Elección con razón

Voté por Juan Manuel Santos en la primera vuelta con algunas dudas, quizás esperanzado que el candidato de los verdes destapara las cartas que simplemente no tenía. Pero llego a la segunda vuelta muy convencido que Santos debe ser el presidente de la República en los próximos cuatro años. Hace bastante tiempo he venido sosteniendo que el Gobierno que ha hecho el actual presidente es mucho mejor de lo que la percepción de los colombianos conceptúa, aunque no es la gestión excepcional que el mandatario sugiere. Sin embargo, haciendo una evaluación juiciosa de su gestión, sería una pérdida para el país interrumpir las diferentes políticas que ha emprendido y que estoy convencido absolutamente que darán un fundamento fuerte para los gobiernos venideros. No es un gobierno perfecto y algunas de sus mayores equivocaciones han sido más por el lado de las omisiones.

Santos no ha sabido comunicar sus aciertos y su gestión en el Gobierno. Nuestros amigos politólogos y expertos en comunicación política deben saber con mayor precisión sobre este asunto, pero es claro que la brecha entre la percepción que tienen los ciudadanos sobre la labor del presidente y lo que realmente hace ha sido grande y le costó buena parte de su popularidad. Quienes husmean con paciencia cifras como las de la lucha contra los grupos armados ilegales descubrirán que la tendencia se ha mantenido desde los tiempos de Uribe, contrario a lo que sectores radicales sugieren que ha sido un abandono de la seguridad democrática. No obstante los golpes que propinaba la guerrilla en zonas apartadas, pero que contaban con la adecuada divulgación de la oposición y la prensa, daban la sensación que el Gobierno perdía el control alcanzado en la década pasado. Sin embargo correspondió a Santos una etapa decisiva del conflicto: la inevitable irreversibilidad de la superioridad militar del Estado sobre la guerrilla, periodo en el que se dieron bajas importantes como la de 'Alfonso Cano' y el 'Mono Jojoy'. En el periodo presidencial actual la guerrilla perdió 57 cabecillas y el control y poder del Estado sobre la subversión, iniciado en el periodo de Uribe, se consolidó. De otro modo hubiera sido improbable una negociación para la terminación del conflicto y más cuando la iniciativa vino desde las Farc mismas. Ante estos resultados el argumento según el cual Santos entregó al país a la guerrilla es una falacia que muchos colombianos han adquirido sin pudor ni reparos. Y a Santos le ha costado demostrar que hoy los diálogos de La Habana podrían llevar a un histórico fin del conflicto con el mayor grupo armado ilegal del hemisferio gracias a que el Gobierno tiene el control militar sobre el territorio.

En el plano económico el actual Gobierno pasa con muy buena nota. Los indicadores fundamentales de la Economía colombiana muestran un buen momento para el país: el crecimiento del PIB crece por encima del promedio de América Latina, la inversión extranjera directa llegó a cifras record del 27% , el desempleo se reduce, el recaudo tributario aumenta y el déficit del Gobierno y del Sector Público denotan un adecuado manejo fiscal, lo que se ha convertido en un llamativo ramillete de credenciales que hacen de Colombia un buen destino para los inversionistas internacionales. En los últimos dos años el PIB real ha estado muy cerca de su crecimiento potencial -cercano al 5%-, a pesar que para garantizar una buena senda de desarrollo se requieren tasas superiores. Los cuellos de botella son, en general, los correspondientes a la infraestructura y la debilidad institucional del Estado colombiano, aspectos en los cuales es cierto que el Gobierno ha tardado en adoptar medidas oportunas. Sin embargo es relevante mencionar que el Gobierno de Santos emprendió algunas reformas a la forma de licitar y contratar obras civiles, lo que ha permitido que en los últimos cuatro años se hayan construido 400 kilómetros de dobles calzadas y estructurado proyectos por cerca de 20 mil millones de dólares, conocidas como las concesiones de Cuarta Generación. De hecho el crecimiento de las obras civiles en el país es cercano al 26% en el primer trimestre de 2014, lo cual sugiere el hecho que estas construcciones están en marcha y están generando un impacto positivo en la economía del país. Deuda grande, en contraste, en el manejo del sector agropecuario, donde sin duda se requiere una política pública mucho más efectiva y que responda a los problemas estructurales del campo.

La política social del actual Gobierno, si bien puede ser discutible para muchos, ha generado efectos positivos en la estructura endémica de la pobreza y de la desigualdad en Colombia. Si bien el camino es largo y la marcha lenta, la desigualdad de ingreso (índice de Gini) se ha reducido entre 2010 y 2014 a un ritmo mucho mayor que entre 2002 y 2010, en gran medida por políticas redistributivas como las de viviendas 100% subsidiadas -con el mediático y poco agradable nombre de casas gratis-, el aumento de las coberturas de las transferencias monetarias directas y la reforma del sistema general de regalías. Indudablemente sigue faltando un recorrido largo y el Gobierno actual se quedó corto en, por ejemplo, formular una reforma tributaria que corrigiera el carácter regresivo del sistema y mejorar aspectos claves del gasto público. Como se ha advertido, muchos de los gastos que realiza el Gobierno son regresivos: por cada centavo que se gasta en transferencias monetarias directas a los más pobres se gastan 3 pesos en pensiones, para citar un ejemplo. Adicionalmente, el actual Gobierno queda en deuda con la formulación de una reforma al sistema de salud y al sistema pensional. 

No obstante, los buenos resultados del actual Gobierno podrán consolidarse con un periodo más. El camino más fácil para defender a Santos ha sido el temor absoluto al ascenso de la extrema derecha representada por el uribismo radical y mórbido. Sin embargo considero que además de la agenda de negociación con las Farc y el ELN, la senda que lleva la economía y los avances en política social se constituyen en un buen activo que los colombianos deben aprovechar el próximo 15 de junio. Por ello mi voto es por Santos, su continuidad en estos momentos resulta importante y trascendental para un país que debe y necesita pensar en una política para el pos-conflicto. 


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