Debates

Las ciencias tienden a ajustarse a los cambios en los tiempos. Las ciencias hoy no son las mismas de hace un siglo e incluso no son las mismas de hace un par de décadas, no obstante llama poderosamente que la economía, la ciencia social por excelencia, haya desarrollado tales avances que la han dotado de herramientas matemáticas cada vez más avanzadas para probar y simular teorías, una dinámica constante, pero en el núcleo duro de la teoría económica se percibe una estática que contrasta notoriamente con una realidad dinámica. No extraña que desde hace un siglo el pensamiento neoclásico sea el dominante, no obstante sus serias falencias teóricas, mientras las teorías alternativas encuentran serios inconvenientes para emerger con propiedad como alternativas paradigmáticas.

Recientemente se formuló un debate muy interesante en The Economist, la conocida y respetada publicación británica, sobre un asunto que inquieta y que genera polarizaciones, muy sanas en una ciencia que parece querer imponer soberbiamente un único pensamiento: ¿es el crecimiento del PIB una medida pobre para establecer una mejora en las condiciones de vida?; como es previsible, quienes están a favor y quienes no creen que la situación es así encuentran una impresionante retórica que puede convencer a muchos. Ciertamente hay aportes interesantes, como los que mencionaré a continuación entre quienes defienden la idea de una insuficiencia en el crecimiento del PIB para establecer por extensión una mejora en las condiciones de vida:

  • Por una parte se cita la reveladora paradoja de Easterlin, el descubrimiento empírico que establece que la gente no se hace más feliz en la misma proporción que el país se hace más rico. Es así como a pesar que crece el PIB se genera una conciencia que invoca a hacer esfuerzos individuales, -como usar menos el automóvil, consumir racionalmente el agua o la energía, reciclar, entre otros-, contra el calentamiento global producto de la industrialización desmedida. Parece que en algunos sectores el crecimiento genera malestar mientras la protección del ambiente genera felicidad.
  • El crecimiento del PIB no denota la cada vez creciente complejidad de las relaciones humanas. Hoy los servicios dominan la actividad económica y por tanto nuestros sistemas de medida deben ser capaces de representar mejor los cambios estructurales de las economías.
  • Las estadísticas de los gobiernos deberían dejar de centrarse en la producción económica solamente e incorporar análisis subjetivos, más hedonistas e individuales y las prioridades de supervivencia de los agentes. Donde en realidad reside el bienestar.
  • Se supone que muchas veces los individuos escogen entre múltiples alternativas una opción que contra toda intuición no los hace más felices. Por ejemplo, hoy la gente prefiere una elevada carga de trabajo o hallar un empleo lejos de sus hogares siempre que haya un buen pago, pero ello no implica que lo hayan hecho porque sea motivo de felicidad.
  • Si ayer la definición correcta de economía era la ciencia social que se encarga del estudio de la asignación de los recursos escasos, en la nueva economía se propone una variación en esta definición. La economía debe ser la ciencia que se encargue del estudio de la manera en que se asignan los recursos para maximizar la felicidad y el bienestar mental y emocional de la sociedad.

Los detractores de la idea anterior, es decir, aquellos que creen que el PIB es una medida adecuada para reflejar el estado de una sociedad, proponen entre otras:

  • El crecimiento del PIB se diseñó como una medida para establecer volúmenes en la actividad económica y para ser vista como una medida concreta de las condiciones de vida de la sociedad. Luego de la catástrofe económica de la década de 1930 en los Estados Unidos, que trajo innumerables consecuencias sociales, se promueve la necesidad de una contabilidad del desarrollo y era el PIB la medida más concreta para evaluar el estado de la economía. Finalmente el deseo de medir el crecimiento respondía a la necesidad de dar criterios de coherencia y un marco comprensible para asistir a la toma de decisiones en la búsqueda de mejorar las condiciones de aquellos que estaban desempleados.
  • Luego de más de siete décadas de uso continuo del crecimiento del PIB como medida del desarrollo, no se ha logrado poner a disposición una herramienta alternativa que incorpore valores subjetivos, preferencias de los mercados y más aún ciertas actividades de no- mercado que no son fácilmente cuantificables. Las medidas alternativas no han sido dilucidadas plenamente y ofrecen limitaciones prácticas considerables.
  • Es más factible pensar en una mejora de la forma en que se cuantifica el crecimiento del PIB que reemplazar irresponsablemente esta medida por una que no se encuentra plenamente desarrollada. No obstante esfuerzos pasados demuestran un fracaso también en este ejercicio al incorporar subjetividad e incertidumbre en la toma de decisiones políticas.

Pero entonces, ¿qué hacer en un caso de estos?, no hay respuesta que satisfaga a las partes; ciertamente la India y la China crecen a tasas significativamente mayores que países como Costa Rica o Colombia (que estudios dedicados a cuantificar la felicidad por país ubican en la cima de las naciones más felices del mundo no obstante sus condiciones reales de vida no son los ideales) o algún país europeo sumamente estable como Suiza o Noruega, sin embargo es cuestionable decir que el crecimiento de ambos países asiáticos refleje que sus habitantes sean mucho más felices que antes. La felicidad es muy subjetiva, no obstante hay parámetros muy generales que demuestran que ni la India y muy especialmente la China reúnen las características propias para hacer felices a sus sociedades, es cuestionable creer que alguien pueda ser feliz en un país donde el crecimiento no llega a todas las secciones de la sociedad o donde las libertades civiles, políticas y económicas son constreñidas e incluso anuladas por un Estado unipartidista, autoritario y autárquico, como sucede en la República Popular China.

Pero lo paradójico del asunto es que si bien crecimiento del PIB y felicidad de la sociedad no tienen una relación positiva, es decir, lo primero no lleva a lo segundo, sí es posible afirmar que una caída en la producción nacional generará tal malestar que la felicidad y la prosperidad emocional e incluso la salud mental de la sociedad se vea seriamente alteradas. Quizás tener un empleo esclavizante en tiempos de auge no maximice la felicidad y la satisfacción de un trabajador, porque el costo de oportunidad de tenerlo es dejar de hacer cosas que sí le satisfacen como suele suceder, pero perder ese mismo empleo en épocas de contracción de la producción puede llevar a depresión profunda, problemas familiares, pérdida de la autoestima y marginación. Si ahora dispone de tiempo para hacer su pasión, como por ejemplo montar bicicleta en ruta, quizás en sus condiciones de desempleado el individuo no sentirá deseos de hacerlo. Eso explica que el crecimiento del PIB tenga tantos problemas para incorporar medidas de subjetividad.




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