Causa efecto y control social

En su perfil de Twitter, el alcalde de Bogotá señaló que la celebración de la victoria de la Selección Colombia fue un fracaso al registrarse ocho muertes violentas -obviamente como consecuencia de la euforia popular por el hito deportivo-. Las redes sociales pronto volcaron su atención hacia el anuncio del alcalde y permitió  el debate en torno a las medidas de control social implementadas en diferentes ciudades del país para evitar desordenes como consecuencia de la reacción de los aficionados del equipo nacional a los resultados de los partidos en el Mundial. Y, por supuesto, se siembra en el ambiente la pregunta: ¿hasta qué punto las medidas de control social están siendo las necesarias? ¿cuál es el criterio de los policy makers para adoptar tales medidas? ¿realmente son las indicadas?

La idea del diseño de una política o de una medida de control social es alterar los resultados de los fenómenos sociales. Por ejemplo, una política de vivienda popular altera la relación existente entre bajos ingresos y el déficit habitacional en el país, pues se espera que la incapacidad para generar ingresos suficientes impida que las familias accedan a una vivienda, a menos que reciban una ayuda del Gobierno. Las medidas tales como la ley seca, las restricciones a la movilidad en vehículos particulares y otras medidas de control social  implementadas en diferentes ciudades de Colombia parten del supuesto que la violencia y los problemas de convivencia ciudadana tienen sus orígenes en las celebraciones de los aficionados al fútbol. Es decir, sin que exista un análisis concluyente más allá de la observación y la percepción de las autoridades, se establece  una relación de causalidad directa entre los festejos y concentraciones de aficionados al equipo y las muertes violentas y la incidencia de delitos. Y hay que hacer énfasis en el carácter directo de la causalidad: un análisis sencillo pero juicioso podría concluir que una menor temperatura en una nevera es causa directa de la congelación del agua o uno más elaborado puede concluir que un aumento en la cantidad de dinero circulante en una economía es causa de un aumento del consumo de las familias. Sin embargo, la existencia de dos fenómenos consecutivos puede ser una peligrosa tentación al pensar que la ocurrencia de uno en un tiempo posterior es porque el fenómeno que le antecedió es una causa directa. Y ese es un error común en quienes diseñan y ejecutan las medidas y políticas públicas.

El costo de la información y la dificultad para obtenerla muchas veces aporta a crear ese tipo de conjeturas carentes de lógica. Y precisamente cuando dos fenómenos carecen de una conexión razonable estamos frente a lo que llamamos una correlación espuria. Y por esta vía podríamos tomar decisiones equivocadas. Volvamos a lo dicho por el alcalde bogotano: ¿realmente ayer la muerte de ocho personas fue causada por los festejos de los aficionados?, de nuevo, un poco de sentido común permite entender que las causas de la violencia residen en problemas más profundos y menos evidentes -en estadística le llamamos "variables ocultas"-; y el asunto es más fácil a la luz de los hechos: muy seguramente en una ciudad como Bogotá, grande, compleja y desigual, las muertes violentas hace mucho tiempo dejaron de ser, para mala fortuna nuestra, un asunto extraordinario. De modo que es plausible pensar que los ocho muertos de ayer hayan sucedido en una triste coincidencia con la celebración mundialista. Y eso puede corroborarse de manera sencilla: hace 16 años la Selección Colombia no iba a un Mundial pero aun así en estos 16 años el promedio de homicidios en Colombia por año es cercano a las 20 mil muertes violentas. Luego es posible aceptar que las causas del comportamiento de muchos colombianos residan en lo profundo de algo que aún, parece, nuestros gobernantes no han identificado. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

El transporte como bien público

Siloé y el mensaje que le queda a Cali

Pobreza, desigualdad y responsabilidad social