¿Se hunde España?
Haremos un alto en el análisis de la coyuntura colombiana y nos iremos a un país que vivió esta semana un importante protagonismo. España fue humillada en el Mundial de Brasil 2014 y, en contraste, al día siguiente era proclamado Felipe VI tras 39 años de un trascendental reinado de Juan Carlos I, en el que el país abandonó su pasado sombrío franquista y caminó por las sendas de la democracia. Obviamente, para la opinión pública mundial fue mucho más impactante ver cómo la campeona del mundo en 2010, un equipo soberbio y cargado de estrellas -valorado en poco más de 1000 millones de dólares, una cifra astronómica-, perdía ante Chile y Holanda y sentenciaba su regreso a casa sin haber conseguido un solo punto en el campeonato mundial de la FIFA. Y es una buena alegoría de un país que, pareciera, está pasando por uno de los momentos más difíciles de su historia y cuyas perspectivas aún distan de ser tranquilizantes. De hecho, las amenazas que se ciernen sobre España son una sentencia a muerte de una nación que hace diez años se ufanaba de ser el milagro económico más notable de Europa.
Los efectos de las reformas y del abandono de la dictadura en 1978 no se hicieron esperar: el PIB español se multiplicó por 10 en 30 años y el ingreso per cápita de los españoles se duplicó entre 1990 y 2010. El auge económico español vino acompañado de un florecimiento de la industria, la expansión del consumo doméstico y la construcción de infraestructura y obras civiles -que paradójicamente luego sería un lastre-. Entre 1990 y 1995, la economía española vivió su primer auge, que se detuvo un tiempo ante la crisis asiática, pero que volvió a adquirir una tendencia positiva durante la década pasada, con altibajos ocasionados por turbulencias internacionales:
Fuente: Instituto Nacional de Estadística de España
Obviamente, el ingreso medio de los españoles también creció y, de hecho, de no haber ocurrido el desastre económico de 2008 y la crisis que aún padece Europa, se esperaba que el PIB per cápita español convergiera con el PIB de Alemania. No en vano en las décadas pasadas el mayor flujo de inmigrantes latinoamericanos y de la empobrecida Europa del Este llegaba a España atraídoo por la abundancia de trabajo no cualificado y los elevados ingresos, comparados con los de sus países de origen. España era la locomotora de la Unión europea y la mayor parte de los empleos generados en la región eran de empresas españolas, especialmente en el sector de la construcción.
Fuente: Instituto Nacional de Estadística de España
Los años 1990 marcaron un crecimiento elevado del ingreso medio de los españoles, situación que solo se detuvo en 2010, con la crisis internacional. En 1990, el ingreso medio de los españoles los ponía en un nivel de países de renta media. En 20 años y fruto de los buenos tiempos, España pasó a estar entre las 10 principales economías del mundo. El milagro español era indiscutible, pero ¿qué pasó?; las cifras advierten del desastre: entre 2009 y 2014, la economía de España tuvo cuatro contracciones, la más severa en 2009 que registró un -3,8%, a la par con el ingreso per cápita.
Las causas de la crisis son ya conocidas: pérdida progresiva de la competitividad de las empresas españolas, una política fiscal pro-cíclica -que hizo que en un lapso de diez años el volumen de la deuda pública pasara del 39% del PIB a cerca del 100%-, un sistema político que demanda con urgencia una reforma y una acumulación excesiva de riesgos por parte de la banca española. El mismo juego perverso de la banca internacional que por el afán de obtener beneficios de corto plazo hizo que la acumulación de riesgos en el largo plazo se hiciese peligrosamente alta. De modo que profundizar en las causas de la crisis no es el objetivo ahora, más bien, ¿qué le espera a España?
Algunos indicadores indican que la economía española camina por el duro sendero de la recuperación económica, aún cuando la deuda pública continúa muy elevada y existe una aún alguna incapacidad del sector privado de impulsar la demanda interna. Por un momento detengámonos en el análisis del gasto público y del endeudamiento del Gobierno: España la ha tenido difícil para reducir el ratio deuda/PIB y, lejos de lo que esperan las autoridades económicas europeas, la deuda española sigue elevada, ¿por qué?, en gran medida por las transferencias que Madrid hace a las comunidades autonómicas que están en su mayoría en una situación similar a la bancarrota. De hecho el endeudamiento continúa condicionado por el Fondo de iliquidez autonómica y el Fondo para el Pago de Proveedores, que han sido las dos herramientas claves para el financiamiento de los gastos corrientes de las Comunidades -los catalanes, que sueñan con la independencia, constituyen la Comunidad más endeudada de toda España-. El panorama no es claro aún, aunque se proyecta inicialmente una leve mejoría, pero lo cierto es que el gasto público continúa elevado y el endeudamiento no cede, castigando al país ibérico en los mercados internacionales con tasas de interés más elevadas producto de una prima de riesgo superior a la media de los países europeos. Sin embargo por el lado del déficit del Gobierno, las cosas son mejores y en los últimos tres años se ha venido observando una reducción. La pasividad de la política fiscal comienza a mostrar resultados positivos en este campo. Pero como veremos más adelante, las comunidades autónomas se están convirtiendo en el factor de riesgo más importante para la estabilidad de España, no solo por su elevado endeudamiento.
