Competencia inédita


Es una competencia inédita. La campaña por la presidencia de la República no se asemeja en lo absoluto a las campañas de antaño, donde el bipartidismo era la regla y la repartición del poder pasaba de nombre en nombre pero nunca cambiaba de manos. La campaña de hoy por eso parece atípica; por una parte no hay disyuntiva de derechas e izquierdas o de partidos tradicionales, pero está el deseo de una mayoría de mantener el legado de dos gobiernos consecutivos de Álvaro Uribe Vélez. No obstante el ejercicio de la política es el mismo, visceral, polarizante y carente de argumentos, en eso esta campaña se asemeja a todas las anteriores.

En la cabeza de las preferencias de los electores está Juan Manuel Santos, uribista ortodoxo y quien finalmente se destapó como el preferido del presidente, en quien éste y sus seguidores más cercanos ven como el heredero de los aspectos más relevantes del saliente jefe de Estado. Pero en el otro lado está Antanas Mockus, un político particular, moderno y sin duda afecto con sectores tradicionalmente críticos de la deliberación política, como la academia y las juventudes; no obstante es difícil pensar en el ex alcalde de Bogotá y académico como un punto opuesto del Gobierno actual y eso hace aún más interesante la contienda electoral de mayo. Dos candidatos de corrientes similares pero con significados diferentes: uno ortodoxo, que representa para muchos a las clases políticas dominantes tradicionales pero también a los aspectos sombríos del Gobierno de Uribe Vélez y otro que representa intereses políticos e ideológicos similares pero tiene su mayor fortaleza en promover aspectos en los cuales el régimen saliente falló y que no queda mucho más que aceptar como errores garrafales de omisión y altamente comprometedores, como la lucha contra la pobreza, la corrupción y el clientelismo.

Al margen de todo ello no se logra entender cómo un candidato como Mockus es desaprovechado por muchos de sus seguidores, en el sentido que ostenta todas las condiciones para evitar que quienes son afectos a su campaña se encierren en el viejo método de desprestigiar al contrincante para beneficiar a su candidato. Mockus no lo necesita y realmente es frustrante ver cómo en el ejercicio político tradicional aún se imponen los epítetos, las acusaciones infundadas o el simple hecho de la presunción de culpabilidad del acusado, bastante opuesto al sagrado derecho a ser considerado inocente hasta ser demostrado lo contrario. Evidentemente Santos es un estratega, como ministro en todas las ocasiones tiene resultados concretos que mostrar y es el candidato que se quiera o no va adelante en los sondeos y tiene un cartucho bajo la manga. Mockus por ello debe enfilar su artillería más en no hablar de su exitoso pasado, un buen precedente, y en permitir que su campaña evite al máximo incurrir en la mala práctica de la calumnia y de la polarización: tiene mucho por mostrar y su plan de gobierno es ciertamente inspirador.

El panorama político se muestra aún confuso. Claramente Noemí Sanín saldrá en la primera vuelta para ceder su paso al ex rector de la Universidad Nacional, cuyo ascenso vertiginoso es una tendencia ya con derecho a ingresar a la Historia. Sin embargo paro los conservadores elegir entre el candidato verde y el candidato uribista no es una disyuntiva; los votos azules irán a las arcas de Santos y ese es un reto del que debe ser consciente Mockus, cuyo mayor baluarte es la juventud tradicionalmente escéptica políticamente. Los 'falsos positivos' serán el mejor recurso de quienes están atrás para eventualmente subir en las preferencias de los votantes, no obstante considero que Mockus no debe entrar en ese juego. Su condición es superior a tan bajas pasiones.

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