Tierras y pobreza: el final del conflicto inicia en el campo


El panorama rural de Colombia es bastante desalentador desde hace más de cuarenta años. Quizás el abandono del campo pudiera obedecer a un proceso de urbanización que ha hecho de Colombia un país de ciudades. Sin embargo el campo colombiano representa el 94% del territorio nacional, mientras se estima que un 32% de la población total de Colombia está ahí. Y es que definitivamente la tierra tiene que ser un asunto de gran importancia si desde finales de la década de 1950 el desplazamiento de los pequeños propietarios de tierra, especialmente en la Costa Atlántica, ha sido una situación constante producto de conflictos e intereses antagónicos. Desplazamiento en beneficio de grandes terratenientes y simiente de buena parte de los conflictos armados de los últimos años. El panorama del campo parece más elocuente a la luz de las cifras, que dan cuenta de este fenómeno social que ha marcado buena parte de la Historia colombiana. El coeficiente de Gini de tierras indica que desde hace cuatro décadas la tierra en Colombia está cada vez en menos manos, pasando de un 0.74 a un 0.88 (Ibañez y Muñoz, 2011). Córdoba y Caquetá aparecen como los departamentos con la mayor concentración de la tierra junto a Antioquia y Valle.

El acuerdo preliminar alcanzado en el tema de tierras entre el Gobierno colombiano y las FARC en La Habana no puede ser visto como un hecho aislado y coyuntural y más bien debería ser visto como parte de un proceso histórico. En definitiva, es una señal de la necesidad de profundizar en verdaderas reformas que apunten a devolverle dinamismo al campo colombiano, en su mayoría sin explotación económica, sin títulos de propiedad y en otros casos despojados a la fuerza de sus propietarios originales. Se estima que el 15% de la superficie agrícola del país fue arrebatada por la fuerza de las armas (Semana, 2012). En ese sentido, no se puede concebir que la agricultura emerja como motor de desarrollo y del crecimiento económico cuando producto de estas adversidades se han vulnerado los derechos de propiedad y se ha afectado la acción del Estado, representada esta en últimas en la provisión de bienes públicos como la educación, la salud, las vías y la seguridad. Definitivamente la informalidad en la propiedad de la tierra y la incapacidad estatal de poner a funcionar la maquinaria agrícola hacen que el país viva muy por debajo de la frontera agrícola[1]. A su vez, un conflicto que deja más de 5 millones de víctimas, muchas de ellas relacionadas con las disputas por la posesión y propiedad de la tierra, es improbable que permita a un país cerrar la preocupante brecha entre la ciudad y el campo, que se ve reflejada en la proliferación de asentamientos irregulares en las grandes ciudades y una mayor incidencia de pobreza extrema entre los desplazados.

Las estadísticas suministradas por el DANE permiten identificar algunos rasgos preocupantes de la situación social en las zonas rurales, entre los que se destaca una incipiente cobertura en servicios públicos domiciliarios, restricciones al acceso a la vivienda e ingresos per cápita que pueden ser significativamente inferiores a los que se gana en promedio en las ciudades. De nuevo, es la marcada  desigualdad un sello que ha representado a la sociedad colombiana a lo largo de su historia. Las instituciones políticas y económicas del país han dado soporte al carácter elitista y extractivo de los grupos sociales más fuertes, especialmente aquellos descendientes de los hacendados españoles, dueños de hectáreas y esclavos por derecho real durante la Colonia, que además no dudaron en usar su mayor poder para quedarse con las zonas más fértiles, menos agrestes y con mejor conexión con el resto del país y los puertos en el mar. No es casualidad que los antiguos esclavos traídos de África y los indígenas hayan sido confinados a la periferia del país, en zonas selváticas, como la región Pacífica y los departamentos de la Amazonía y Orinoquía. El rasgo colonial español de la hacienda servirá de modelo que prevalece incluso hasta nuestros días y esta figura implica la existencia de una clase dominante latifundista a la cabeza de la producción (Charry, 2002).

