Panorama

El reciente estudio de la CEPAL con respecto al panorama social de la América Latina es una muestra prominente de lo que ocurre en la región que, en medio de un auge económico, aún no logra superar situaciones calamitosas y penosas como la violencia, la extrema pobreza, la desigualdad y el goce restringido de los derechos de los ciudadanos. Excepto países como Chile y Uruguay, que se encuentran en una etapa de transición hacia estados desarrollados donde las necesidades rondan más a la clase media que a los pobres que, como lo muestran las últimas dos décadas de vertiginoso progreso, están en franca reducción, la mayoría del continente se enfrenta a desafíos que requieren más que ortodoxia y recetas importadas. Consideremos un aspecto que no merece mayor profundización: se espera que en 2011 la tasa de pobreza se haya reducido en un punto porcentual, situándose en el 30.4% de la población latinoamericana, mientras las previsiones de crecimiento del PIB y las presiones inflacionarias que supone el auge podrá incrementar la tasa de indigencia.

Hace medio siglo, Hans Singer exponía con gran precisión que las políticas modernas de los gobiernos deberían enfocarse en el desarrollo humano, esto es, enfocarse en la potenciación de las habilidades de los individuos y en la formación de capital humano en donde este brilló por su ausencia y restarle prioridad a las políticas de crecimiento económico. Sin duda alguna que si los Gobiernos promueven el crecimiento económico hacen un gran bien al bienestar de sus ciudadanos, pero la fragilidad de sus resultados pueden convertirse en una carga pesada de llevar en tiempos de crisis. Veamos el caso de México y Honduras, el uno un país con una economía dinámica y gigante y el otro un pequeño país pobre y con tendencia al caos, pero con una característica común: una fuerte dependencia del bienestar de sus ciudadanos a las variaciones de los ciclos económicos. Muestra de ellos radica en que el crecimiento de la tasa de pobreza y de indigencia en el coloso azteca está en el 1.7% y 1.0%, respectivamente, mientras el pequeño país centroamericano tuvo una variación de 1.5% y 2.1%. Muestra de la fuerte dependencia de México a los ciclos económicos está en que la medición fue efectuada con respecto al año 2008, lo que comprende la fuerte contracción económica de 2009 y la "apreciable expansión" de la economía en 2010. De cualquier modo, conviene resaltar que si bien la región en general presenta un balance favorable con los esfuerzos de los Gobiernos para superar la pobreza, es evidente que países como Bolivia, Nicaragua, Honduras y Guatemala tienen al 60% de su población o más en situación de pobreza, mientras en promedio 34 de cada 100 latinoamericanos viven con menos de lo necesario para acceder a una canasta básica. Muy posiblemente esta situación se debe a que las políticas implementadas en el continente a lo largo de las últimas décadas han favorecido la modernización de los aparatos productivos pero no promovieron la modernidad, que es la capacidad de darle a las estructuras políticas y sociales una coherencia con los procesos modernizadores de la economía. Más y mejores computadoras para las empresas, pero en las bases de la sociedad el conocimiento sigue siendo un factor esquivo para la mayoría, por ejemplo. Modernizamos al país pero nuestra sociedad no es moderna aún. 

El panorama social de América Latina llama la atención de la necesidad de poner a punto los mercados de trabajo, las instituciones laborales y la atención a los diferentes sectores de la sociedad, especialmente los más vulnerables. Ejemplo de ello es la fecundidad: sigue prevaleciendo en la región que la más alta tasa de fecundidad se encuentra en mujeres con una casi inexistente educación, que difícilmente acceden a programas de planificación y que posiblemente no poseen los recursos necesarios para la manutención adecuada de una familia. La relación inversa entre educación y natalidad es una señal elocuente de alarma y debería considerarse una prioridad por parte de los Estados, que debe ajustar los programas de promoción de una sexualidad sana, especialmente en los más jóvenes de la población que constituyen además una demanda insatisfecha de servicios de planificación familiar. Familias más grandes en segmentos vulnerables de la población es una forma muy efectiva de perpetuar la pobreza. Es entonces perentorio que la educación llegue en las condiciones necesarias a los más pobres como herramienta de movilidad social y como la gran posibilidad de potenciar habilidades; entre ellas, la de poder organizar una familia.

En cuanto a la estructura productiva América Latina presenta una marcada divergencia productiva, es decir, una brecha muy grande entre productividades. Veamos este panorama: mientras las empresas de gran escala productiva generan el 66.9% del producto y sólo un 19.8% del empleo, las empresas informales y los pequeños productores  concentran más de la mitad del empleo mientras producen un modesto 10.8% del producto. Esto no se verá reflejado en otra cosa diferente a la apropiación desigual de la ganancia -sin que sea una condición que todos los productores ganen igual, por supuesto-, lo que puede explicarse así: de cada 100 pesos, 66.9 los reciben menos de 20 personas, mientras que de cada 100 pesos, menos de 11 llegan a más de 50 personas. En esas circunstancias, evidentemente, es muy difícil garantizar un ingreso laboral apropiado a la mayor parte de la población. De modo que las primeras grandes iniciativas de parte de los Gobiernos deberán estar orientadas hacia la formalización del mercado laboral, vía una reducción de los costos de transacción para los empleadores, por una parte, y hacia la reducción de las brechas productivas. Esto último debería ocupar buena parte del tiempo entre policy makers y académicos: la inserción de nuevas tecnologías, el acceso al conocimiento y las facilidades para obtener crédito deben constituir la tripleta que permita a las PYMES consolidarse como empleadores de buena calidad y como determinantes del crecimiento económico. 

De modo que se perfila como la más importante prioridad para los gobiernos el garantizar la reducción de las brechas, que directamente implicará el diseño de políticas públicas orientadas a la promoción y el desarrollo humano y la potenciación de las habilidades de los individuos. Es un propósito lograr un crecimiento económico sostenido y lo suficientemente elevado para garantizar el dinamismo de las empresas y de las estructuras productivas de la sociedad y por esa vía crear riqueza: pero no es suficiente esforzarse por un desempeño económico impresionante, es necesario crear las herramientas que posibiliten capitalizar el éxito económico de una nación. De lo contrario, el crecimiento puede ser una bendición para unos y seguirá siendo, paradójicamente, un evento abstracto, alejado y hasta funesto para la mayoría.

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