Fanáticos


Al oír a los exponentes más radicales de la derecha colombiana, empezando por el mismo Uribe, uno percibe cierto tufo a fanatismo, porque actúan como ciertos jueces que sentencian a muerte a los que no han cometido más crimen que el de no pensar como ellos. Basta ver los epítetos con que tratan a Santos –traidor-, basta ver cómo se refieren a la agenda de negociación del Gobierno con las FARC en La Habana, dando por cierto algo que simplemente presumen que ocurre y descalificando notablemente, hasta el punto de la intimidación, a quienes apoyan la estrategia de paz del actual Gobierno. Hace casi tres siglos, Voltaire escribió un genial ensayo sobre el fanatismo religioso; aunque no creo que aplique en su totalidad, rescato algunos apartados:

Entiéndese hoy por fanatismo una locura religiosa, sombría y cruel. Es una enfermedad del espíritu, que se adquiere como las viruelas. Los libros la comunican menos que las asambleas y que los discursos. Rara vez nos acaloramos leyendo, porque entonces estamos sosegados; pero cuando el hombre ardiente y de ingenio habla con entusiasmo a imaginaciones débiles, sus ojos centellean, y el fuego de sus miradas, de su voz y de sus ademanes se contamina y conmueve los nervios del auditorio. Exclama: «Dios os está mirando; sacrificadle lo que no es más que humano; combatid en los combates del Señor», y lanza al combate a sus oyentes.

Hoy, precisamente, participé en un foro en una página en una reconocida red social que hace unos años convocó a millones a la histórica marcha del 4 de febrero. La página presentaba imágenes comparativas entre la asistencia de aquella ocasión y las de hoy 9 de abril, significativamente inferior en asistencia. Automáticamente aseveran que eso ocurre cuando una marcha es convocada por delincuentes. De entrada, llamaron delincuentes a los organizadores y patrocinadores, sin discriminar en lo absoluto y entendiendo que muchos de sus organizadores podrán pensar diferente pero no ser criminales, y tácitamente llamaron cómplices a quienes participaron. Seguido publicaron, como retahíla aprendida al pie de la letra, por qué el proceso de paz era inconveniente. Citaron escenarios comunes, muy del estilo de los amigos de las teorías conspiracionistas. Uno se pregunta cómo concluyen tal cantidad de ideas y las toman por verdad. Y ahí la frase de Voltaire parece precisa: no hay nada escrito que lo diga, pero sí un hombre ardiente y de ingenio que habla con entusiasmo a imaginaciones débiles, sus ojos centellean, y el fuego de sus miradas, de su voz y de sus ademanes se contamina y conmueve los nervios del auditorio.

La gente percibe como el gran enemigo del país a las FARC. No es una percepción errada, aunque sí es un escenario diferente el de hoy al de hace 10 años. No obstante Uribe, muy astuto, ha logrado que un puñado de hombres en armas relegados a pequeños espacios, emerja de nuevo en el imaginario de un considerable grupo de ciudadanos como una amenaza equivalente a la que enfrentábamos en 2002. No suficiente con esto, ha denunciado que el Gobierno dará impunidad a las FARC –basado en unas declaraciones de los negociadores de la guerrilla-, cuando este tema no ha sido oficialmente discutido en la mesa. Nada más incoherente hace Uribe cuando denuncia impunidad, él que no dudo en pensar que las Autodefensas recibieran un trato de delincuentes políticos y no como los genocidas que son. Sin embargo eso poco le interesa a su grupo, que repite sus aforismos y se exacerba cuando recuerdan que Santos traicionó a su líder natural. Preocupa que en la extrema derecha consideren a la guerra como un fin en sí mismo –en lo personal me preocupa tanto eso como el lenguaje bélico que emplean para descalificar a quienes piensan diferente-, ¿para qué ir a la guerra? ¿No es acaso el camino para lograr la rendición de la parte derrotada?, uno ve con preocupación que la gente que defiende a ciega fe a Uribe y sus ideas no perciba otro modo diferente para resolver conflictos que la confrontación indefinida en el tiempo, pareciera que prefieren a un Uribe en guerra que una Colombia en paz. Y repiten de nuevo el aforismo: ¡Santos traidor! ¡Paz con impunidad ni justicia no es paz!, pero no dudan en estigmatizar y en dividir con odios. Pero es razonable: Uribe prefiere reunirse con paramilitares a negociar su desmovilización que reunirse y debatir con un rival político.

Así las cosas, vuelvo a cerrar con Voltaire: “El fanatismo es a la superstición lo que el delirio es a la fiebre, lo que la rabia es a la cólera. El que tiene éxtasis, visiones, el que toma los sueños por realidades y sus imaginaciones por profecías, es un fanático novicio de grandes esperanzas; podrá pronto llegar a matar por el amor de Dios.

Y mientras tanto, los uribistas y la extrema derecha suben en redes sociales fotografías de plazas solitarias durante la marcha, como quien se espera ansiosamente el fracaso de su enemigo. Con el agravante que su enemigo declarado es el Presidente y su Gobierno, con el agravante que un fracaso de ellos es un fracaso para el país. 

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