Fallo para la Historia


"Para que no se pueda abusar del poder, es preciso que el poder detenga al poder"
Montesquieu

El Fallo de la Corte Constitucional de Colombia por el cual se declaró inexequible la totalidad de la ley que convocaba a referendo para que por aval popular el Presidente de la República ya reelecto pudiese aspirar a un tercer periodo consecutivo representa un precedente fundamental en la Historia de las instituciones colombianas y marca varios aspectos que conviene resaltar. Por una parte, a pesar de que una buena proporción de la opinión pública esperaba poderse pronunciar sobre la conveniencia que Álvaro Uribe estuviese cuatro años más en la presidencia, los más férreos defensores del orden jurídico y de las instituciones políticas de la democracia, no necesariamente opositores, consideraban que la tarea a la que fue llamado el actual presidente se cumplió, con cualquiera que fuese el balance, y conviene más permitir el retiro del Jefe del Estado en el plazo estipulado y así impulsar la llegada de un nuevo presidente. Pero el otro aspecto llamativo es que, a pesar que muchos opositores tomaron como pretexto la reelección presidencial para tildar a Colombia de banana republic (no obstante que la mayoría de países contemplan arreglos institucionales que permiten la reelección inmediata de un presidente), el hecho que la Corte Constitucional haya fallado en el sentido que lo hizo pone en un lugar importante a Colombia en una región donde se ha preferido a hombres fuertes en lugar de las necesarias instituciones eficientes.

El fallo de la Corte pone de manifiesto que contrario a la creencia un tanto mezquina de algunos (finalmente la indignación moral sobre el asunto procedía de una apreciación que reside en lo subjetivo y que parte de la animadversión por el Presidente), Colombia ostenta un sistema político que aunque dista aún de ser el indicado para las necesidades del país está mucho más cercano al deber ser del mismo. Si bien el presidente de forma tácita impulsó su propia reelección, nunca se opuso al correcto orden jurídico del Estado colombiano y haber permitido que la Corte estudiara la ley que eventualmente haya podido beneficiarle y finalmente acatar la decisión que se derivó del mismo estudio lo demuestran así. De otro lado el fallo supone para el Congreso de la República un golpe que bien interpretado debe conducir a revisar la forma en que producen leyes y generan los arreglos institucionales que le competen, finalmente es una organización con una razón de ser definida en la legislación vigente y se entiende que si su objetivo no se cumple cabalmente es necesario aplicar correctivos, pierde su raison d'être: un Congreso que no es consciente del impacto legal, político o económico que tienen sus determinaciones y que permite la transmisión de los vicios de la política en su producto final, las leyes, merece algo más que una crítica. Sin duda estamos en moratoria de replantear la forma en que funciona y opera la principal institución democrática de la nación.

Pero más allá de lo objetivo en el plano jurídico, queda planteado un contexto político. Y la política podrá serlo todo, pero no se sustenta en la objetividad. Así que el retiro del Presidente Uribe el próximo 7 de agosto indicará la necesidad de que las mayorías, en un contexto de reglas de juego claras, deban llegar a un gran acuerdo, a una Concertación que como se vino haciendo en Chile planteó pactos tácitos, informales, que pronto se vieron reflejados en el funcionamiento de los órganos oficiales del Estado chileno y en una muy buena parte son responsables del éxito del modelo del país sudamericano, es decir, aquellos arreglos informales que se formalizan a fuerza de ser una práctica acostumbrada que no es más que una rutina que en este caso alejó a Chile de ser un Estado fallido y lo acercó a los linderos del primer mundo. Si quienes quisieron impulsar su prestigio político adoptando al uribismo como fundamento de sus proyectos y propuestas programáticas logran impulsar una coalición que permita la continuidad y mejora de las iniciativas y acciones del Gobierno de Uribe, obrarán coherentemente con el sentir de unas mayorías populares que innegablemente prefieren un país con Álvaro Uribe que sin él. No obstante en el nuevo escenario será necesario ser creativo, quizás de allí el próximo presidente no sólo logre ser una continuidad sino también un nuevo aire para un país que requiere mucho más que un hombre fuerte. Afortunadamente el fallo de la Corte sentó un grato precedente.

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