¿Paranoia o realidad?

Desde las más conservadores facciones del uribismo, nostálgico con el cambio de gobierno, ha corrido en los medios y en la sociedad civil la idea cada vez más fuerte que el presidente Juan Manuel Santos está siendo responsable de un presunto deterioro de las condiciones generales de seguridad del país. Lo llamativo de la denuncia de estos ultraconservadores seguidores del ex-presidente Uribe es la inexistencia de cifras que soporten este argumento, en la medida en que la información disponible propone que el llamado deterioro de la seguridad ciudadana es más una cuestión de percepción que un asunto de repliegue de la autoridad legítima del Estado: el monopolio de la violencia en Colombia aún no vuelve a manos de grupos armados, si bien la presencia de grupos armados ilegales sigue manteniendo una peligrosa influencia en algunas regiones del país.

Revisemos algunos indicadores: en 1999 los indicadores de homicidios en Colombia registraban 24.358 muertes violentas, en 2010 la cifra era 15.459 y en los primeros 3 meses de 2011 registramos 3.553 homicidios en el territorio nacional. Si en los siguientes tres trimestres la cifra fuese exactamente igual, a diciembre 31 tendríamos 14.212 muertes violentas, un 8, 8% menos que en 2010. Tomemos un indicador que impacta notablemente en la seguridad ciudadana, como el robo a bancos. En 1999 se registró 567 atracos en oficinas bancarias, en 2010 se contabilizaron 7o asaltos y en el primer trimestre de 2011 se cuentan 18 casos: si en los siguientes tres trimestres la situación se mantuviera, al finalizar el año tendríamos 72 casos. Para el caso, la situación sería igual a la de 2010.

En 1999 en toda Colombia se robaron 32.999 vehículos, en 2010 la cifra llegó a 21.226 y en el primer trimestre de 2011 fueron hurtados 5.580 automóviles. Con una situación similar en los siguientes tres trimestres, la cifra será 22.320. No obstante es importante manifestar que en ese mismo periodo ingresaron más automóviles al parque automotor nacional y el aumento del delito será de 5,1%. Según cifras de aseguradoras argentinas, el robo de vehículos en Argentina se ha incrementado en un 5% entre 2009 y 2010, lo cual no dista de la idea de un país inseguro como Colombia.

En donde Colombia presenta una situación crítica es en el robo común, el asalto callejero. En 1999 la cifra llegó a 45.119 casos, en 2010 la cifra estuvo en 31.229 y en el primer trimestre de 2011 van 20.970, una cifra elevadísima y que incluso, al finalizar el año, puede llevar al país a situaciones peores que la de los últimos años del siglo pasado. Pero antes de llevar a un juicio apresurado, es necesario revisar los delitos de alto impacto asociados al terrorismo: los ataques terroristas, entendidas como acciones con explosivos contra la población civil, en 1999 fueron 1.194, en 2010 fueron 471 y, en el primer trimestre de 2011 van 112 ataques. Al finalizar 2011 podríamos contabilizar 448 ataques de parte de los grupos armados ilegales. Si se revisan los delitos, tales como voladuras de puentes, de torres de energía o de tramos de carreteras, es posible afirmar que son casi inexistentes en 2010 y 2011.

La reflexión que queda de este análisis preliminar de cifras no es otro diferente a que Colombia está afrontando un deterioro de la seguridad ciudadana, la que afecta al ciudadano en las calles o el transporte público, pero no una pérdida del terreno ganado por el Estado colombiano frente a los grupos armados ilegales, autores de los delitos asociados al terrorismo. Por un lado conviene revisar la estrategia de seguridad de los últimos años, muy orientada al combate de los ejércitos irregulares pero más bien corta para asumir los problemas derivados de la delincuencia urbana, que acrecienta los temores y la percepción de desprotección. En Cali, durante el mes pasado, la masiva presencia de la policía en las calles hizo que se registrara un 37% de delitos asociados a la delincuencia común. Pero por el otro lado hay que reconocer que esta sensación está siendo capitalizada políticamente por una facción radical de la derecha colombiana que, con el descrédito del Gobierno, hacen el juego perfecto. La suma de todos los miedos ha reavivado la paranoia, pero han difuminado la realidad.


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