¿Cómo financiar una acertada política de educación básica en Colombia?




A menudo los gobiernos caen en la peligrosa tentación de definir su gasto en función de la proporción de este con respecto al PIB. La recomendación tradicional de los economistas es implementar una política fiscal contra-cíclica. Es decir, simplemente gastar más cuando el producto se contrae y gastar menos cuando este se expande (consumo privado e inversión en aumento, fundamentalmente). Sin embargo a menudo el debate en torno a qué debe focalizarse el gasto de manera tal que este sea lo más productivo posible es escaso. Los modelos de crecimiento endógeno han expresado que el gasto público debe ser controlado, puesto que no siempre este tiene una relación necesariamente directa con el bienestar de la sociedad. No lo veamos como un asunto de gobierno: el impuesto que usted y yo pagamos -ya sea de forma directa o indirecta-, se espera sea invertido de la mejor manera, de modo que sus resultados sean percibidos por quienes los pagan, en el caso de la educación se esperarían más cupos y mejor calidad en los colegios del sistema educativo colombiano. Si cree que los resultados de las pruebas Pisa y los impuestos que pagamos no tienen relación, está en un error. Autores como Robert Barro demuestran que focalizar el gasto público en educación permite obtener ganancias sustanciales en el bienestar. Sin embargo es preciso subrayar un aspecto: no basta con sencillamente elevar el gasto, se debe procurar que los beneficios que genera sean superiores al gasto mismo. 

La educación es esencial para el desarrollo de una sociedad. El gasto del gobierno en este sector es fundamental para incrementar, por ejemplo, la tasa de crecimiento potencial de la economía que hoy oscila entre el 4,5% y el 4,9%. Vale la pena detenerse en este aspecto: si Colombia emplea la totalidad de sus factores productivos, dada una dotación de estos en este periodo, la economía crecerá a un máximo del 4,5%, en promedio. Podría hacerlo un poco más pero afectando el nivel de precios de la economía. Es decir, en la actualidad el crecimiento económico de Colombia no acelerará la inflación siempre que no pase del 4,5%-4,9%; si se quiere crecer más pero sin que ello suponga afrontar un incremento de los precios de los bienes y servicios, el país requiere invertir en infraestructura, capital humano y capital social. En términos técnicos es aumentar la dotación de factores, en términos más sencillos es que haya más y mejores vías, puertos, aeropuertos, profesores, estudiantes, investigadores, profesionales y trabajadores cualificados. El gobierno podría entonces promover un ambicioso programa de inversión pública en estos frentes y por esta vía impactar en el problema. No obstante, ¿cuáles son las consideraciones que debe tener en cuenta un gobierno ante la presencia de un costo de oportunidad?, las finanzas públicas no son ilimitadas y esto supone que cada peso gastado en cierto sector es un peso que deja de gastarse en otro. De modo que el criterio de eficiencia debe emerger con fuerza, ¿cómo gastar mejor ese mismo peso?, la economía ofrece una buena respuesta para el sector educativo.

La eficiencia del gasto público hace referencia a los efectos que este tiene sobre las condiciones de vida de la población, con relación a los recursos gastados. No debe confundirse con efectividad, que finalmente medirá los resultados de política pública en función de los objetivos trazados sin considerar el nivel de gasto. El análisis en educación supone identificar aquellas variables que tienen una mayor incidencia en el bienestar: muchos estudios han descubierto que el número de estudiantes por profesor tiene una relación con los resultados académicos de los educandos. De nuevo: el éxito de una acertada política educativa está en la financiación y en cómo se asignen los recursos dentro del sistema. Para hacerlo se requiere un diagnóstico de aquellos factores que inciden en la calidad académica. Y la calidad académica tiene una relación positiva con la acumulación de capital humano -y recuerde, los modelos de crecimiento económico endógeno suponen relación entre capital humano y PIB-. Los incentivos a los docentes y directivos marcan la diferencia en lo referente a la mejora en el rendimiento de los estudiantes. Mayor gasto público en educación tendrá un efecto positivo cuando estos incentivos están presentes. Esto finalmente redunda en un crecimiento del capital humano y consecuentemente con el crecimiento económico. 

El gasto público se financia por impuestos, lo cual espero no sea una sorpresa para nadie. Los impuestos tienen una doble connotación: una positiva, que permite que el gobierno financie la provisión de servicios públicos, y una negativa, que está señalada por las repercusiones de los impuestos en los ingresos de los consumidores y las empresas, que puede afectar la tasa de crecimiento de la economía. El seguimiento y control del gasto público debe ser una política prioritaria por parte del gobierno: por un lado, que la estructura del gasto no promueva efectos regresivos -que quienes más tienen más reciban- y que este no afecte la capacidad de ahorro y consumo de los agentes. En ese sentido, no se trata de incrementar desproporcionadamente el gasto público para la educación, sino de garantizar que los recursos asignados a este sector vayan al rubro que genere mayores efectos en el bienestar. Esta será la clave para que desde las finanzas públicas los niños en las diferentes instituciones educativas del país mejoren sus rendimientos. No obstante el país tiene que ser consciente de algo: la educación es una apuesta cuyos resultados no se notarán antes de una generación. 


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