Empleo y crecimiento: dejémonos de fantasías

Gracia y Urdinola (2000) plantean una conclusión, que más parece una sentencia, que sin duda sirve para sustentar lo que pretendo afirmar en esta oportunidad. Muy particularmente este par de economistas encuentran una relación funcional fundamental: entre crecimiento económico y la variable empleo existe una relación positiva y aproximada de uno a dos, es decir, por cada dos puntos de crecimiento económico crece en cerca de uno por ciento el nivel de empleo. También se ha encontrado que las fluctuaciones del empleo son mayores que las del producto, lo que implica que ciertos fenómenos generan cambios importantes en el desempleo. Esto es, así como la economía colombiana puede crecer en un cinco por ciento (5%), una ruptura en las relaciones comerciales entre Colombia y Venezuela podría llevar al traste los esfuerzos de generación de empleo.

Por razones que son hasta intuitivas, es plausible pensar que una expansión del producto arroja un crecimiento inducido de los ingresos de los trabajadores. Menos intuitivamente se halla que un crecimiento beneficia más a los trabajadores informales, puesto que el salario mínimo está atado al índice de precios al consumidor y opera en la práctica como una variable aislada de las fluctuaciones del producto. Pero, ¿a qué va esta introducción?

La cuestión se concentra en la propuesta presentada al Congreso esta semana por parte del Gobierno. Una propuesta que acoge la iniciativa de primer empleo del Partido Liboral y que pretende flexibilizar al mercado laboral en su relación con los más jóvenes, población que afronta los mayores niveles de paro en Colombia. La otra parte de la propuesta establece una serie de medidas fiscales que podrían incentivar la generación y formalización de trabajos en las empresas más pequeñas, que en Colombia usan la mayor parte de la fuerza laboral.

Son propuestas institucionales muy interesantes. No son pocos los estudios que sugieren que la estructura tributaria colombiana genera incentivos perversos para la formalización del empleo, que en Colombia ronda el 55%, y presuntamente una reforma y ajuste para corregirlo podría impactar en la disminución del paro. Y no hay por qué ser pesimistas ni ahondar en tecnicismos que pueden sesgar opiniones y responder a cuestionamientos innecesarios, juicios a priori muy comunes dentro de la opinión pública colombiana; ¿puede una predicción ser más elocuente que la experiencia?, en últimas lo más malo que puede pasar si fracasa la reforma legal que propone el Gobierno es trasladar beneficios tributarios de las grandes a las pequeñas y medianas empresas. Si eso pasa, ¿qué puede hacer pensar que el efecto se detenga ahí?

Los fiscalistas piensan en el golpe a las finanzas públicas. Pero estos halcones suelen olvidar rápidamente que el éxito de las economías no está en la sanidad de las finanzas públicas sino en su eficiencia y, más aún, en la capacidad del sector privado de expandir el producto, aumentar los activos y formar capital. Quienes atacan esta reforma legal olvidan que, más que un ajuste institucional, lo que se está haciendo es permitiendo que no suceda lo que pasó hace tres años, cuando la economía colombiana creció como nunca antes en los últimos 35 años pero creó apenas una mejor en la situación laboral medianamente perceptible y muy frágil. Quizás producto de las rigideces del mercado laboral colombiano que actúan como talanqueras a los efectos benéficos de la expansión del PIB.

Si no se quiere repetir la historia es conveniente emprender reformas estructurales. Eso incluye ajustes tributarios que enciendan a la iniciativa privada así en apariencia apaguen a la iniciativa estatal. No obstante es claro que esa reforma sola difícilmente hará caminar al mercado laboral, pero éste tampoco lo hará así el crecimiento lo favorezca: si el camino no está dado, ni el mejor auto tendrá el rendimiento deseado. Sin crecimiento no hay empleo, pero sin los ajustes institucionales necesarios ese crecimiento será dilapidado: dejémonos de fantasías, el problema del paro es mucho más profundo de lo que se piensa. No basta hacer los mejores autos para ponerlos en las peores autopistas, no basta crecer mucho sin allanar el terreno para aprovechar los beneficios de la expansión del PIB. Pero sin crecimiento no hay oportunidad alguna de garantizar empleo a los habitantes de un país. Por eso es prudente esperar, quizás una simbiosis exquisita como la ofrecida por el nuevo Gobierno por fin logre dar una batalla efectiva contra la desocupación.

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