Muy grande para caer

Cali- El régimen venezolano es como esos grandes bancos internacionales que en el entorno financiero se conocieron como los too big to fall, aquellas corporaciones financieras que por su cantidad de clientes resultaba para algunos inaceptable su quiebra. El Gobierno de Chávez, tras 14 años, ha crecido a tal magnitud que resulta difícil creer que lo dejarán caer tan fácil. En esta década y media de su presidencia, ha montado todo un andamiaje ideológico y político que ha configurado una serie de incentivos poderosos y una nueva élite. Algo no muy extraño en América Latina: luego de la Colonia española, una élite local tomó su lugar pero poco cambió, pues finalmente conservaron las mismas reglas de juego a lo largo de la historia. Los mismos terratenientes del pasado colonial hoy quizás son los mismos que conforman las élites en países como Venezuela. O bueno, hasta la llegada de Chávez.

En 1999, Venezuela dio un giro radical a la izquierda. El coronel retirado que intentó derrocar a Carlos Andrés Pérez siete años atrás se hacía con la Presidencia y marcaba el inicio de un periodo que sin duda marcará al país sudamericano en las próximas décadas. Pero Venezuela no era un país diseñado para cumplir sus propósitos: como suele ocurrir también en estas latitudes, cambió las instituciones; promulgó una nueva constitución, cambió de nombre al país y gestó un modelo estatal donde el Presidente se convierte en una figura significativamente más poderosa que antes y el Estado ganó relevancia en la actividad económica. El sistema que montó el nuevo gobernante constituía toda una maquinaria ideológica, enmarcada en una Revolución, que implantó un régimen tan extractivo como el anterior, pero con una nueva élite. Realmente Hugo Chávez configuró una nueva clase política en Venezuela, capaz de formular la política social y la más relevante para sus fines: la política económica. El modelo estatista permitiría concebir una economía centralizada, anular las fuerzas de mercado y suponer un nuevo marco legal para la propiedad, un tema central para el socialismo, así como tomar las decisiones para asignar los recursos, no necesariamente a sus fines más productivos.

La planificación central de la economía siempre permitirá ver con claridad que las preferencias de la sociedad van en una vía diferente a las preferencias del planificador social. La economía venezolana pronto empezó a ver cómo los arreglos institucionales respondían a unas instituciones políticas extractivas: siendo un conocedor que los empresarios son contradictores de primera línea del Gobierno y los trabajadores su mayor sustento, las gabelas otorgadas a estos últimos fueron un ataque directo a los patronos y han incrementado la ya bien abierta brecha ideológica entre empleados y empleadores. La legislación laboral, por ejemplo, básicamente proscribió los despidos de trabajadores salvo unas contadas excepciones. Así las cosas, el absentismo aumentó y los dueños del capital, si es que conservan esa condición, perdieron su autoridad. Tal vez eso ha ayudado a que los venezolanos entren entre aquellos trabajadores menos productivos en el mundo. En este sentido, Venezuela sustituyó unas instituciones políticas que extraían poder y perpetuaban a una élite en él por otras, que crearon una nueva clase dominante y la pretenden perpetuar igual. Indudablemente en un país estable institucionalmente es difícil que el Gobierno logre configurar el Estado a su conveniencia.

Pero volvamos al primer apartado: el régimen chavista es muy grande para caer. Aunque ha llevado a la economía venezolano a un estado de perdida progresiva de la productividad, inestabilidad de los derechos de propiedad, inflación creciente, oferta que no satisface la demanda, entre otros, así como ha puesto a Venezuela en la cima de la corrupción en el sector público, ha logrado atrapar el voto de más del 50% de la población que se beneficia directamente de políticas sociales que aunque fiscalmente son una carga exagerada para el gigantesco y vetusto Estado, es combustible que a diario se le pone a la Revolución. Claro, la desigualdad de Venezuela se ha reducido a niveles que ningún país de América tiene, pero con un contexto preocupante de bajo crecimiento y poca acumulación: en su mayoría, la desigualdad se ha reducido por las ayudas estatales. El pastel se reparte mejor pero cada vez es más pequeño. 

Los síntomas del talante extractivo del régimen se encuentran en el comportamiento de la economía nacional. Chávez ha visto crecer el precio del barril de petróleo casi 10 veces con respecto al precio internacional de 1999, no obstante el 90% de las divisas del país siguen viniendo de la industria del petróleo. Chávez cumple bastante bien con el perfil del dirigente autoritario que permite el crecimiento o fomenta el lucro, porque sabe que le beneficia. No es el primero que lo permite en la historia política de la humanidad. Sabe que su régimen sobrevive con generación de riqueza, aún cuando fuera por debajo del potencial del país, pero bajo ninguna circunstancia por encima o por debajo de lo que el Presidente y su gobierno estimen conveniente. Finalmente poca riqueza frustra sus esfuerzos de redistribución, mucha riqueza crearía nuevamente poderes que pueden traer inestabilidad al régimen.  La vivienda ha disparado en un 30% el gasto público, la inflación bordea el 20%, el sector petrolero y la construcción permitieron un crecimiento del 5,2% del PIB, mientras sectores como la industria y la minería se contraen. Ahí aparece mi tesis: el régimen venezolano no pondrá su  existencia en la continuidad de Hugo Chávez en el poder. El gigantesco Estado venezolano ha creado una clase dirigente que no renunciará a sus beneficios ni a los logros que en una década ha conseguido, es muy grande para dejarlo caer. Que el chavismo muriera con Chávez y hubiese un cambio abrupto de régimen podría precipitar un escenario de violencia, en un contexto ya bastante radical y donde las instituciones son fácilmente modificables. Será la economía misma, cuando el sistema económico colapse, cuando el boom inmobiliario y petrolero termine y los venezolanos estén enfrentando la peor de las crisis, que quizás una nueva revolución imponga el nuevo orden. 

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