Inflexión grata


Muchos de quienes lucieron como jueces supremos de la moral pública hoy posan como fieles arrepentidos ante el sorpresivo inicio del Gobierno de Juan Manuel Santos. Las soflamas que presidían los foros de opinión de los diarios y publicaciones colombianas antes de las elecciones presidenciales de mayo y la segunda vuelta de junio se convirtieron en abjuraciones explícitas que sorprenden tanto como el carácter pragmático y esa espléndida comunión de Santos con el poder. Sin ánimo de pretender la razón de quienes atacaron con vehemencia a los seguidores de Santos y a él mismo, más cuando su Gobierno apenas lleva unos pocos meses, conviene resaltar lo hecho y, más aún, recordar lo que debe lograr.

En sus inicios como candidato, el hoy personaje del año no prometía mucho. Una publicidad lúgubre que contrastaba notoriamente en el discurso que enarbolaba Mockus, que si bien no se distanciaba de Álvaro Uribe, prometía corregir los vicios que parece pulularon en el Gobierno del hoy expresidente. A Santos no se le creía aún como el heredero natural del gobernante más popular de los últimos años, aunque su arraigo al uribismo era su mayor cualidad y a su vez su mayor defecto; más cuando la opinión pública creía que el único que podía dirigir al uribismo era el mismo Uribe. Sin embargo algo cambió: su estrategia de campaña se modificó, el discurso se canalizó y el mercado electoral se segmentó. Si bien hubo reticencias de parte de las juventudes, que finalmente fueron quienes más duro gritaron en la contienda pero quienes menos votaron, se puso a Santos en los primeros lugares de las encuestas, si bien se prometía una reñida competencia con un Mockus atiborrado de energías procedentes de las redes sociales.

El discurso por la seguridad se amplió hacia un discurso mucho más económico y liberal, dándole a su campaña un carácter menos populista, más sofisticado y apuntando hacia el voto de opinión. Su punto de apoyo fue, entre otros, su paso a un manejo moderno e inédito en la historia colombiana de los medios de comunicación y del mercadeo, copando vacíos en redes sociales, aprovechando las debilidades prominentes de sus adversarios y resaltando el talante de estadista del ex ministro y candidato Santos. Las reservas de la opinión pública hacia un hombre cuestionado por su aparente falta de convicciones y apego a su imagen personal, vapuleado dentro y fuera de Colombia, empezaron a evolucionar hacia una idea que parece hoy es la más acertada: Santos sería mejor presidente que candidato.

El Santos visto como un conservador continuador de las políticas de Uribe sin alterar una coma hoy emerge como un hombre liberal, rodeado de un equipo que ha devuelto a la técnica al lugar que nunca ha debido abandonar en la Administración del Estado, que en pocos días reconstituyó las relaciones con los vecinos, envió un mensaje de confianza en la política exterior colombiana, ha impulsado reformas que Uribe siempre vio con reservas como la ley de tierras, de reforma a las regalías, la reforma a la salud, la ley de primer empleo y la pequeña pero llamativa reforma tributaria. Santos, junto a un equipo de Gobierno de lujo, se dota de herramientas que, bien gerenciadas, deberán arrojar resultados prometedores.

No obstante, el invierno cambia un poco el sentido optimista del Gobierno. Sin embargo, la prudencia del mandatario permite pensar que la reconstrucción del país se llevará de forma efectiva, sin mediatismos y con el único objetivo de tomar a la crisis invernal como una oportunidad para sustituir las viejas estructuras que hacen a Colombia un país proclive a las tragedias, incipiente e incapaz de prevenir.

Santos merecidamente es el personaje del año. Su preparación y su capacidad lo han llevado de ser un candidato cuestionado a un presidente respaldado, naturalmente no exento de opositores. Pero sin duda que su buen comienzo mantendrá a la opinión pública expectante sobre los pasos que a futuro dé su Gobierno. Finalmente Colombia requiere reformas profundas que él ha prometido dejar iniciadas. De otro lado, parece un cambio entre el camino de los últimos ocho años y lo que viene ahora: a Uribe lo que es de Uribe, con aciertos y errores, pero Santos parece una suerte de continuidad con una marcada inflexión, una grata inflexión en la historia. El nuevo año lo dirá.

Feliz Año a todos.

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