Elecciones y lecciones
CALI- Tengo el dolor pero a la vez gusto de no haber podido votar en la primera vuelta de la elección presidencial en Colombia. Dolor porque fue una jornada histórica -con sorpresas, pero que Mockus no haya arrasado no resta mérito a las elecciones más tranquilas en muchos años-, dolor porque un voto nunca sobra, pero un poco de gusto porque ante la sorpresa electoral y la furia de la 'Ola Verde' frente a los resultados adversos, puedo mantenerme en el medio, más allá del bien y del mal.
Para mí la mayor sorpresa y alegría de la jornada fue la efectividad, aunque tardía, del discurso de Germán Vargas Lleras, en mi concepto el mejor de la baraja de candidatos. Si su discurso y mensaje hubiese sido preparado con antelación me atrevo a decir que la campaña del Partido Verde no habría llegado a la segunda vuelta y hoy estaríamos expectantes de otro modo. Vargas Lleras queda listo para una aún más promisoria carrera política, tiene un capital suficiente para una eventual alcaldía de Bogotá y una futura presidencia de la República. El electorado indeciso y algunos convencidos a última hora le dieron un sorprendente salto contra todos los pronósticos y lo ubicaron en la tercería, una cómoda posición para un personaje que siempre será protagonista de la historia.
A Vargas Lleras le cobran, no obstante, su separación prematura del uribismo, sin embargo demostró que con un buen programa en Colombia es posible movilizar esfuerzos. Además, Vargas Lleras no pudo capitalizar más ante la presencia de Santos como estandarte de la masa uribista, quiéranlo o no muchos, una mayoría significativa después de ocho años de particular gobierno. Pero queda en el ambiente, ¿por qué la victoria tan abultada de Santos?, ¿por qué los resultados discretos de Mockus?; las vías del facilismo juzgan con autoritarismo moral, que generalmente es incubadora de odios, que todo se debe a un fraude manifiesto o a la ignorancia de las mayorías votantes, pero evidentemente las expectativas que se incubaron estaban muy atadas al comportamiento de las redes sociales y las encuestas electorales, las primeras una constante entre el público joven y claramente un escenario para el activismo virtual, pero como dice el adagio "entre lo dicho y lo hecho hay bastante trecho", y el Facebook hacía presagiar, junto a las encuestas, que Colombia tendría una abstención, tradicionalmente alta, de menos del 30%. Y como bien lo sabemos, una tradición toma tiempo en gestarse y aún más tiempo en desmoronarse. La primera lección es que Mockus ganó en el sano mundo de las ideas, pero en el mundo real estaba en entredicho su victoria. Depende del origen de los datos puede hacerse predicciones. Piense en una persona que tiene dos mil amigos en Facebook, ¿en verdad usted cree que esa persona en la vida real los tiene?
Santos gana, para mí sin sorpresas, porque el uribismo está vigente. No había indicio que permitiera creer que las preferencias electorales de marzo hubieran migrado espontánea o premeditadamente hacia otras campañas en estas elecciones de mayo. Hay que partir que Uribe nunca fue popular entre el público joven y ciertos segmentos de la sociedad -esos mismos que impulsaron la popularidad de Mockus-, pero el actual presidente es bastante popular en el elector adulto, en las zonas rurales y en los municipios intermedios y pequeños, aunque claramente se demuestra y confirma que en las grandes capitales está vivo y moviliza ánimos. Mockus perdió en cierta medida -la primera vuelta puede diferir de la segunda eventualmente- porque puso en el imaginario del público lo que Vargas Lleras supo poner sobre la mesa con claridad. Vargas Lleras se llevó buena parte de los votos que iban para Mockus y es algo que debe reconocerse. Porque, se acepte o no, los medios en comunicación generan esa sensación de estarlo reflejando todo, incluso la intención de voto de más de 15 millones de electores.
La campaña de Mockus es admirable, no obstante tanto él como sus activistas construyeron una suerte de autoridad moral radical en la que quisieron enviar un mensaje tácito a los votantes de los otros candidatos. Un mensaje autoritario, como lo demostró la reacción desaforada de sus seguidores que ante la derrota reaccionaron con ira, hablaron de toda clase de conspiración y señalaron con altivez y cierta agresividad a quienes por causas diversas no sintieron la conexión con las propuestas de Mockus, el mismo error del que no estuvo exenta buena parte de los electores de Santos. Porque creer que ha habido fraude en esta elecciones en que no hubo vencedor es síntoma de una incapacidad de algunos de asimilar el resultado. Hacer fraude para no ganar en primera vuelta electoral es tan absurdo que denota que en caliente los verdes en su mayoría no supieron poner moderación a su insatisfacción.
Por último quizás sea conveniente citar a Antonio Machado para entender un poco lo sucedido, "cuatro principios a tener en cuenta: lo contrario es también frecuente. No basta mover para renovar. No basta renovar para mejorar. No hay nada que sea absolutamente empeorable."
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