¿Para qué la seguridad?
Mucho se ha discutido sobre la necesidad de la seguridad, especialmente en un país emergente como Colombia. Es cierto que es preferible un país seguro a uno inseguro, que la seguridad se sintoniza casi que de forma directa con la estabilidad institucional y que esta generalmente es el rasgo característico de las naciones más avanzadas. Era de esperarse que un país cuyo desempeño en todos los campos ha estado impactado por la ilegalidad y la violencia derivada del conflicto político y luego del flagelo del narcotráfico asumiera a la seguridad como un tema prioritario. No obstante parece que luego del bombazo en el puerto de Buenaventura y los constantes asedios en el norte del Cauca, la incidencia de los asuntos de seguridad y defensa nacional del debate político no pierde vigencia, como algunos muy convenientemente lo esperaban para privilegiar a lo social.
Evidentemente ese sigma planteado entre la seguridad y la convivencia y los temas relacionados con la política social es más el producto de una conveniencia ideológica de ciertos movimientos que el resultado de un análisis real. Resulta mucho más favorable para un elector darle las razones más válidas para pretender un ambiente de seguridad y estabilidad que establecer una divergencia innecesaria. Es cierto que la seguridad, entendida como la capacidad del Estado de neutralizar fenómenos delincuenciales y de prevenir y castigar la ilegalidad, puede atraer inversión, la inversión genera un aumento en el producto de la economía, traducido en formación de capital y por consiguiente el consumo, motor de todas las economías, se dispara. Un escenario llamativo pero que para el votante incauto poco o nada interesa, quizás por su abstracción , finalmente porque los beneficios económicos de la seguridad distan de ser de corto plazo y es más fácil por eso caer en la trampa de la disyuntiva entre los temas sociales, que se denuncian descuidados por un gobierno más obsesionado con recobrar la esquiva estabilidad, y la defensa de la autoridad del Estado. No es erróneo sugerir que la defensa de una u otra tesis encierra dificultades cuando se consideran los extremos, pero por eso debería ser más poderosos el argumento de una política integral de bienestar, que necesariamente debe propender por la paz y la tranquilidad, ¿alguien aún duda de eso?
¿Para qué la seguridad?, para un votante prevenido quizás la concepción de la seguridad se apoye en varias teorías. Pero el convencimiento de un votante desprevenido debería ser simple: hay suficientes problemas sociales como para agregarle un problema más basado en una manga de delincuentes. Simple. Si su barrio es pobre, no tiene servicios públicos, no hay en el horizonte una solución a las complejidades del sector, ¿le parece justo que sea también un nido de pandillas, milicias y grupos armados dedicados al tráfico de drogas, por ejemplo?, en mi parecer ya se tiene suficiente. Si fue primero la pobreza y luego la violencia o si fue primero la violencia y luego la pobreza, es un debate bastante abstracto que en nada se compadece con quienes viven tanto una como otra situación.
El asunto de la seguridad es un tema de bienestar. Una sociedad no puede estar bien si es pobre, tiene hambre y no tiene dónde dormir, pero tampoco puede serlo si además de carencias sus miembros trafican con drogas, se matan, secuestran y ponen en riesgo constante la vida de inocentes alejados de la ilegalidad. Es por ello que el tema en la presente coyuntura electoral no puede verse como algo exclusivo de un grupo político, la seguridad no puede ser menos que una política estatal que procure el castigo severo de quienes infringen la norma y que sea la garantía de la tranquilidad de las mayorías que están alejadas del conflicto de intereses.
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