Clima de negocios

Forbes anualmente publica un listado con las empresas más grandes del mundo. En Iberoamérica, Brasil y España obtienen la mayor participación, con 64 empresas entre ambas. Sin embargo llama la atención que Chile, cuya economía es menor en términos de PIB y mercados, obtiene en el listado a 9 empresas entre 2000, mientras Colombia sólo seis. En el caso colombiano un avance significativo, si se considera que en el año anterior sólo clasificaban 3.

Sin duda que los avances en Colombia son significativos en materia económica y deben necesariamente verse reflejados en el conjunto de decisiones que soportan al clima de negocios. De una nación caótica y conflictiva a una que proyecta una acción estatal decidida para privilegiar la inversión, a través de una fuerte intervención armada contra los ejércitos irregulares que sometieron al Estado colombiano durante años, seguridad jurídica para inversionistas, exenciones fiscales al capital y una estabilidad política inusual en un país conflictivo. El mercado colombiano es llamativo por su tamaño y en alguna medida por su nivel medio de ingreso per capita, mercado mayoritariamente situado en ciudades y por las perspectivas de crecimiento que proyecta. No obstante el clima de negocios ha sido más adecuado en Chile, con un mercado mucho menor que el de Colombia, y las empresas chilenas son mucho más competitivas que las colombianas, ¿por qué?

La respuesta en términos generales está en una gestión macroeconómica adecuada, una democracia estable y un entorno institucional coherente. En la mayoría de los indicadores de transparencia en la gestión pública Chile se ubica muy cerca de los países desarrollados y muy adelante de sus pares latinoamericanos. Sin embargo para entender el contexto que ha permitido que las inversiones chilenas y el clima de negocios sea mucho más favorable en Santiago que en Bogotá tiene un trasfondo mayor. Mientras Chile crecía en los años 1980 y 1990 a la par de un selecto grupo de países asiáticos, el resto de América Latina crecía en un promedio de 2,6% y adoptaba reformas y se recuperaba de la crisis de la deuda. Si entre 1980 y 1985 el ingreso per capita chileno era de $2795, entre 1996 y 2001 ese mismo ingreso llegaba a $8498. Evidentemente un cambio superior que el del promedio de los países de la región.

En lucha contra la pobreza, Chile muestra algunas características relevantes. Si en 1981 el 18% de la población chilena estaba en la pobreza extrema, esa cifra a comienzos del siglo XXI se había reducido a la mitad, en una conjugación de políticas sociales y económicas exitosas. La indigencia en el país austral es inferior al 2%, lo que supone que los chilenos lograron cumplir uno de los Objetivos del Milenio: reducir a la mitad la población que sobrevive con menos de 1 dólar al día. Salvo contadas excepciones, los negocios prosperan en mercados donde la pobreza se reduce, donde el poder adquisitivo aumenta y las políticas sociales y económicas revitalizan la propiedad privada, la acción del Estado y la eficiencia de las instituciones, algo que demuestra en cierta forma Chile.

La distribución del ingreso es un asunto diferente. Puede un ingreso desigual asociarse con riqueza y pobreza; en una primera aproximación, podría decirse que el objetivo de las políticas económicas debe estar concentrado en la reducción de la pobreza más que en la redistribución del ingreso. Sin embargo, como se ha demostrado en numerosos estudios (importante el de Persson y Tabellini), la desigualdad supone perturbaciones políticas, sociales y guarda una significativa relación negativa con el crecimiento económico. En esta materia, sin excepción, todos los países latinoamericanos reportan una distribución del ingreso marcadamente asimétrica y estable por décadas. El quintil más rico de la población, con respecto al quintil más pobre, en Brasil tiene un tamaño 29 veces mayor, 12 veces en Bolivia, 9 veces en Estados Unidos, 4 veces en Suecia y 19 veces en Chile. Una variable importante para los formuladores de política, sin duda alguna.

El buen clima relativo de negocios en Chile puede explicarse por un afortunado nivel de crecimiento económico. Me ocuparé primero en el análisis del capital humano: por una parte, el capital humano es un factor de producción directo, pero también puede actuar como compensador de la productividad marginal decreciente del capital físico y de los recursos naturales. Es destacable el papel que desempeña el capital humano en la creación de tecnologías y su adopción. Chile ha logrado en el plano del alfabetismo, mortalidad y nutrición infantil resultados equiparables con el de los países de ingreso alto. Si bien en salud muestra un comportamiento superior al del bloque latinoamericano, sus US$303 de gasto por persona en salud contrasta con los US$2481 de los países de ingresos altos.

Ahora bien, en el plano de estabilidad macroeconómica y del desarrollo de los mercados financieros los resultados son mayores y quizás los determinantes del clima de negocios comparativamente mejor que el de países como Colombia, Ecuador o Venezuela. Durante la última década del siglo XX, Chile logró una tasa de inflación estable, baja y similar a la de países desarrollados; un superávit en las cuentas del Gobierno, potenciado por una regla fiscal basada en el logro de un superávit estructural del 1% del PIB. Es así como Chile logró incorporar una política anti-cíclica que ha ayudado a considerar a la economía chilena como una de las más estables de América Latina. En los últimos 20 años, Chile ha experimentado un notable desarrollo en su sistema financiero con un tamaño comparable al de las economías desarrolladas, lo cual sería resultado de la combinación de políticas de mercado aplicadas desde mediados de los setenta y un adecuado marco regulatorio implementado en los ochenta.

No es un secreto, por otro lado, que las políticas comerciales chilenas son las más pro-abertura de la región y que la duplicación del volumen de exportaciones chilenas hacia los Estados Unidos producto de la firma del Tratado de Libre Comercio, por ejemplo, es una muy buena muestra de esta apreciación. Si bien Chile está lejos del desempeño comercial (exportaciones más importaciones) de países como Singapur, con un ratio de Apertura Comercial como porcentaje del PIB de casi el 400%, sí está muy por encima del promedio latinoamericano y de los mismos Estados Unidos, casi equivalente al 70% frente al 50% promedio de la región americana.

El clima de negocios chileno está, sin lugar a dudas, motivado por un aceptable aunque aún bajo nivel de desarrollo de capital humano, una estabilidad macroeconómica y política que ha arrojado importantes resultados en la lucha contra la pobreza y que ha privilegiado un vertiginoso crecimiento económico y del ingreso de las familias, así como un grado de apertura comercial sustancialmente mayor que el del resto del vecindario, la posición privilegiada sobre la cuenca del Pacífico y la calidad de las instituciones -que merecería un capítulo aparte-.

En relación con Colombia el abismo es notorio si se considera que en la primera década del siglo XXI algunas debilidades del desarrollo económico chileno han venido siendo atendidas, tales como la dotación de infraestructura, la mejora en el fortalecimiento del capital humano si bien tiene pendiente el asunto de la aún fuerte desigualdad de ingresos. Visto de ese modo la creciente participación colombiana en el top de las empresas más grandes del mundo podrá verse minimizada por la consolidación del modelo chileno de desarrollo. Sólo así podríamos explicar por qué una economía más chica como la chilena posiciona empresas más competitivas y grandes que Colombia. Finalmente, la visita al aeropuerto Merino de Santiago me resultó mucho más placentera que mi estancia en Eldorado de Bogotá. Y en el mundo de los negocios eso es más que una percepción, puede determinar una decisión.




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