Un tema de campaña, un asunto de prioridad


¿Hasta dónde va el interés de los candidatos presidenciales en Colombia para otorgarle al narcotráfico el lugar que realmente tiene como causante de buena parte de las desgracias de la historia reciente?; parece que el muy seguro candidato presidencial para una eventual segunda vuelta, Antanas Mockus, pone de manifiesto que la ilegalidad más dañina e insidiosa es aquella que se engendra en el narcotráfico. Este fenómeno perverso ha logrado que la ilegalidad, definido como un desacato sistemático a la ley, se convierta en un lastre que ha penetrado a todas las esferas de la sociedad colombiana. De allí que ninguna política gubernamental podría deslindarse de un combate efectivo al narcotráfico desde las medidas que se consideren, como puede ser el uso de las armas del Estado o la legalización del tráfico que aniquilaría a los altos precios del producto y haría poco atractivo a este negocio.

Colombia ha entendido bastante bien los costos sociales reales del narcotráfico. Por una parte la calidad de las instituciones ha disminuido en la medida en que en el ejercicio de la negociación colectiva intervienen intereses perversos ligados al negocio maldito y pareciera que ese punto, las relaciones entre políticos y delincuentes narcotraficantes, ha sido el estímulo necesario para que las conductas detestables asociadas al dinero fácil penetren con facilidad en la estructura institucional de la sociedad y logre definir conductas. Los costos sociales se pueden medir en la perdida de eficiencia de los mercados políticos que ha impuesto fallas en la información, ha constreñido la elección social y ha privilegiado el interés de la dirigencia política en detrimento absoluto del interés común, así como en el número de desplazados, muertos, secuestrados, desaparecidos, capturados y extraditados que deja el conflicto. Bien recuerdan algunos que no son pocos los conflictos armados donde su determinante tácita o explícita, según el caso, es un interés económico poderoso y la guerra en Colombia dejó de ser un conflicto político el mismo día en que los grupos armados hallaron como mecanismo de financiación ilimitada al rentable negocio de las drogas, cuyo mercado es sencillamente envidiable si se analiza como negocio: ¿a qué empresario no le gustaría que su demanda fuera totalmente inelástica, es decir, que los compradores y consumidores no tomen la decisión de consumir en función de los precios?, en otras palabras, ¿a qué empresario no le gustaría que sus clientes siguiesen comprando sin importar si sube o no el precio?

El problema es que no se ha reflexionado de los costos económicos del narcotráfico. En un trabajo reciente, el decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad del Valle expone que las dinámicas del crecimiento económico en Colombia tuvieron una reversión en su tendencia observada hasta 1980, año en que producto de varios hechos sobrevinientes, económicos y extra económicos, se identificó un cambio estructural. Además de la palpable desindustrialización de la economía y la pérdida de autonomía tecnológica, no muy evidentes, es en la década de los años ochenta cuando los grupos armados irregulares se expanden y el narcotráfico entra en el escenario nacional con gran poder corruptor y poderosos ejércitos ilegales. El crecimiento económico entre 1925 y 1978 fue superior, en promedio del 6%, al crecimiento promedio de los últimos 30 años que fue del 3, 3%; ahora bien, una explicación tiene su origen en la perdida de productividad multifactorial, que se ve reflejada en la desaceleración del crecimiento. Para varios autores la discreta tasa de crecimiento de Colombia entre 1980 y nuestros días se explica en que los fenómenos de violencia muy asociados al narcotráfico han disminuido la productividad.

No obstante es claro que la economía se ve afectada en un clima de inestabilidad institucional y de pocas garantías sobre los derechos de propiedad, aún así no existe motivo para creer que la tasa de homicidios y la expansión de los cultivos ilícitos se cointegren con la desaceleración económica. Por otra parte es prudente decir que el narcotráfico no fue un hecho fortuito, un "reversal of fortune", es más bien la respuesta a políticas erradas y sucesivas. Pero eso es ya pensar en lo que pudo ser y no fue, lo importante es caracterizar al narcotráfico como una tara económica severa.

Para una visión más estructural, que vincula más escenarios y dimensiones en el problema del crecimiento económico bajo, resulta que a grandes rasgos el narcotráfico no impacta directamente en la productividad sino en la inversión. Alrededor del fenómeno del tráfico de drogas ilegales existe una maquinaria que reasigna recursos y factores, pero no en el nivel planteado de incidencia, como el hecho de desvincular del sistema educativo o de la fuerza laboral regular a personas con baja cualificación para ejercer actividades improductivas, como el sicariato o la protección de los grandes capos. Del mismo modo desde 1980 es sensible el aumento en la tasa de homicidios en Colombia, no obstante los análisis empíricos concluyen que no han impactado en los términos planteados al desempeño económico. Una variable que cambia el panorama desde 1980 es el índice de secuestros, ¿por qué?, evidentemente el sicariato afecta a todas las capas de la sociedad, pero su incidencia en quienes concentran la riqueza no es considerable, mientras el secuestro vincula el patrimonio de las familias con mayores ingresos, además de ser un mecanismo de presión política. Si un fenómeno de la violencia ha intervenido en la actividad económica es el secuestro, que impactó directamente en la inversión privada, que aunada a un proceso de desindustrialización producto de una política económica basada en un estímulo excesivo a la apertura comercial y al desmonte de un estado mucho más vinculado a la planificación industrial despejó el camino para el cambio estructural del periodo comprendido entre 1980 y 2009.

Así las cosas, además de una política macroeconómica coordinada y un estado que fomente la industrialización, la educación formal, el aprendizaje práctico, la investigación y el desarrollo y aprovechamiento de tecnologías, como lo demuestra el estudio del profesor Ortíz y lo que hemos expuesto, mientras convivamos con el narcotráfico y los fenómenos subyugados a él es improbable que lleguemos al desempeño óptimo. El narcotráfico debe ser más que un tema de campaña, debe ser un asunto de prioridad.








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