des regulación, especialmente en el mercado de activos que precipitó un fenómeno perturbador consistente en fallos en la información disponible que se reflejan en los precios. Por ello con el crack de octubre de 1929 en la Bolsa de Valores de Nueva York se marcó un punto crítico en el funcionamiento del sistema económico liberal, que debió replantearse como cuestión de supervivencia durante la recesión de la década siguiente. Es así como un fallo institucional consistente en una incapacidad del Estado y sus agencias reguladoras de seguir el comportamiento de los agentes del mercado, producto de una flexibilidad excesiva de los sistemas legales y de una cesta de valores donde prevalece el deseo de maximizar una utilidad y de ostentar una libertad inerte afectó a todo el sistema económico y lo conminó a replantearse, a pesar de que el error en el cálculo fue más político, más responsabilidad de los policy makers, que de los agentes económicos como tal, ¿cómo puede saber un inversionista que está comprando un activo sobre valorado si no existe un aviso de alerta emitido por quien debería manejar esa información valiosa para decidir invertir?. Replantear el sistema económico requirió más un replanteamiento en el ejercicio de la administración y la formulación de leyes, que logró que el Gobierno organizase un esquema basado en la regulación moderada y en la inversión pública intensiva que moviera al consumo, que para Keynes significaba el nuevo paradigma: el crecimiento y la producción estará determinada por la demanda.

Con la aparición de teorías alternativas el sistema económico liberal sufrió modificaciones que lo hicieron más moderado, no obstante el éxito del modelo en la gran mayoría de los países anglosajones, de Europa occidental y los países del sureste asiático hace pensar que el problema derivado de los discretos resultados del liberalismo económico en América Latina y especialmente en Colombia radica en un fenómeno más amplio que el económico e involucra dimensiones políticas, culturales e incluso legales. Haciendo un contraste ligero se encuentra que todos los países que alcanzaron altos niveles de desarrollo a partir de las economías abiertas y la iniciativa privada ostentan a su vez sistemas legales eficientes, estabilidad en sus sistemas políticos, derechos de propiedad bien definidos e incluso valores culturales y tradiciones mucho más sólidos que en los países emergentes. De manera que, citando un caso concreto, España durante la dictadura franquista y la primera mitad del siglo XX fue una economía discreta, con niveles muy similares a los de cualquier país latinoamericano, pero con la instauración de la monarquía constitucional y el re establecimiento de las instituciones democráticas y políticas la economía española creció lo suficiente para en la década de 1990 estar en el selecto grupo de las diez naciones más ricas y avanzadas del planeta.

Caso más cercano es el chileno; la concertación política, un Estado fuerte, la coherencia de la decisión colectiva, la liberalización de mercados y la protección de la inversión privada en un contexto de libertades ha permitido a Chile ser la nación más avanzada de América Latina, mientras países con economías abiertas pero marcos institucionales débiles como Ecuador, Perú y Venezuela presentan altos índices de pobreza, distribución desigual de la riqueza, bajas coberturas en servicios sociales y una incapacidad del Estado de proveer bienes y servicios de calidad y suficiente a la población. Mientras en Chile la corrupción y la ineficiencia burocrática es una excepción, en países como Colombia es una regla que se configura fácil: un Estado débil, con un sistema político y legal ineficiente y libertades excesivas producto de la difusa regulación, entre otras condiciones que trascienden a lo productivo y distributivo. El sistema económico liberal ha traído al mundo riqueza como pocos en la historia, pero en ausencia de un sistema político y de un contexto institucional coherente es un modelo peligroso que puede traer resultados adversos. El problema es que hasta ahora ningún modelo económico ha tenido éxito en la Historia de las sociedades económicas en ausencia de estructuras de gobernación eficientes. El problema entonces consiste en un análisis reduccionista, fomentado por defensores y detractores, del funcionamiento del aparato económico de la sociedad colombiana mientras se discrimina el funcionamiento del Estado y los individuos en contextos culturales, políticos y, en general, institucionales (Por algo North, premio Nobel de Economía en 1993, sugirió que el Estado es una categoría de estudio en sí misma). Finalmente los problemas de la economía están inmersos en un fenómeno mucho más amplio, el de las relaciones sociales.


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