Horas de los balances
El periodo constitucional del Presidente Juan Manuel Santos entra en su recta final y, a menos que nada extraordinario ocurra, es muy probable que este se extienda hasta 2018. Sin embargo, hacer un corte de cuentas -al menos parciales-, viene bien a la hora de entender un poco mejor el contexto del balance económico del actual Gobierno. Hay que hacer un honor a la verdad: la vara con que se ha medido al presidente Santos ha estado definida por el estado de ánimo de los colombianos y de opositores con gran poder en la opinión pública, como el expresidente Uribe, que de alguna forma han impedido un análisis medianamente objetivo. Situaciones como la crisis agraria a mediados del año anterior, el paro camionero, así como el mismo deterioro de ciertos indicadores de seguridad estallaron en las manos del actual Gobierno, que merece compartir la responsabilidad con gobiernos anteriores.
Sin embargo el balance económico de la Administración Santos es mucho más favorable de lo que el extremismo político sugiere y un poco menos bueno de lo que el Gobierno defiende; la primera nota positiva de Santos es que supo mantener el legado positivo de su antecesor, muy a pesar que erradamente éste insista en denunciar un cambio en el rumbo del país. De alguna manera, el crecimiento sostenido de la inversión extranjera directa, entendida como un incremento del acervo de capital, dibuja un impacto positivo sobre el crecimiento total de la economía. En ese sentido, debe observarse que la inversión extranjera en 2013 representó el 27,5% del PIB, con respecto al 23,8% de 2010 y, de hecho, Colombia es uno de los tres mayores receptores de capitales extranjeros en América Latina, en la misma vía en que la economía colombiana mostró un crecimiento positivo en la última década y hasta nuestros días. No obstante el reto y la tarea pendiente sigue manteniéndose: la inversión sigue concentrándose en sectores de los commodities, con alta inyección de capital y resultados opacos en generación de empleo, que marca un interesante contraste con México, por ejemplo, donde más del 60% de la IED contabilizada llega al sector industrial. Depender de la existencia de recursos naturales explotables es una jugada riesgosa para la economía en su conjunto, mientras sectores como el industrial claman por un impulso real y definitivo.
En materia de crecimiento, Colombia ha sorteado con alguna pertinencia la turbulencia económica que ya incluso toca los linderos de economías emergentes como China. En conjunto, la economía mundial ha visto enfriar su dinamismo y eso, sin duda alguna, es un reto enorme para una economía como la colombiana. Colombia en 2009 afrontó una caída importante en el crecimiento de su PIB, con un lánguido 1.9%, seguido de un vigoroso 3,9% en 2010 y un 5.7% en 2011, que aunque inferior ligeramente en 2012, se espera no baje de 4% en 2013, lo cual es bastante favorable si se considera el contexto global. Lo que se supone es que la economía colombiana seguirá una senda de crecimiento económico positivo, en gran medida porque el Gobierno ha adoptado recetas de tipo keynesiano que poco a poco impactan en el producto: muestra de ello es el impulso a la construcción de vivienda. En los próximos años la construcción de infraestructura deberían mostrar efectos similares al que arroja la construcción de la vivienda. A esto se suma una mezcla de políticas macroeconómicas muy acertadas, en el campo monetario por parte del Banco de la República y en el campo fiscal por parte del Gobierno. Buena parte de los avances en política macroeconómica han ido acompañados de esfuerzos por reducir la pobreza, que al inicio de este periodo alcanzaba a cerca del 38% de la población. La estrategia Unidos, que ha permitido construir una política focalizada en microterritorios y que atiende directamente a las familias en situación de vulnerabilidad, acompañado de una nueva institucionalidad que permitió la creación del DPS y la ANSPE, arroja resultados que conviene analizar con detenimiento. El Gobierno contabiliza que la reducción en estos cuatro años ha sido del 38% al 32% en pobreza por ingreso, lo que ha permitido, desde la óptica oficial, revertir la tendencia de crecimiento económico acompañado de ampliación de las brechas sociales. No obstante, aunque es de celebrar que haya menos familias en situación de pobreza extrema, si el Gobierno no ajusta con rapidez medidas para mejorar el acceso al sistema de salud y a la educación, no solo en términos de cobertura y de calidad, es probable que estemos asistiendo a la gestación de una nueva clase social: de los vulnerables a cualquier choque interno o externo que los devuelva rápidamente a la situación de pobreza de la cual han salido.
Las sombras de la gestión de la economía del actual Gobierno son varias: en materia de infraestructura el país continúa rezagado y en la última década, a pesar de los flujos inéditos de inversión y del buen comportamiento de la economía colombiana, los avances en vías, ferrocarriles, puertos marítimos y aeropuertos son muy discretos y, en estos cuatro años, los avances no son significativos. A pesar que el actual Gobierno ha modificado las reglas de juego para garantizar transparencia, es prematuro afirmar que esto haya sido un acierto mientras no veamos las obras en ejecución. La realidad es que los altos costos de transporte en Colombia siguen siendo una tarea pendiente por resolver por parte del Gobierno y no se vislumbra una solución definitiva. A esto se suma que la agricultura y la industria no crecen lo necesario y las políticas gubernamentales adoptadas aún no garantizan que el dinamismo esperado de estos sectores les permita ser más productivos. Una de las grandes críticas es que aunque el país se esforzó por implementar una política comercial que abriera al mercado colombiano al mundo, a través de la suscripción de varios tratados de liberalización comercial, la política industrial, el desarrollo de nuevas tecnologías y la innovación continúan siendo propuestas que no alcanzan aún a materializarse. Las grandes sombras de la economía colombiana bajo el Gobierno de Santos están en áreas que son vitales si la idea es construir un país moderno.
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