Destino Colombia
La primera parada de este turista argentino, a quien alojé en mi casa, fue precisamente la ciudad de Cali. Llegó a la frontera entre el Ecuador y Colombia el viernes en la noche y el sábado en la mañana estaba en la tercera ciudad del país, dispuesto a saciar sus deseos de conocer otro país más de su largo viaje que pretende llevarlo desde Córdoba, en el centro de la Argentina, hasta el norte del sub-continente. Decidió destinar un día a recorrer a la capital vallecaucana, históricamente la cenicienta colombiana en el sofisticado mundo del turismo. Muchos viajes de placer llegan a la Costa del Atlántico y a Bogotá, al Eje Cafetero y en los últimos años a la revitalizada Medellín. Sin embargo este cordobés tuvo fe en Cali y quiso recorrerla.
La primera gran impresión que se llevó este turista es la escasa información que permita la localización de propios y extraños, así como la excesiva discresión de la oficina municipal de turismo. Dispuesto a recorrer el centro de la ciudad, buscó afanosamente un lugar dónde obtener guías suficientes para organizar el recorrido por una zona que bien explotada convendría recomendar a los turistas. Sin embargo, la sorpresa fue mayúscula cuando en lugar de un mapa a color y con menciones a los sitios de gran valor para un visitante foráneo, le fue entregada la fotocopia de un plano de la ciudad en un papel tamaño carta, a blanco y negro y sin la más mínima posibilidad de ser útil para un turista ávido de información. Si bien lo sorprendió gratamente el sistema de transporte de la capital del Valle, su decepción fue grande, expresada en una sentencia dura: Cali no es para el turismo.
Casos como este se repiten día a día en todo Colombia. Y traigo a colación el tema cuando el Foro Económico Mundial publica este mes el Índice de Competitividad Turística de 139 países, con una sorpresa que decepciona aún más que la impresión que este argentino de la historia se llevó de una región importante para el país: Colombia pasó en 2011 a estar en el puesto 77, luego de un año 2009 donde tuvo el puesto 72. Es decir, empeoró la capacidad del país para ser un destino turístico de talla mundial. Estamos por encima de Marruecos, Vietnam o el Ecuador pero muy por debajo de México, Perú y Argentina. Estamos a 77 puestos de Suiza, a 71 de los Estados Unidos y muy por fuera de la órbita de los destinos que atraen a millones de consumidores de estos servicios.
Abajo queda el cuento mágico de una Bogotá al nivel de Madrid o la misma Buenos Aires y más triste aún: si la capital colombiana, que es la que más esfuerzos ha hecho por aumentar su participación en el negocio del turismo los encuentra insuficientes, las capitales regionales si acaso figuran en el imaginario de los turistas internacionales. Ninguna ciudad cuenta con infraestructura hotelera de primera categoría, y si la hay su cantidad es muy por debajo de los mínimos necesarios. El país cuenta con una precaria red de transportes que hace costoso el desplazamiento y resulta incómodo para propios y extranjeros. Los aeropuertos colombianos no ayudan mucho y la baja oferta de destinos desde y hacia ciudades como Cali y Barranquilla sugieren que Colombia dista de ser un destino apetecido por el turismo. Las ciudades no son amables con el turista, los servicios que el país puede prestarle a un visitante son ínfimos y da la sensación que venir a Colombia es más como ir a un país del África subsahariana, donde el motivo de la visita es más el gusto por el riesgo y la aventura que por el placer y la comodidad.
Por proporción, es claro que la mayor parte de los turistas buscan más placeres sofisticados, comodidad y sentirse como en casa pero fuera de ella, que un destino inhóspito. No consuela mucho entonces la promoción de campañas de mercadeo de marca país, emprendidos hace varios años, cuando la percepción que hay fuera de las fronteras nacionales sugieren que ha sido más el costo asumido en tal campaña publicitaria que el beneficio esperado de ella. Algo que deja también otra reflexión: ¿puede Colombia ser un destino internacional si no ofrece una infraestructura y unos servicios apropiados para las exigencias de los visitantes?, hay que ver, porque por lo pronto el Destino Colombia reside más en los corazones de unos pocos aventureros que en los planes de acaudalados extranjeros deseosos de conocer el mundo.
La primera gran impresión que se llevó este turista es la escasa información que permita la localización de propios y extraños, así como la excesiva discresión de la oficina municipal de turismo. Dispuesto a recorrer el centro de la ciudad, buscó afanosamente un lugar dónde obtener guías suficientes para organizar el recorrido por una zona que bien explotada convendría recomendar a los turistas. Sin embargo, la sorpresa fue mayúscula cuando en lugar de un mapa a color y con menciones a los sitios de gran valor para un visitante foráneo, le fue entregada la fotocopia de un plano de la ciudad en un papel tamaño carta, a blanco y negro y sin la más mínima posibilidad de ser útil para un turista ávido de información. Si bien lo sorprendió gratamente el sistema de transporte de la capital del Valle, su decepción fue grande, expresada en una sentencia dura: Cali no es para el turismo.
Casos como este se repiten día a día en todo Colombia. Y traigo a colación el tema cuando el Foro Económico Mundial publica este mes el Índice de Competitividad Turística de 139 países, con una sorpresa que decepciona aún más que la impresión que este argentino de la historia se llevó de una región importante para el país: Colombia pasó en 2011 a estar en el puesto 77, luego de un año 2009 donde tuvo el puesto 72. Es decir, empeoró la capacidad del país para ser un destino turístico de talla mundial. Estamos por encima de Marruecos, Vietnam o el Ecuador pero muy por debajo de México, Perú y Argentina. Estamos a 77 puestos de Suiza, a 71 de los Estados Unidos y muy por fuera de la órbita de los destinos que atraen a millones de consumidores de estos servicios.
Abajo queda el cuento mágico de una Bogotá al nivel de Madrid o la misma Buenos Aires y más triste aún: si la capital colombiana, que es la que más esfuerzos ha hecho por aumentar su participación en el negocio del turismo los encuentra insuficientes, las capitales regionales si acaso figuran en el imaginario de los turistas internacionales. Ninguna ciudad cuenta con infraestructura hotelera de primera categoría, y si la hay su cantidad es muy por debajo de los mínimos necesarios. El país cuenta con una precaria red de transportes que hace costoso el desplazamiento y resulta incómodo para propios y extranjeros. Los aeropuertos colombianos no ayudan mucho y la baja oferta de destinos desde y hacia ciudades como Cali y Barranquilla sugieren que Colombia dista de ser un destino apetecido por el turismo. Las ciudades no son amables con el turista, los servicios que el país puede prestarle a un visitante son ínfimos y da la sensación que venir a Colombia es más como ir a un país del África subsahariana, donde el motivo de la visita es más el gusto por el riesgo y la aventura que por el placer y la comodidad.
Por proporción, es claro que la mayor parte de los turistas buscan más placeres sofisticados, comodidad y sentirse como en casa pero fuera de ella, que un destino inhóspito. No consuela mucho entonces la promoción de campañas de mercadeo de marca país, emprendidos hace varios años, cuando la percepción que hay fuera de las fronteras nacionales sugieren que ha sido más el costo asumido en tal campaña publicitaria que el beneficio esperado de ella. Algo que deja también otra reflexión: ¿puede Colombia ser un destino internacional si no ofrece una infraestructura y unos servicios apropiados para las exigencias de los visitantes?, hay que ver, porque por lo pronto el Destino Colombia reside más en los corazones de unos pocos aventureros que en los planes de acaudalados extranjeros deseosos de conocer el mundo.
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