Sed y elección


                                   
                              
Casanare es una región paradójica: el PIB per cápita es tres veces mayor al PIB per cápita promedio nacional (44 millones de pesos frente a 15 millones), sumado a la recepción de millonarias  regalías producto de la abundancia de petróleo en el subsuelo de este departamento. Los ingresos que este ente territorial ha recibido entre 2013 y 2014 superan el medio billón de pesos. Y estamos anotando que con la  reforma del sistema general de regalías el promedio se redujo, porque antes el promedio de recursos percibidos superan los 800 mil millones de pesos. Sin embargo, a juzgar por el panorama de esta región, pareciera que estos recursos se destinaron a fines menos valiosos: tres años después Yopal, enclave petrolero del oriente del país, no tiene provisión de agua, por ejemplo, así como una buena proporción de su población vive por debajo de la línea de pobreza. Entender esto pasa casi que sin margen de error por importantes fallas de los gobiernos locales.

Entender por qué una región tan rica padece tales dificultades es un asunto que requiere un análisis detenido. La economía al respecto ha querido brindar una explicación sobre cómo el Estado puede alcanzar la anhelada provisión óptima de bienes públicos y ha habido aportes valiosos, como los de Wallace Oates, que sugieren que los niveles de bienestar de una comunidad son usualmente más altos, si los niveles de consumo público son provistos por cada jurisdicción independientemente. Para este teórico, se propone la existencia de una estructura administrativa descentralizada, consistente en un nivel central de gobierno y un nivel subordinado constituido por varios gobiernos locales. A diferencia de Tiebout, que proponía que los individuos se desplazan a aquellas jurisdicciones que les suponga un mayor beneficio -por ejemplo, buscando menores impuestos o mejores escuelas-, Oates manifiesta que las jurisdicciones tienen la posibilidad de conocer mejores las preferencias de sus habitantes y son estos quienes revelan sus preferencias a través de un proceso de elección social. En ese orden de ideas, el proceso deja de ser menos similar a una elección de mercado y entra en la órbita de lo político.

La economía siempre ha dibujado un proceso ideal, donde los individuos toman decisiones con un conocimiento suficiente de las mejores opciones disponibles. Al depositar su voto, los individuos eligen a un gobernante y representantes que expresen con claridad sus posibilidades de consumo. Es decir, en ese orden de ideas los habitantes de Yopal habrían elegido a un gobernante que rápidamente hubiera atendido sus deseos de consumo inmediatos: agua potable. No obstante, la situación no ha ocurrido como tal y lejos de lo que la teoría postula, la práctica sugiere que el problema del Casanare es una estruendosa derrota de la democracia en la escala local -políticos corruptos y cazadores de rentas elegidos sin pudor-. Este fantástico modelo propuesto por los economistas del sector público se hace aguas ante unos factores exógenos de significativa relevancia, uno de ellos es la corrupción. 


El Gobierno Nacional ha cumplido históricamente la tarea de transferir los recursos al orden local, sin embargo es en este entorno donde las decisiones discresionales y los sobrecostos tienden a desviar los recursos hacia fines menos valiosos. La importancia del proceso político en el entorno local radica en que, tal y como lo propone el modelo teórico de Oates, los gobiernos locales pueden conocer con mayor facilidad las aspiraciones de sus gobernados y, en esa misma perspectiva regional, las decisiones de las administraciones jurisdiccionales tienden a tener un impacto significativamente mayor en las vidas de sus habitantes, en la medida en que la información es menos costosa y el tiempo en que tardan en tener efecto las políticas locales es menor. En últimas, la provisión de bienes públicos locales es el núcleo del proceso político. En todo caso, si bien la economía puede explicar la crisis de agua en Yopal, está en el terreno de la política su solución. Es una cuestión de sed y elección entre una baraja de opciones y, da la sensación, los habitantes de Casanare han optado reiteradamente por elegir políticos ansiosos por las rentas que la prosperidad petrolera deja a la región. Esta es una interesante reflexión para las elecciones de 2015, cuando elegiremos a las autoridades regionales y locales. 

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