Señal de Alerta

Son pocos quienes quieren que los Estados Unidos no superen su debacle económica. En los mercados emergentes, especialmente, no sólo pretender la recuperación de la mayor economía del planeta es una apuesta: es una necesidad. Nadie duda que una economía fuerte en el coloso del norte traerá beneficios a los sectores exportadores del resto de países, teniendo en cuenta que aunque los Estados Unidos no constituyen el mercado demográficamente más grande, es el mercado más vigoroso a lo largo de la historia y su buena salud es, por así decirlo, la buena salud de la economía global.

La compra de bonos por parte del Sistema de la Reserva Federal, FED, en las semanas anteriores, por un valor de 600 millardos de dólares -para hacerse la idea de su magnitud es aproximadamente dos veces el PIB de Colombia del año 2009-, inyectará tal cantidad de liquidez a la aún aletargada economía norteamericana que las preocupaciones empiezan a sentirse a lo largo del mundo económico. Por un lado está el análisis conducente a pensar que estamos en la mitad de un fuego cruzado producto de una guerra de divisas entre las más grandes economías mundiales, China y los EE.UU., en el cual el Gobierno de Beijing pretende mantener devaluada su moneda con el fin de favorecer sus exportaciones aún cuando varios expertos y autoridades monetarias internacionales advierten que la moneda china no refleja los indicadores fundamentales de su economía.

Así que la inyección de dinero de la FED es tomada como una medida que busca responder al desafío chino y presionar a la baja el precio del dólar y favorecer a las exportaciones estadounidenses. Para el gobierno de Obama la inyección es favorable en la medida en que permita dotar al consumo interno de recursos suficientes para mover a la demanda agregada hacia puntos donde el crecimiento económico logre empezar a tener efectos positivos en las tasas de paro y en el déficit fiscal federal. Hasta allí Keynes no estaría en desacuerdo.

El problema que se deriva de esta decisión es que buena parte de esos 600 mil millones de dólares no se quedarán en los Estados Unidos sino que buscarán mejor puerto para rendirlos: los mercados de los países emergentes garantizan altos retornos a las inversiones de capital con efectos indeseables para estas economías ciertamente más débiles. Por un lado las monedas nacionales ganarán valor como resultado evidente de la inundación de dólares de los mercados de divisas y por el otro, como muy seguramente ocurrirá, los mecanismos de control monetario no lograrán responder adecuadamente a la apreciación de su moneda local, ¿cómo evitar ese efecto adverso?

Evidentemente la señal de alerta está dada: la inyección masiva anunciada por la FED provocará una corriente de flujos de capital hacia las economías emergentes, lo que les obligará a tomar medidas para frenar burbujas especulativas, revaluaciones de sus monedas y un aumento intempestivo de los precios. Los controles al capital serán herramientas que, como ya lo hace Brasil, muy eventualmente tendrá que considerarse, aunque el contexto de mercados con libre movilidad de capitales postule lo contrario. Pero si se quiere unos Estados Unidos capaces de ocupar su lugar en el concierto económico, los países con economías más chicas, como los de América Latina, deberán precisar herramientas para que lo favorable no se convierta en otra pesadilla.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El transporte como bien público

Siloé y el mensaje que le queda a Cali

Pobreza, desigualdad y responsabilidad social