Mitos de coyuntura

Si durante la década pasada parecía existir una especie de unanimidad, donde la versión oficial de lo que ocurría en Colombia era aceptada en la mayoría de los círculos, hoy el país presenta una situación bastante diferente: existen profundas divergencias entre la derecha gobernante, la extrema derecha y la extrema izquierda opositoras y la percepción de la gente en las calles. Estas divergencias, si bien generalmente son sanas, cuando tienden a presentarse en un contexto de polarización como el actual no resultan tan beneficiosas, especialmente porque ponen a hacer carrera versiones de la realidad, unas más acertadas que otras, y eso, en una sociedad desinformada por naturaleza como la nuestra, hace que muchos vivan y sientan las fábulas que sus mentores ideológicos han creado como si fueran esa gran verdad. Veamos seis mitos hoy aceptados como verdades reveladas:

Primer mito: la inseguridad ha avanzado en el país y las conquistas de la seguridad democrática se han echado a perder. Sobra empezar diciendo que si es un mito, claramente no es cierto; pero hay que ver por qué. La verdad es que ni la seguridad ha retrocedido ni los logros de la seguridad democrática se han perdido, más bien asistimos a una mutación de los fenómenos de violencia e inseguridad ante lo cual el Estado colombiano no tuvo una respuesta firme. En 2014 los homicidios llegaron a sus niveles más bajos en tres décadas con menos de 14 mil homicidios registrados en Colombia y aunque el secuestro tuvo un leve repunte en los últimos tres años -la mayor parte imputables a la delincuencia común-, es cierto también que los delitos contra el patrimonio vienen en aumento desde 2008. Estamos frente a una verdad a medias: mientras la extrema derecha vende muy bien su idea que el principal problema de seguridad son las Farc y los grupos armados ilegales como el ELN, lo cierto es que la mayor parte de delitos en Colombia hoy día, algunos de ellos en ascenso en el último quinquenio, los comete la delincuencia común ante la cual la seguridad democrática no dispuso herramientas certeras para combatirla. Y si en eso no hubo un avance sustancial, es falso afirmar entonces que hoy asistimos a un retroceso de la seguridad democrática, que transformó la estructura del conflicto armado de forma casi irreversible pero no alteró sustancialmente la estructura del crimen en las ciudades.

Segundo mito: la confianza inversionista se ha perdido por decisiones internas del Gobierno. Uno de los grandes mitos, que ha sido muy usado para demostrar una causa del deterioro de la economía colombiana en estos meses. La verdad es que la inversión extranjera ha mantenido un buen ritmo de crecimiento hasta el año pasado y el crecimiento menor de los flujos se explica porque en buena medida estos iban al sector primario, cuyos términos de intercambio se han deteriorado producto de los bajos precios de las materias primas en el mercado. Por otro lado, explica este comportamiento de la IED la recuperación económica de los Estados Unidos que ha suspendido su política de expansión monetaria y ha volcado las expectativas de los mercados internacionales a un ascenso de las tasas de interés de la Reserva Federal. Los capitales que alguna vez salieron de la mayor economía del mundo en tiempos de crisis en la búsqueda de rentabilidades en los mercados emergentes, están regresando al mercado más seguro del mundo. Y eso reduce los flujos disponibles de capitales. Es falso aseverar que la IED ha retrocedido producto de una pérdida de confianza por el proceso de paz en La Habana y la reforma tributaria: con un respaldo internacional tan amplio a los diálogos es muy difícil creer que los mercados internacionales se mantengan tan escépticos y, por otro lado, es prematuro afirmar cuál será el efecto del aumento de las tasas de tributación de las empresas en Colombia. Al menos hasta hoy el menor crecimiento de la inversión extranjera se explica por variables asociadas a choques externos que a decisiones de política interna de Colombia que, dicho sea de paso, tienen aún poco peso en los mercados internacionales. No obstante, este mito se repite con increíble fluidez e impresentable falta de evidencias.

