La rama de olivo

La rama de olivo es un símbolo antiguo. En la Biblia se habla de él como el símbolo del final del cruento diluvio universal; en la antigua Roma y en la Grecia clásica se nos habla de la rama de olivo como el símbolo que los ejércitos enemigos usaban para hacer ofrecimientos reales de paz. En tiempos modernos resulta memorable la rama de olivo en las manos de Yasser Arafat en la Asamblea General de las Naciones Unidas al hablar del cese definitivo de hostilidades con el Estado hebreo. Sin embargo también en estos tiempos, la rama de olivo en una mano ha significado tener empuñado el arma en la otra. La historia, afortunadamente, nos ofrece una evidencia muy fuerte para comprobarlo: en 1941, en plena Guerra Mundial, el Embajador del Japón en Washington, el almirante Kichisaburo Nomura, sostuvo extensas reuniones con el Departamento de Estado de los Estados Unidos e incluso llegó a ofrecer la paz como estrategia para la supervivencia de ambas naciones en medio de la devastadora Guerra. El 7 de diciembre de 1941 las fuerzas japonesas propinaron el duro golpe a la Base de Pearl Harbor. 

Colombia rara vez ha sido ajena de este tipo de situaciones. Durante los diálogos de paz con las FARC estos secuestraron candidatos presidenciales, volaron torres de energía, mantuvieron rehenes, traficaron con drogas y en la mesa de negociación manifestaban su voluntad de paz y de profundizar en las transformaciones sociales que ellos consideran necesita el país. Y la escena se repite: el nuevo comandante de las FARC, Timochenko, se asemeja un poco al Embajador Nomura. Expresa la voluntad de paz de su organización mientras paralelamente ejecutan su estrategia de guerra. Me atrevo a pensar que la estrategia planteada por Robert Aumann en su genial análisis de la guerra y la paz basada en su teoría de juegos cooperativos y repetitivos se ajusta con suficiente comodidad al análisis de la escalada violenta del mayor grupo terrorista de América. 

A grosso modo, la teoría de Aumann permite modelar las interacciones de largo plazo. Por allí damos cuenta de fenómenos necesariamente asociados a la interacción entre dos o más agentes: confianza, cooperación, lealtad, amenaza, venganza. Suponiendo que el Gobierno y las FARC son los jugadores, el gran juego se resume en que ambos diseñarán estrategias en que los dos están en función de sus intereses sujetos a una información. Dicho de otro modo: tanto el Gobierno colombiano como las FARC están actuando de acuerdo a sus intereses y conocen algo de la estrategia del contrincante. El equilibrio entre ambos está cuando se consigue que en el evento que uno de los dos se desvíe, con seguridad se pueda impartir un castigo. Citemos a la Guerra Fría: ¿qué impidió que la URSS y los Estados Unidos emprendieran la guerra en términos militares?, la Amenaza de Destrucción Mutua Asegurada. Tener aviones y misiles las 24 horas del días y 7 días a la semana listos para atacar marcó la diferencia. Donde uno de los dos países hubiese decidido el desarme, la Guerra hubiera sido un hecho. De la única manera que el castigo no hubiese sido un incentivo para evitar a la confrontación bélica, sería el hecho que el beneficio de desviarse fuese mayor que el costo de hacerlo. La tasa de descuento permite ver si el beneficio hoy es mayor que el costo mañana. Si en la Guerra Fría hubiese sido elevada, quiere decir que después del Holocausto Nuclear habría algo que lo compensara. 

Contextualicemos ahora en Colombia: ¿por qué las FARC han iniciado una escalada bélica en el Suroccidente del país? ¿qué explica esa escalada violenta?, no me interesa si a la luz de las estadísticas es escalada o no. Estoy hablando de las razones que explican que las FARC, días después de sacar la rama de olivo, hoy desenfunden nuevamente el sable contra el establecimiento. Desde hace varios años el progresivo mejoramiento tecnológico de las Fuerzas Militares y de las agencias de seguridad del Estado permitieron afrontar con mayor fuerza la embestida del ejército irregular marxista. Ante el fortalecimiento del aparato militar del Estado, disminuyeron los ataques a poblaciones, los ilegales se replegaron a zonas montañosas y aisladas y el control territorial volvió a manos de la legalidad. El juego es evidente: si el Ejército está en una población y los aviones de la Fuerza Aérea están en estado de permanente alerta, intentar una toma guerrillera a un pueblo podría ser percibido como un acto suicida e innecesario. El juego no declarado es simple: el Estado retoma el control y la guerrilla se repliega y se ve forzada a reducir su acción criminal. Si decide desplegarse y atacar de nuevo, el castigo de parte del Gobierno podría ser motivo para volver a encausar la conducta del otro jugador y obligarla a replegarse y cesar la hostilidad. Posiblemente el error del Gobierno colombiano hoy sea haber perdido la credibilidad de sus castigos. Las FARC no atacan zonas por estar sumidas en la pobreza o en el abandono, como algunos erróneamente lo interpretan. La relación entre pobreza y violencia está bastante cuestionada hoy día y es una muestra de la obsesión de algunos economistas de buscar relaciones de causalidad donde no las hay. Pero la relación entre violencia e incapacidad de atrapar a los violentos in fraganti o antes de cometer el hecho violento sí puede tener más lógica. Es muy seguro que la dotación tecnológica y humana de las fuerzas de seguridad ubicadas en el Cauca y Nariño no sean las adecuadas para enfrentar a los ilegales. 

