La Economía de la Copa Mundial de la FIFA
La FIFA es un organismo más grande que la ONU por cantidad de países vinculados pero, a diferencia de las entidades multilaterales y del mismo Comité Olímpico Internacional, es una empresa multinacional. No se necesita ser un experimentado analista para saber que una empresa tiene por objetivo ganar la mayor cantidad posible de beneficios sujeto a una cantidad de factores. De modo que la FIFA, como promotor del mayor evento deportivo del mundo, no tiene por objetivo realizar un evento de estas magnitudes para congregar fanáticos sino generar ingresos. Ya el destino de estos ingresos no son de interés nuestro ahora. Así que hemos llegado a la primera idea sobre el Mundial: es una franquicia de un negocio multimillonario, donde los riesgos están convenientemente bien distribuidos entre las partes vinculadas.
La FIFA elige a un país y este asume los costos -y riesgos- de la construcción de infraestructura necesaria para albergar a los equipos nacionales y los seguidores visitantes, mientras el ente rector del fútbol se encarga de gestionar los contratos de los intangibles que, de modo no muy sorprendente, son los que arrojan retornos jugosos bastante más rápido que una carretera o una línea nueva de metro. Al hablar de intangibles hablamos de marca, derechos de transmisión, información y el prestigio del evento. Mientras la FIFA recibe los millones de dólares derivados de estos contratos en un plazo corto, los países organizadores en teoría ganan en infraestructura, en exposición mediática y en flujo de turistas en un horizonte de tiempo mayor, donde naturalmente los riesgos son mayores. No hay consenso en torno a si un evento de estas magnitudes deja beneficios económicos sustanciales a los países. Se dice que Sudáfrica vio un impacto económico por la realización del Mundial de 2010 equivalente al 0,56% de su PIB, no obstante, por ejemplo, el estadio de Johanesburgo hoy se emplea para ritos cristianos ante la escasez de eventos deportivos locales. Soy de los que creo que el problema, en realidad, no es si el Mundial genera o no beneficios. Debe hacerlo. El problema es realmente cuánto tardan en llegar esos beneficios y, parece, que los de la FIFA llegan bastante pronto mientras los del país organizador suelen llegar en plazos exageradamente largos. El Estadio de Brasilia, una vez concluido el evento, quedará subutilizado y el tiempo que tardará en recuperar su inversión (900 millones de dólares) supera cualquier expectativa sensata.
Comercialmente ver en un mismo torneo a jugadores altamente valorados por el mercado es algo por lo cual millones en el mundo pagan suscripciones a paquetes de televisión satelital o viajan al país organizador y compran boletas para entrar a los partidos. Que Cristiano Ronaldo cueste más que lo que le costó a Cali la reconstrucción de su estadio tiene una lógica: hace goles en momentos decisivos -cualidad de apenas un puñado de futbolistas profesionales-, mueve a la opinión a través de los medios de comunicación y logra que a donde vaya la gente pague por verlo. Ahora piense en Cristiano, Messi, Benzema y las diferentes estrellas en Brasil este mes y entenderá que la lógica del Mundial es ese, en un plano estrictamente de negocios: exponerlos, mostrarlos y sacar ganancias de ello. No extraña que selecciones pequeñas y sin tradición internacional estén ausentes del Mundial de Fútbol habitualmente o, si llegan, salgan en primera ronda.
El fútbol es un buen negocio, aunque no arroja los beneficios astronómicos de otras industrias y actividades económicas, porque cuenta con algo que lo hace atractivo: estabilidad. La mayoría de los clubes de fútbol suelen atravesar crisis financieras. Pero rara vez desaparecen y en eso se asemejan a los bancos. E incluso cuando desaparecen vuelven a emerger, quizás con un nombre nuevo, pero de alguna manera se las arreglan para prevalecer. El núcleo del negocio es ese: la capacidad de subsistencia. Un club como el América de Cali, siendo una empresa dedicada a la producción de algún bien o servicio, probablemente ya habría sido liquidada y habría desaparecido consumida por las deudas y los bajos ingresos. A pesar de todo, ese equipo permanece y sigue jugando. Pero cuando llevamos el análisis a las selecciones nacionales, se encuentra que el negocio está íntimamente ligado a factores culturales, políticos y sociales, que se le suman a la estabilidad y capacidad de subsistencia. El hincha de un club, luego de una mala temporada, puede decidir no ir al estadio en la siguiente temporada en castigo por la mala campaña. Pero cuando juega la selección nacional, se apela al nacionalismo, al sentimiento de amor por la patria y otros valores propios de la nación que llena estadios y sube la audiencia de los partidos.
Ahí viene el otro punto, ¿quiénes suelen ganar el Mundial? ¿qué países tienen la mayor probabilidad de ganarlo?, normalmente los ganadores de la Copa salen del lote de países que ya han ganado el campeonato en otras ocasiones. Los economistas han analizado datos y gracias a los modelos econométricos han llegado a predecir tres variables determinantes para ganar el más preciado trofeo deportivo del planeta: ingreso per cápita, población y su historial futbolístico. No obstante estas tres variables explican solo el 25% de la realidad y, el otro 75% suele explicarse por sucesos aleatorios. Por ejemplo, el modelo aceptado por los economistas interesados en este campo permitiría predecir que el llamado a ganar el torneo en Brasil es el país anfitrión, no obstante no puede precisar el peso de la ausencia de Neymar en el rendimiento de la verde-amarela. Estadísticamente, sin embargo, era posible aceptar con algo de razón que Brasil debería sacar del camino a la sorprendente Selección Colombia, así la pasión de muchos nos llevara a creer con razón que el equipo nacional llegaría una ronda adelante. Pero Brasil 2014 confirma una teoría altamente aceptada: ganará el Mundial un país que ya ha ganado al menos uno antes -exceptuando a Holanda, que ha sido finalista de varias ediciones.-
¿El Mundial es un negocio?, no tengo duda de ello y no es sorprendente que las decisiones que se tomen estén en función de los beneficios de un evento de esta magnitud. Por un lado, la FIFA es la única empresa organizadora de este evento, lo que le da un poder monopólico interesante y le permite fijar los precios de derechos de marca, transmisión y demás. Por otro lado, los riesgos de largo plazo suelen ser entregados al país organizador. Los beneficios de las inversiones en obras públicas y demás que hacen los gobiernos tienden a retornar en un largo periodo de tiempo, mientras las ganancias inmediatas se las queda el dueño de la franquicia. Y aunque el Mundial de Fútbol mueve pasiones, sentimientos y genera un interesante éxtasis entre sus seguidores, no puede perderse de vista que es un negocio. Y en el negocio son las ganancias las que cuentan, no los sentimientos.
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