¿Por qué ser menos corruptos?
No es cuestión de honor por salir bien librado de un ranking que puede arruinar el prestigio de toda una nación. Parece que la respuesta a este interrogante proviene de algo más profundo, mucho más estructural y que define buena parte de los problemas relacionados con el desarrollo económico y el progreso de las naciones. Sin entrar en análisis profundos bastará con contrastar juiciosamente el mapa de la corrupción en el mundo para darse cuenta que cuando los niveles de desviaciones producto de la mala gestión de los recursos públicos y privados es un comportamiento sistemático entre los grupos sociales de los diferentes países simplemente las cosas no pueden ir bien. Y la percepción que se tenga no puede describir un comportamiento contrario. Basta con revisar el caso de América: salvo dos países, Chile y Uruguay, ningún país latinoamericano se salva de caer en las manos de la corrupción. Y vaya coincidencia, dado que curiosamente Chile y Uruguay experimentan los más altos índices de