Hasta la victoria siempre
De esta forma cierra su entrevista en el prestigioso diario Le Monde el líder de la extrema izquierda francesa Olivier Besancenot en relación con los levantamientos de los sectores sindicales de Francia como respuesta a la inminente aprobación por parte del Senado de la reforma al régimen de las jubilaciones que, entre otras medidas, contempla un aumento de la edad de retiro de los 60 a los 62 años. La intervención radical del señor Besancenot, ex- trabajador del servicio francés de correos, no sólo muestra el talante de la polarización política en la segunda economía de Europa, sino que muestra también los marcados conflictos sociales que se atizan en momentos de crisis económica, cuando el mundo desarrollado aún no se recupera del severo ciclo negativo con una profunda influencia depresiva en la economía global que deja un balance incierto.
Hoy Joe Stiglitz, premio Nobel de Economía, en una entrevista al diario Portafolio de Colombia se muestra pesimista con la posibilidad de la recuperación en un corto plazo del dinamismo de las economías más avanzadas. Por una parte advierte que las políticas de gasto en gran parte de los países donde se requirió una reacción contra-cíclica deben durar más y no efectuarse en un periodo muy corto porque, como argumenta está sucediendo actualmente, los efectos pueden ser contraproducentes. Pero por otro lado está el caso concreto de las economías europeas, que sufren un endeudamiento crónico que se presenta como un obstáculo más para la recuperación económica. Los hechos de hoy en Francia no aportan propiamente optimismo y parecen justificar al notable economista.
Sarkozy se ha jugado su capital político en una reforma que refleja la evolución que parece inevitable para las economías desarrollados y especialmente las europeas. Por una parte se trata de una serie de reformas vitales para rediseñar la estructura del gasto público en Francia que aún se cimienta en el típico Estado de Bienestar que para los franceses es intocable. No obstante el modelo económico que se ha soportado en las últimas décadas se ha quedado corto en momentos en que es una necesidad manifiesta el ahorro vía disminución del gasto y la re-activación del sector productivo del país. Seguramente sin el pacto de austeridad que se propone el Gobierno francés la economía difícilmente recuperará el vigor que necesita y, probablemente, los efectos se vean en las altas tasas de paro juvenil y los discretos guarismos de crecimiento del PIB.
Francia, al igual que gran parte de los países europeos, soporta una fuerte carga fiscal que financia buena parte de los planes sociales que disfrutan los ciudadanos. Sin embargo está llegando el punto de inflexión en que la situación debe considerarse desde otro enfoque: 1 de cada 10 pensiones hoy se financian con deuda en Francia y, como se prevé, la población seguirá envejeciendo y aumentando su esperanza de vida, lo que hará que esa cifra aumente y haga aún más inmanejables los pasivos pensionales.
No obstante el conflicto está planteado: desde la iniciativa promovida por el Primer Ministro De Villepin en 2006 no se veía en Europa una manifestación tan radical contra una iniciativa económica de un gobierno. Sin duda Sarkozy ha de pagar los platos rotos por su ineptitud para sacar adelante la reforma antes y haber esperado casi tres años desde su llegada al Elíseo para impulsar un paquete de profundas intervenciones en la economía francesa. A dos años de la elección presidencial, la torpeza del jefe del Estado francés podría herir de muerte a la UMP y despejar el camino a los socialistas hacia la presidencia de la República francesa. No obstante el vino se ha servido y hay que beberlo. La reforma, aunque dolorosa, se ofrece como una alternativa necesaria para frenar el crecimiento peligroso de la deuda pública. Hasta la victoria siempre, veremos quién tuvo la razón.
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