El pan sin el horno
Llegó el esperado 19 de agosto, cuando varios gremios del sector agrícola, minero y el transportador acordaron cesar sus actividades productivas en señal de protesta por la precaria situación que viven. Sectores económicos de gran importancia para el país están hoy en medio de una profunda crisis, reflejada en que sus precios, cada vez más bajos, no compensan los costos que enfrentan, cada vez más altos. A los ojos de un observador desprevenido, estamos enfrentando una parálisis social del orden nacional. Y si no son observadores desprevenidos, son jueces sesgados. Muchos añoran la Primavera árabe, que hoy parece más un otoño, o creen que estamos frente a un movimiento multitudinario como el vivido por Brasil. La gran diferencia es que las manifestaciones en estos países fueron expresiones espontáneas de indignación por una sucesión de problemas que afrontan, por ejemplo, los jóvenes para estudiar o para participar en política. En Colombia, siendo muy escuetos, afrontamos el problema unos gremios que no tienen otro interés que recuperar la maltrecha rentabilidad de sus negocios. Básicamente, quieren seguir en el negocio del pan, pero con un problema manifiesto: no quieren o no han podido acceder al horno.
Ciertamente, las implicaciones de este paro son grandes en la medida en que son muchas familias cuyo sustento depende de lo que pase en estos sectores económicos. La lógica es bastante simple: si los negocios en los que están empleados no son rentables, sus ingresos se reducen o, lo que es peor, corren el riesgo de quedar sin empleo. Pero el asunto de fondo, que debe movilizar a la opinión pública, es que urgen medidas de largo plazo que den una solución definitiva a la problemática que enfrentan los sectores agrícolas de la economía colombiana. El diagnóstico es simple: estos negocios no son rentables y dependen de un diferencial otorgado por el Gobierno para mantenerse en un punto de equilibrio. Pero si, por algún motivo, los subsidios fuesen retirados, la situación volvería al punto crítico. La realidad se encarga de demostrar que, en presencia de subsidios, los incentivos para sobrevivir por sus propios medios desaparecen en el gremio beneficiado.
La teoría dice que la competitividad de los sectores económicos se consigue si, entre otros aspectos, las condiciones de los factores son adecuadas. No basta con tenerlos, pues alguien podría decir que Colombia cuenta con suficientes factores básicos y con un potencial nada despreciable de factores avanzados, mucho más decisivos a la hora de construir una ventaja competitiva. El problema es realmente manejarlos adecuadamente y, en este caso, la variable institucional juega un papel fundamental. Históricamente los sectores económicos en Colombia han respondido a la configuración institucional del país. Por un lado, políticas desacertadas en materia económica, y por otro lado una incapacidad del Estado para garantizar la protección de los derechos de propiedad, el acceso al crédito, a la educación profesional, técnica y tecnológica y la precaria infraestructura de transporte, que impuso barreras realmente altas para la competencia de los sectores. El poder natural del Estado, de formular leyes, políticas y normas, falló, en parte por factores endémicos como la corrupción, baja cualificación de la burocracia media y los intereses generales subyugados a ciertos intereses particulares, como también por una situación menos obvia pero que se alerta en algunos modelos teóricos de competitividad: la política gubernamental fracasará si se mantiene como la única fuente de ventaja competitiva, ¿suena familiar esto?, sí, y es lo que ocurre con el café, el cacao, el arroz y otros tantos sectores: depositaron su fuente de ventaja competitiva en la política gubernamental de subsidios, de control cambiario y de provisión de bienes públicos y han encontrado el fracaso.
Ahora bien, es errado decir que estas situaciones es culpa del Gobierno o de los gremios, exclusivamente. Por un lado, aunque el oportunismo político no se hace esperar, esta situación hubiera estallado si el Presidente fuera liberal, conservador, de izquierda, del Centro Democrático o de la Unidad Nacional; a lo que voy, es que lo que ocurre ahora es el resultado de varias décadas de hechos y medidas que han ido acumulando sus efectos y ha hecho la crisis de estos sectores económicos un poco más compleja. El punto crítico es que la ausencia de factores avanzados, como infraestructura moderna de comunicación y transporte, científicos, técnicos y personal altamente cualificado, requieren grandes inversiones que, hasta la fecha, no han sido contemplados. El caso del café es elocuente: el sello de origen del café colombiano requiere, para ser otorgado por parte de la Federación de Cafeteros, que la cosecha sea manual y mantenga las técnicas tradicionales. Si los cultivadores quieren mejorar la eficiencia de sus procesos productivos, corren el riesgo de no vender su producto por las condiciones pactadas en el negocio. De nuevo, aunque el problema evidentemente es que el café de Colombia es más costoso que el de Brasil o Vietnam, el asunto de fondo es que la institucionalidad no responde a la necesidad de incentivos para la generación de nuevos procesos, adopción de nuevas tecnologías y la exigencia de cualificación de los cultivadores. No dudemos que esta situación se replica en otros productores.
Lo desastroso de los paros es que sus resultados rara vez son los mejores para la economía. Si nos atenemos a los antecedentes, la cesación de actividades como mecanismo de presión resulta en medidas que no son las que garanticen sostenibilidad en el largo plazo. El hecho que el anterior paro haya costado más de medio billón de pesos en subsidios es muestra de ello. Y aunque se podría pensar que los tratados de libre comercio o la apertura económica es la gran responsable de lo que ocurre, es realmente un sofisma: ha sido la incapacidad de los colombianos de modernizarse y adaptarse a las exigencias del mercado. Queremos vender productos, pero no hacemos lo necesario para innovar y crear diferencia. Finalmente, hoy en el paro estamos demostrando que queremos el pan, pero seguimos sin conseguir el horno.
Comentarios