Tercer mito: el país ha sido tomado de nuevo por las Farc. Atado al primer mito, este es de los favoritos de la opinión pública. Y es un mito compuesto por varias historias cuestionables, siendo una de ellas atribuirle a este grupo guerrillero un poder militar y político que no tienen. No solo han tenido que cambiar su estrategia de guerra sino que han tenido que hacer concesiones grandes en el terreno político. Diría que su poder es más su capacidad de incidir en la opinión pública, desde luego por la interlocución que le ha concedido el Gobierno, pero también por la importancia que le conceden desde la extrema derecha. Y la verdad es que, si bien tienen un gran poder desestabilizador y son un factor de incertidumbre constante, las Farc son dueñas de menos del 5% de los homicidios en Colombia, una proporción limitada de los delitos contra el patrimonio y su influencia se limita a regiones muy específicas del país, como parte del sur-oriente caucano, el Catatumbo y la región selvática de Meta y Caquetá. No se trata de minimizarlas, pero sí de darles su lugar en la coyuntura: ni son un gran ejército todopoderoso ni han vuelto a capturar al país.

Cuarto mito: Colombia es la economía más sólida de América Latina. Sí y no, pero como las verdades a medias no existen, clasifica como mito. Es cierto que hoy la economía colombiana es mucho más importante en el contexto internacional y las políticas macroeconómicas han sido realmente acertadas. Sin duda el mayor acierto del actual Gobierno es el manejo macro de la economía. Pero, ¿cómo puede considerarse sólida una economía que, ante las variaciones del precio del petróleo de un año a otro deja de recibir la mitad de las rentas?, indudablemente la solidez de una economía basada en las materias primas es cuestionable, pues deja su éxito y fracaso al vaivén de la oferta y de la demanda. Si un precio pone en apuros a la economía, hay que revaluar su solidez y su crecimiento. Piénselo de esta manera: la economía colombiana creció un 4,6% en 2014, pero en 2015 es probable que crezca entre un 3,6% y un 4% en un contexto donde el petróleo - representante de más de la mitad de las exportaciones de Colombia- ha perdido casi el 45% de su precio. Tal sensibilidad pone serios cuestionamientos a nuestra solidez económica.

Quinto mito: el sistema de salud de Colombia está en cuidados intensivos y es un fracaso. La verdad es que es un mito cuando se somete una generalización tan alarmante. En primera medida, el gran problema del sistema de seguridad social colombiano no es que carezca de recursos suficientes sino que estos están incipientemente administrados y las empresas del sector tienen una serie de incentivos perversos. Prestar el servicio y administrar los recursos y aportes de los usuarios ha demostrado poca pertinencia. Pero a la luz de ciertos datos, conviene ver que el sistema ha sido exitoso en otros frentes: la tasa de mortalidad infantil hoy se sitúa en su punto más bajo en 25 años, el 80,1% de la población juzga su estado de salud como bueno y la esperanza de vida ha aumentado. Hoy los colombianos son más saludables que hace una o dos generaciones y eso debe reconocerse como un avance del mecanismo de protección en salud del país. Reconocerlo no implica desconocer que el país afronta serios desafíos en materia de sostenibilidad, transparencia y gobierno corporativo de las entidades prestadoras del servicio.

Sexto mito: los acuerdos comerciales han acabado con el campo. La verdad es que no: no solo porque el crecimiento insuficiente del PIB agrícola viene siendo incipiente desde antes de la firma de los acuerdos, sino que el grado de apertura del sector agrícola colombiano se ha reducido en el tiempo de la vigencia del TLC con los Estados Unidos, por ejemplo, pasando del 25%  en 2002 al 17% en 2012. El problema se acentúa cuando, por ejemplo, se descubre que los arroceros tienen salvaguardias en los acuerdos comerciales por 19 años, pero cuentan con una política proteccionista de arancéles del 80% a las importaciones de arroz. Lo cierto es que el sector agrícola sí está afectado por variables internas como las barreras de acceso al crédito, las limitaciones tecnológicas, la escasez de mano de obra cualificada y el uso ineficiente de la tierra, donde un gran número de hectáreas se destinan a la ganadería en lugar de los cultivos a pesar que estos últimos generan mayores rentabilidades por hectárea. Por otro lado, se puede identificar que desde 2007 las importaciones han tenido un comportamiento creciente y el TLC con Estados Unidos entró en vigencia cinco años después. El asunto es más complejo de lo que muchos advierten, aunque es más popular hablar mal de los acuerdos comerciales.

He elegido seis de los mitos más recurrentes en el debate. Algunos con una dosis de verdad, pero en general responden a interpretaciones erradas y convenientes de la coyuntura, con gran acogida entre la opinión pública pero que representan un peligro latente por las implicaciones políticas que podría tener. Un diagnóstico errado puede llevar a una decisión que, cuando sus efectos adversos se manifiesten, ya tarde nos hará caer en cuenta que tomamos mitos de coyuntura como verdades. Y lo cierto es que la verdad no tiene versiones.

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