La línea del populismo

Aprovecho para agradecerle al señor Vicepresidente que haya por fin tenido la dignidad de guardar silencio y no seguir agitando las aguas por una discusión tan estéril como carente de absoluto fundamento. Como lo señaló María Isabel Rueda, no hay nada más populista que usar el tema del ingreso como caballito de batalla en la arena política. Es que el Vicepresidente Garzón supo que era esa la oportunidad de mostrarse como el adalid de las masas populares: no hay mejor discurso que seduzca masas como aquel que ataca al sistema económico, la mala distribución del ingreso y el cinismo de las clases dirigentes con los humildes bolsillos del pueblo.

Y esto no es culpa del pueblo. Finalmente él escucha lo que quisiera oír, más cuando la pobreza y las dificultades económicas lo carcomen. Sin embargo, lo execrable es que un político abuse de esos deseos insatisfechos, los denuncie, los amolde a su discurso y a su proyección como caudillo pero, como suele suceder, resulte que más allá del micrófono sus apreciaciones difícilmente pasan del mundo de las ideas. Y no por malo, propiamente, sino por algo mucho peor: por conveniencia. Tuve la sensación que el señor Vicepresidente, aún consciente que la discusión de la línea de pobreza en Colombia es un tema eminentemente técnico, prefirió irse por la orilla fácil de apartarse de una discusión a la cual estaba llamado un reducido público cualificado en temas económicos y optó también por jugar con la prédica propiamente populista que no conduce sino a avivar el debate, inútil a todas luces, en la medida en que enfrenta a un criterio técnico y exacto con uno, que aunque válido, es prolijo e impreciso.

Y es que la imprecisión de la discusión en torno a la cifra que determina la línea de pobreza parecía desconocer los aspectos que los técnicos de Planeación Nacional tuvieron al momento de formular su modelo y hacer sus estimaciones. Por una parte, esos 187.000 pesos en donde se definió el límite con la pobreza -ausencia de los mínimos necesarios de bienestar- es por persona y no por unidad familiar, como se ha pretendido aseverar con peculiar desconocimiento. Al hacer este cálculo, se consideró una canasta básica para garantizar un mínimo de bienestar por persona, es decir, más que concebir en este estudio un ingreso, se consideró un gasto mínimo que todo colombiano debería efectuar para acceder a esta canasta básica de bienes y servicios. Si la familia tiene 4 miembros, el ingreso total rondaría los 750 mil pesos y estarían fuera de la población en situación de pobreza y extrema pobreza, lo cual no es sinónimo de haber superado todas las limitaciones. Si bien la cifra puede cuestionarse, el interrogante que queda planteado es cuál debería ser el nivel de ingresos y gastos que realmente reflejan la situación de pobreza en Colombia. Sería entonces necesario cuantificar consumos a menudo imposibles de medir con exactitud, como los gastos médicos imprevistos, el transporte público, almuerzos familiares o con amigos, las bebidas del viernes que se toma el padre de familia, el diezmo en la iglesia, el paseo de los niños del colegio o los subsidios que otorga el gobierno en especie y que no son fácilmente captadas en las variables gasto ingreso. Es más, usualmente el consumo efectivo de las familias es superior al ingreso y todo por cuenta de esos gastos que, por su dificultad para registrarlos, no son tomados como esenciales por esta clase de estudios económicos. 

El índice de pobreza multidimensional, IPM, incorpora medidas de bienestar que atañen mucho más a las familias, a diferencia de los índices tradicionales orientados hacia variables como el comercio exterior, la producción, los resultados fiscales, la tasa de cambio y los balances monetarios. Como todo índice desprecia aquellas variables sobre las cuales no existan datos aún, pero representa un avance significativo hacia la construcción de indicadores sociales que incorporen aspectos más inherentes a la cotidianidad de una familia. Ni la consideración sobre el ingreso versus el consumo efectivo ni la forma en que fue construido el IPM parece haber sido tenido en cuenta por el vicepresidente. 

Llama la atención que durante años se habló de una línea de pobreza determinada por 2 dólares al día por persona, es decir, 60 dólares al mes y con una tasa de cambio de 1800 pesos por dólar, tendríamos una línea de pobreza de 108000 pesos. Muy inferior a la línea de pobreza ahora definida en Colombia y a la cual ni el vicepresidente ni muchos en Colombia criticaron, a pesar que, si nos contextualizamos en las palabras del Vicepresidente, es una cifra irrisoria y ofensiva con los más pobres. Y no hubo discusión porque sencillamente no había forma de confrontar la cifra. Tuvo que nombrarse una comisión de alto nivel dirigida por el Nobel de Economía Joe Stiglitz y varios expertos de las principales escuelas de economía del mundo, así como adaptar sus conclusiones al caso colombiano, para replantear ese concepto de pobreza en términos estrictamente económicos. Por más que personas como Angelino se indignaran, era necesario para la formulación de políticas públicas una definición exacta y sin ambigüedades y ese resultado sólo provendría de un estudio juicioso y altamente tecnificado. Difícilmente versos alejandrinos podrían definir con precisión un fenómeno como la pobreza. 

Lo que debería trasnochar a personajes como Angelino y demás es que más allá de si la línea de pobreza refleja o no la realidad de los pobres de Colombia, el problema manifiesto consiste en que buena parte de la población colombiana se encuentra en situación de vulnerabilidad, no tienen ahorros y están expuestos a choques covariantes (inflación, desempleo), lo que se traduce en que muchos en el país están en una circunstancia muy incómoda: con una leve desaceleración económica o una crisis profunda esa población cruzaría el umbral delgado y tenue que los separa de la pobreza y los mandaría de forma intempestiva a ella. Ese es el problema turgente y que, sin duda, es la mayor guía que debe tenerse para orientar la política pública. No obstante, para saber eso es necesario definir una línea de pobreza. Más allá de eso estaremos en la línea del populismo puro y nocivo, polarizador y estéril. Y bien lo recuerdan algunos: de los pocos males que se ha salvado de padecer la democracia colombiana son los del populismo. 


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