Fue ya durante los albores del siglo XX cuando las tensiones entre liberales y conservadores crisparon los ánimos, ya exacerbados, en la zona rural. Durante la primera mitad del siglo, la propiedad de la tierra tuvo como color el del partido dominante, normalmente con la protección de las autoridades y de los grupos armados partidistas. Estos fenómenos fueron especialmente fuertes durante los primeros años del Frente Nacional en la Costa Atlántica colombiana; no obstante, ha sido la marcada debilidad del Estado y su incipiente capacidad de proteger los derechos de propiedad de los campesinos frente a los abusos de la avidez de oscuros terratenientes los que exacerbaron los ánimos y sirvieron de caldo de cultivo para la aparición de grupos guerrilleros, primero, y luego forzar la presencia de las Autodefensas. Y es que las reformas agrarias impulsadas por el Gobierno en el siglo XX apenas lograron titularizar una pequeña fracción de las tierras mientras porcentajes mayores eran arrebatados por caciques regionales con apoyo de grandes ejércitos irregulares. La frustración fue grande cuando del casi millón de familias inscritas para recibir sus títulos, sólo un poco más del 10% recibió el anhelado reconocimiento del Gobierno de Lleras Camargo. En ese periodo y hasta hoy, las grandes extensiones privadas de tierra aumentaron en un 59% (Reyes, 1987).

La actual estructura de propiedad de la tierra en Colombia es la suma de diferentes sucesos que han definido su carácter desigual, de hecho es una falencia histórica de las estructuras de gobernación de la sociedad colombiana y hoy se cosechan los resultados de una debilidad institucional que no ha impedido el conflicto de intereses antagónicos. La aparición de grupos armados ilegales con fuerte influencia en el sector rural es la respuesta a esa baja capacidad de centralización, en los términos de Acemoglu y Robinson (2012), del Estado colombiano. Este es un fenómeno que se consolidó  con el siglo XX pero que puede vislumbrarse desde los primeros años de la República, en el siglo XIX. La existencia de una pobreza crónica y de la baja productividad del sector agrícola es una consecuencia ineludible de esquivas y erráticas políticas públicas que no lograron proveer satisfactoriamente bienes públicos indispensables, tales como vías, educación, salud y servicios públicos, así como reducir los efectos de fallos protuberantes de los mercados, que han impuesto fuertes barreras para el acceso al crédito, la tecnología y que impone altos costos de transacción a los productores de bienes agrícolas. Desde una perspectiva más compleja, en el horizonte la política de desconcentración de tierras sería apenas una de tantas conquistas requeridas para equilibrar la balanza entre el campo y la ciudad. Si tomamos el acuerdo preliminar logrado entre las partes beligerantes en La Habana como un punto relevante en la turbulenta historia nacional, podríamos concluir que buena parte de las razones de los más de cuarenta años de conflicto armado han tenido un origen en la forma en que la tierra se ha repartido. Como lo recuerda a los colombianos una frase inmortal del brillante economista británico Henry George: "¿Cómo se puede decir a un hombre que tiene una patria cuando no tiene derecho a una sola pulgada de su suelo?"


Bibliografía
Acemoglu, Daron y James A. Robinson, (2012), Por qué fracasan los países, Deusto, Colombia.
Charry, Juan Manuel, (2002), La propiedad en el siglo XX. Nuevas concepciones: subsuelo, función social, preservación ecológica. Revista Credencial, Edición 149.
Ibañez,  Ana María y Juan Carlos Muñoz, La persistencia de la concentración de la tierra en Colombia: ¿qué pasó entre 2000 y 2010?, Notas de Política No 9, Agosto de 2011.
Los Pilares olvidados de la tierra, (2012), Revista Semana. Recuperado de http://www.semana.com/especiales/pilares-tierra/index.html
Reyes Posada, Alejandro, (1987),  La Violencia y el Problema Agrario en Colombia.  http://168.96.200.17/ar/libros/colombia/assets/own/analisis%20politico%2002.pdf
Revista Análisis Político NÚMERO 02 Septiembre/Diciembre de 1987   http://www.lablaa.org/blaavirtual/analisispolitico/ap2.pdf



[1] La noción de frontera agrícola supone la existencia de un límite entre las tierras económicamente explotadas y las tierras cuyo potencial se encuentra intacto. 

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