Salario Mínimo

Concluyó 2010 en medio de una fuerte expectativa por el incremento del salario mínimo legal en Colombia que, asimilado como un precio muy importante en el mercado, supone un parámetro interesante para el funcionamiento de la economía. Como se vio, el salario tuvo un incremento del 3,4%, ciertamente una tasa de incremento bajísima y que será aún más baja cuando en este mes de enero que inicia se sepa cuál fue la inflación causada durante 2010. Si las expectativas incubadas por productores y consumidores se cumplen, el incremento real del salario mínimo será aún más bajo que el 2%. Además, el salario mínimo sirve de parámetro para definir otros precios, como las multas de tránsito, cuotas de compensación militar, servicios médicos entre otros valores de uso cotidiano. Esto aunado a que antes de finalizar 2010 ya los colombianos sabíamos que otros bienes, como los combustibles, subirían sus precios.

Ante ese panorama podríamos gritar junto a las centrales obreras que el Gobierno se apartó de los trabajadores más pobres y se alineó a los intereses de las clases empresariales que buscan pagar lo menos posible a sus empleados. La respuesta es sí y no. Los empresarios son conscientes que buena parte de sus costos se van en salarios, el Gobierno es consciente que la economía colombiana tiene buena parte de sus bases en el consumo doméstico y los trabajadores saben que tal situación precipita con facilidad presiones inflacionarias.

Digamos dos cosas: Colombia, como economía chica e incipiente aún, no logra sustentar su desempeño económico en una fuerte acumulación de capital, en innovación, en cambio tecnológico sino en mano de obra no cualificada. Así mismo, dada su precaria apertura económica, la demanda interna suele determinar el buen ritmo del crecimiento del PIB, lo que hace proclive al país a crisis frecuentes, contracciones severas, auges pronunciados y una susceptibilidad manifiesta a alzas intempestivas en los niveles de precios. Colombia produce muchos commodities y bienes de muy bajo valor agregado que los hace susceptibles a cambios en sus precios producto de shocks de oferta y demanda resultados de, por ejemplo, ingreso de capitales extranjeros, muchas veces especulativos, fenómenos naturales, flexibilización en la racionalización del crédito, entre otros. De allí que subir el salario mínimo en un país dependiente de su demanda interna podría dinamizar la economía, sí, pero a un costo de inflación que sugiere que el problema no habita en cuánto varíe el salario mínimo sino en la estructura misma de la economía colombiana.

Consideremos el caso de España. A 2012 las centrales obreras españolas aspiran que el salario mínimo de los trabajadores llegue a los 800 euros. Si bien el Gobierno socialista apoya tal posibilidad, los empresarios mantienen reservas y los académicos están divididos. El principal argumento esgrimido es que buena parte de las presiones inflacionarias, se considera, proceden de los margenes empresariales; si bien el consumo interno en España es importante y se resentirá, como es natural, ante un cambio fuerte en el ingreso de las familias, la estructura de la economía española podría garantizar que un incremento del salario mínimo no tenga los efectos que tendría en Colombia -en gran parte porque el peso del capital empresarial es mucho mayor en España- como sí lo tienen los consumos de las empresas.

Subir el salario mínimo en un 3, o en un 10% en Colombia será necesariamente introducir en la economía más dinero que, como se ve, genera alzas en los precios, muchas veces anticipadas a la entrada en vigor del nuevo monto salarial. Habrá algún brote inflacionario, muy probablemente, y se esperaría que el aumento en el salario se diluya rápidamente en el alza de los precios. La solución al problema dista de determinar un precio de mercado, mecanismo que ignora mínimos y máximos; quizás la respuesta está y radica, entre otros, en la necesidad de modernizar la estructura productiva colombiana, que permita reducción de costos en proceso y producto y genere un impacto real en el mercado: más y mejores productos a menores precios en un ambiente de salarios reales por consecuencia altos. De lo contrario el salario mínimo seguirá siendo la esperanza de los más pobres. Y con un mínimo difícilmente la riqueza llegará a los más desposeídos.

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