No tiene sentido la relación pobreza-violencia, que algunos usan como justificación del accionar de las FARC en zonas que se encuentran rezagadas social y económicamente, tanto como se piensa. Es posible que la pobreza en estas regiones se explique, por ejemplo, por la baja cualificación del capital humano que hace dependiente a estas regiones de bienes con bajísimo valor agregado; por la escasa producción de bienes de capital -que se explica por una inexistente inversión privada- y una mala gestión de parte del Estado para garantizar una provisión óptima de bienes públicos. Pero la violencia puede obedecer a fallos institucionales propios de los Gobiernos: seguramente la relación investigadores y agentes de inteligencia- población civil es muy baja con respecto a regiones como Bogotá y Cali. Muchas veces las gestiones de inteligencia militar y policiva en regiones como Nariño y el Cauca se concentran en Cali o incluso en la misma Bogotá, lo cual desde cualquier punto de vista hace ineficaz la capacidad del Estado de reaccionar adecuadamente a una amenaza terrorista en una población lejana y casi desconocida como Villa Rica o Guatemala, en la vía entre Miranda y Florida, o una zona apartada como Tumaco. Insisto, relacionar pobreza con violencia es decir tácitamente que los guerrilleros ponen bombas y matan inocentes cuando el desempleo sube o los salarios reales bajan.

¿Quién tiene la responsabilidad?, indudablemente el Presidente y su Gobierno deben pensar de forma rápida cómo cubrir adecuadamente estas regiones con los equipos de inteligencia militar y civil necesarios para repeler amenazas reales. La presencia militar es importante y vital en estas zonas, siempre que su capacidad de reacción sea creíble y suponga un riesgo de castigo a quien intente infringir la ley. El gran incentivo de las FARC es la rentabilidad del negocio del narcotráfico, lo cual hace la lucha compleja por los beneficios inmediatos y millonarios que arroja este negocio y no las carencias de la población. No descarto que mayor inversión en infraestructura y en la provisión de bienes públicos como educación, salud, vivienda y servicios como acueducto y energía eléctrica son un gran avance, pero no se combate en la guerra con peras. De hecho es erróneo pensar en una estrategia social antes que en una estrategia militar o visceversa. Es una falacia. Se requiere con urgencia implementar estrategias paralelamente. Dar de comer al hambriento y cuidarlo a la vez del criminal no son eventos mutuamente excluyentes. 

Usaré un aparte del discurso de Robert Aumann para concluir mi postura: del pasaje del Profeta Isaías (2: 2-4), encontramos "y correrán á él todas las gentes.3 Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, á la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalem la palabra de Jehová. 4 Y juzgará entre las gentes, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces: no alzará espada gente contra gente, ni se ensayarán más para la guerra."

Isaías nos dice que las naciones podemos vivir en paz. En que las espadas servirán de rejas y las lanzas servirán para arar la tierra. Esto en términos modernos sería cuando el soldado vaya al campo a alfabetizar a niños, cuando el helicóptero de combate transporte maquinaria para construir caminos en lugar de llevar cañones y misiles y cuando los camiones de los militares lleven alimentos entre regiones en lugar de tropa. Esto ocurrirá cuando exista un gobierno central, cuando "toso estemos congregados en torno a un Señor reconocido por todos."; mientras tanto, las naciones terrenales como la nuestra podrán tener paz, pero los helicópteros deberán seguir listos para ir al combate, los camiones listos para transportar soldados y estos con su fusil al lado de su litera para salir cuando la necesidad lo exija. En nuestra nación la espada no será reja ni la lanza será para arar, porque seguimos siendo llamados a entender la guerra, ¡para detenerla y nunca más tener que volver a lucharla!


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