¿Será la Economía, estúpido?
Andrés Felipe Galindo Farfán*
La Economía pone y quita presidentes. Lo hace en los Estados Unidos, en la época de Bush Padre; lo hizo en Francia con la salida de Sarkozy en plena crisis de la economía francesa; lo hizo en España con la salida por la puerta de atrás de Rodríguez Zapatero y los socialistas y, para cerrar el ejemplo, lo hizo Italia, donde por cuenta de la profunda crisis ha habido siete primeros ministros en ocho años, desde el experimentado Prodi, el mediático Berlusconi hasta el joven Renzi. El votante suele ir a las urnas con sus sentimientos afectados por el estado de sus bolsillos y, normalmente, ocurre en las democracias occidentales. Sin embargo parece que no aplica de la misma manera para el colombiano, o no hasta la fecha. En las últimas dos décadas Colombia ha elegido presidentes en función de la amenaza latente de los grupos armados ilegales. Y, si las cosas continúan como creo que van, estamos asistiendo a un debate electoral donde la importancia de la Economía es mayor pero donde el voto estará determinado por la aversión del votante a la presencia de grupos armados, ¿qué tan ciertos son los temores de los electores?, parece que el votante mediano colombiano está bastante menos informado de lo que parece.
El caso más elocuente es el poco éxito que tiene Juan Manuel Santos entre la opinión pública y el aún gran éxito de Álvaro Uribe entre los votantes. Ambos han dado un manejo bastante apropiado a la Economía. De hecho, bajo la presidencia de los dos políticos más importantes de estas primeras dos décadas del siglo XXI, la Economía colombiana ha mostrado unas tendencias positivas muy similares y que merecen todo el reconocimiento, tanto del público economista como del no economista. El PIB crece por encima de la media latinoamericana y de las economías desarrolladas, 2013 termina con una tasa superior al 4% y donde todas las actividades económicas, a excepción de la industria, crecen a tasas positivas -aunque la industria presenta una lenta recuperación-; las cifras tienden a soportar la idea que la Economía va bastante mejor que antes. Si en 2000 la economía crecía en un 2.5%, aproximadamente, en 2012 el crecimiento fue del 4% y en 2014 se espera que el crecimiento llegue al 5%. No son cifras espectaculares, pero señalan un buen camino. La Inversión Extranjera pasó de representar el 14% del PIB en 2002 al 27% en 2012, todo un record en la historia económica colombiana. La inflación pasó del 8.8% en 2000 al 1.8% en 2013. Los indicadores fundamentales de la Economía colombiana muestran una buena senda, mucho mejor que la de los años 80 y 90 y si nos situamos en los indicadores sociales los resultados tienden a mejorar: de 22 millones de afiliados al sistema de salud en 2000, en 2012 hay cerca de 42 millones y la pobreza monetaria se redujo del 55% al 32.7%. En efecto, no hay cabida para una euforia pero sí hay indicios que el panorama es bastante mejor. Por supuesto que existen tareas pendientes en infraestructura, educación, mercado laboral y de capitales, innovación e instituciones, donde la corrupción aún mina la transparencia y desvía recursos a fines menos valiosos.
No obstante los candidatos han afinado sus discursos en torno a propuestas como la educativa, al analizar de cerca las percepciones de los votantes es probable que los electores estén tomando decisiones en ausencia de información relevante y motivados por temores como la amenaza de los grupos armados ilegales. El proceso de paz es indudablemente un hito político, incluso económico en la medida en que una cesación del conflicto con las Farc será un buen mensaje a los mercados internacionales, pero lejos está de ser un asunto vital para la sociedad colombiana. Los homicidios se han reducido y en aquellas regiones donde se han incrementado o están por encima de la media nacional es producto de una confluencia de grupos y bandas criminales. Buena parte de los homicidios del país se asocian a delincuencia común y narcotráfico y no a los actores tradicionales del conflicto, como las Farc y el ELN, exclusivamente. Sin embargo, corremos el riesgo de volver a asistir a las urnas pensando que nuestra "bestia negra" siguen siendo estas agrupaciones, cuando el asunto es menos evidente y pasa por un sinnúmero de pequeñas bandas criminales con gran poder económico. De hecho, el problema de seguridad en Colombia sigue mayoritariamente asociado al tráfico de estupefacientes y aún en la agenda de los candidatos la opción militar como estrategia para superar este problema sigue siendo la principal opción. Si Santos acepta considerar la legalización de los drogas ilegales, Zuluaga insiste en asociar el liderazgo del presidente como comandante de las Fuerzas Militares y de Policía y en luchar contra el narcotráfico como se ha hecho hasta hoy. Los colombianos, entonces, sufren una brecha grande entre lo que perciben y lo que realmente ocurre -es difícil medir si en efecto el actual Presidente sufre de una crisis de liderazgo entre las tropas, mientras medir el PIB y la pobreza debería arrojar motivos más contundentes para orientar sus preferencias en el voto-.En últimas, es probable que los colombianos vayan a las urnas con motivaciones diferentes, pero esta elección no la definirán los resultados económicos del país. Si así fuera, Juan Manuel Santos tendría asegurado su segundo periodo, pero las encuestas demuestran que no es así. Definitivamente para el elector colombiano no es la economía, estúpido.
* Carrera de Economía de la Pontificia Universidad Javeriana Cali, director académico del III Congreso de Estudiantes Latinoamericanos de Economía que tendrá lugar el 5, 6 y 7 de noviembre de 2014.
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