Los ajustes en el mercado laboral han permitido que el paro detenga su ascenso. Sin embargo pasará mucho tiempo antes que se restituyan los empleos perdidos durante la crisis, lo cual continuará situando a España como el país desarrollado con la mayor tasa de desempleo. No obstante, hay optimismo: en línea con lo previsto, aumentaron las afiliaciones al sistema de seguridad social y el empleo continúa creciendo gracias al sector terciario, aunque en todos los sectores muestra comportamientos positivos. La horrible noche del desempleo en España comienza a terminar, aunque el camino aún es largo y no exento de peligros. Por el lado de la producción industrial hay una mejoría notable, al igual que la dinámica de la demanda interna se convierte en el principal motor de la economía española. La fórmula de la recuperación económica española está planteada por la reducción de las tensiones financieras -la reforma a la banca, aunque dolorosa y costosa, indica resultados positivos-, la reducción del ritmo de la consolidación fiscal -los tiempos de sudor y lagrimas están llegando a su fin o al menos disminuyendo- y los efectos de las reformas estructurales del Gobierno, impopulares muchas de ellas pero decisivas en la recuperación de la dinámica. No es buen tiempo para el sector externo, en gran medida por la reducción del consumo de algunas economías emergentes compradoras de las exportaciones españolas, de modo que la dinámica de la demanda interna ha sorprendido y temporalmente constituye el principal factor de crecimiento del PIB, con una reducción del gasto público y un aumento del gasto privado. Las noticias de los fundamentales de la economía española son positivas y eso haría pensar que la pesadilla de la nación ibérica está por terminar, ¿verdad?
Lamentablemente no es así. La crisis de España es un fallo estructural y profundo, que toca al sistema electoral y político y a la manera en que el país fija sus prioridades. Es cierto, mientras los alemanes exportan automóviles con tecnología de punta, los españoles construían viviendas. Mientas los alemanes cualificaban su mano de obra, los españoles se llenaron de mano de obra de baja cualificación. Sin embargo el asunto es más profundo: toca la misma forma en que se toman las decisiones y se reparte el poder en España. A nivel macroeconómico la situación tiende a mejorar, sin embargo todos estos esfuerzos se irán al traste si, por ejemplo, prospera la pretensión separatista de Cataluña y se contagia a otras comunidades como el País Vasco. En esencia, España es una nación pluricultural que se concibió en una extraña mezcla de centralismo -Madrid toma buena parte de las decisiones a nivel nacional-, pero transfirió algunos poderes a las comunidades, creando un peligroso conflicto entre poderes: en las comunidades las élites políticas vieron la posibilidad de extraer mucho más poder invocando igualdad ante Madrid, generando movimientos populistas peligrosos y fortaleciendo a las élites locales. De hecho, si prospera el referendum catalán, no solo Cataluña se habrá condenado a años y años de penurias económicas sino que sumirá a España a una crisis que la alejará de la anhelada convergencia con el motor económico alemán y la acercará a la discreta participación periférica de países como Grecia y Portugal -de entrada un 20% del PIB español se irá por cuenta del caudillismo regional que permitió la Constitución de 1978 y hoy enarbolada por políticos como Arthur Mas-. Adicionalmente, el sistema electoral privilegia el ascenso de políticos ansiosos por ocupar las cúpulas de sus partidos pero desconectados del electorado.
La rendición de cuentas es un lujo que aún no se han permitido los españoles y, de hecho, son los ciudadanos los últimos en recibir el corte de cuentas de sus gobernantes y legisladores. Las reformas de España pasan por una modificiación de sus instituciones políticas. Quienes se dejan seducir por el republicanismo olvidan que la Corona es, quizás, el único factor de unidad institucional del Estado español y un tránsito hacia un nuevo sistema de gobierno requerirá un nuevo sistema electoral donde imperen las mayorias y no las proporciones, que privilegia el surgimiento de pequeñas e insaciables clases políticas enchufadas al sector privado y a la repartición del presupuesto público, con injerencia sobre la contratación estatal y sin verse obligada a rendir cuentas a la ciudadanía. Hay otra realidad: la actual configuración de la Administración Pública española es venenosa para las finanzas públicas. Hoy cada región tiene un Gobierno y un parlamento y una generosa carga burocrática que aceita a las élites políticas, el clientelismo y la cacería insaciable de rentas. La gestación de las Comunidades Autonómicas ha sido uno de los grandes fracasos económicos de la España pos-franquista y ha acentuado el uso desequilibrado y oportunista del ejercicio de la política. Así a la economía española le empiece a ir bien, como lo demuestran los indicadores, aún no es claro que el futuro le devuelva a España sus días de gloria. Los nubarrones que se asoman en el horizonte son tan oscuros como los intereses de la clase política española.
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