Cargas impuestas
En el siglo XVIII el francés Barón de Holbach tenía una muy elocuente descripción de la eterna discusión sobre la tributación: "¿Qué confianza puede tenerse ni qué protección encontrarse en leyes que dan lugar a trampas y enredos interminables, que arruinan a los pleiteantes, engordan a los curiales y facilitan a los Gobiernos el cargar impuestos y derechos sobre las disensiones y pleitos eternos de sus súbditos?"; y es que son pocos los países que han desarrollado sistemas tributarios eficientes por un lado y promotores de la equidad por el otro.
En un contexto global, en los Estados Unidos la tesis neo-conservadora de liberar de cargas tributarias a los más ricos pronto engendró un ser despreciable: mientras las grandes fortunas pagan muy por debajo de sus posibilidades reales -cerca del 15% de sus rentas-, un empleado de estos grupos empresariales pueden pagar el 35% de sus rentas a las arcas del Gobierno en un evidente gesto de desigualdad por su parte. Claro, la filosofía de este concepto es que los ricos generan empleos y si liberan recursos al pagar menos tributos, estos irán a financiar más empleados. Una fórmula que no se sabe hasta qué punto es tan cierta ni beneficiosa, si se considera que hoy el gasto público federal se encuentra desfinanciado y la deuda del sector público empieza a preocupar a los acreedores internacionales. Similar caso en Europa, donde el elevado gasto de los gobiernos ha motivado que 16 multimillonarios franceses hayan reclamado un incremento de los impuestos para ellos.
Sin embargo los impuestos no es un asunto tan simple. El "todos ponen" debe manejarse con cuidado. Excesivos impuestos para los empresarios ahuyenta la inversión y atenta contra la formación de capital, con un impacto directo en el producto nacional y el paro. Pero por otro lado grandes exenciones a los capitales privados puede generar una pérdida de ingresos valiosos para el Estado. Posiblemente un ajuste concienzudo con los gremios permitirá que los ingresos fiscales del Gobierno aumenten. Imagine que en Colombia en sólo estas exenciones el Estado ha dejado de recibir cerca de 3400 millones de dólares, suficientes para financiar programas sociales o de lucha contra la pobreza en el país de forma pertinente. Pero cargar de impuestos a las clases medias y bajas resentirá las sendas de consumo de las familias, con efectos nocivos a la economía en general, entonces: ¿cuál es la medida adecuada?
Esa pregunta se ha trabajado desde la academia, el sector privado y algunos agentes del sector público con esbozos generales de la estrategia que debería adoptarse: en Colombia el problema no se corregirá con un aumento de los impuestos. Curiosamente, los ingresos tributarios a nivel de personas naturales en países como Chile y Colombia son del 2% del PIB, con tasas de evasión y elusión similares del 35%, aunque en materia de impuestos indirectos como el IVA, la trampa al sistema trepa la cifra al 36% en Colombia y a sólo el 19% en el país austral. Si Colombia afinara sus controles tributarios y mejorara la eficiencia administrativa de las autoridades fiscales, el potencial de recaudo tributario sería realmente aprovechado.
Las declaraciones de Juan Ricardo Ortega, director de la DIAN, con respecto a lo que para él es una persona privilegiada o "rica", no deja de causar polémica en los sectores más ortodoxos de la sociedad. Sin embargo complementaría la reflexión del señor Ortega con una apreciación simple: ¿merece un ciudadano algún tipo de ayuda estatal si devenga más de 1 millón y medio de pesos?, llevemos esto a términos prácticos: en una ciudad intermedia una familia de clase media o estrato 4, puede vivir con relativa comodidad con 1,5 millones de pesos mensuales, ¿aceptaríamos que una familia así recibiera algún tipo de ayuda de parte del Estado?, creería que no, si se considera que el 60% de los empleados en algunas regiones del país devengan un salario mínimo mensual o menos para mantener a su familia, ¿qué hacer con esa "población sandwich", ese grupo que está entre los pobres y los más ricos, pero que no son ni lo uno ni lo otro? ¿deberían pagar impuestos directos?
Creo que la reflexión debe apuntar a que el país requiere preguntarse si las cargas impuestas o la cruz del gasto público lo seguirán cargando menos del 10% de la población. Pero esto no se logra exclusivamente con una reforma al sistema tributario, si bien esta es urgente. Es necesario que simultáneamente se fortalezca la capacidad del Estado de detectar la evasión y la elusión, simplifique las tarifas del IVA y se desmonente exenciones innecesarias al capital privado, mientras se fomentan el cambio tecnológico en proceso y producto que permita producir a menores costos, la formalidad del mercado liberal y se garantiza que servicios como la educación y la salud serán gratuitos y estarán al acceso de toda la población, especialmente la de menores ingresos. No requerimos aumentar impuestos, pero sí es necesaria que la carga la repartamos mejor entre todos los que llevan a cuestas al país.
Comentarios